Un algoritmo despide a decenas de trabajadores en la aerolínea portuguesa TAP


La situación catastrófica en la que se encuentra la aerolínea bandera de Portugal, TAP, se ha desbocado a causa de los graves problemas de gestión unidos a la crisis del coronavirus y el resultado es un escenario que pone en entredicho la venta de un paquete mayoritario de sus acciones al magnate brasileño-estadounidense David Neeleman y hasta las propias medidas de ajuste que el Gobierno socialista luso no siempre explica con transparencia.

Pero es ahora cuando el panorama puede estar a punto de estallar porque la empresa ha iniciado un proceso de despidos tomando como base las indicaciones de un algoritmo. El gabinete del primer ministro, Antonio Costa, mira para otro lado, pero lo cierto es que el Ministerio de Finanzas contrató a la firma especializada Boston Consulting Group y le dio luz verde para crear semejante programa informático con fines expeditivos: aligerar el número de trabajadores y la masa salarial.

La polémica derivada no ha hecho más que comenzar porque parece el remate a la sucesión de despropósitos que ha llevado a TAP a sobrevivir en medio de los números rojos.

Y no resulta nada extraño porque el algoritmo señala qué empleados deben encaminarse hacia la puerta de salida después de tener en cuenta un listado en el que figuran quiénes han protagonizado momentos de absentismo… solo que el sistema no distingue de manera fidedigna entre faltas justificadas e injustificadas.

Así las cosas, los empleados se sienten parte de un entramado que califican como «perverso», pese a que un portavoz de la compañía prefiere denominarlo «plan de reestructuración».

«El algoritmo no tiene corazón», se queja el presidente del Sindicato Nacional de Vuelos de Aviación Civil, Henrique Louro, antes de añadir: «Boston Consultin Group trabaja con números, no con personas, y es obvio que la empresa ha hecho tábula rasa del pasado de sus tripulantes, sin tener en cuenta su valía profesional y poniendo en práctica criterios vagos y nada objetivos».

Por su parte, el Sindicato de Trabajadores de Aviación y Aeropuertos va más lejos y eleva su voz de la siguiente forma: «El algoritmo no es más que una artimaña inventada por las consultoras». También aduce: «A medida que pasan los días y vamos viviendo la realidad cotidiana de centenas de trabajadores condenados a un despido colectivo encubierto, más convencidos estamos del colosal embuste en que se ha convertido el llamado plan de reestructuración, que nadie conoce pero que va destruyendo paulatinamente la TAP».

Nada menos que 1.200 millones de euros necesita con urgencia la maltrecha aerolínea, que se puso en manos de Boston Consulting Group debido a que es especialista en «decapitar compañías aéreas», de acuerdo con las palabras de Louro.

Para colmo, el ministro de Infraestructuras, Pedro Nuno Santos, ha desatado la indignación a causa de su discurso propagandístico: «No vamos a dar el visto bueno a políticas empresariales que no respeten los derechos de los trabajadores ni las legislaciones laborales de los países donde desarrollan su actividad».

Mucho han cambiado las cosas en el seno de TAP si abarcamos el periodo de los últimos cuatro años. Cuando Neeleman tomó el control y aplicó los criterios de su aerolínea de bajo coste Azul, todo apuntaba hacia un saneamiento.

Así, 2017 dibujó el crecimiento de un 20% en el número de pasajeros transportados y parecía clara la apuesta por las conexiones con España (el 12% de todas sus operaciones) y con la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa: Brasil, Angola, Mozambique, Cabo Verde, Guinea Bissau, etc.

Hasta entonces, la empresa era la única europea 100% pública que surcaba los cielos, pero 354 millones de euros y la asociación con el portugués Humberto Pedrosa hicieron que se adaptase a los nuevos tiempos colocándose en manos privadas (no todo el capital, sino el 45%, pues el 50% continuaba siendo propiedad del Estado luso y el restante 5% se quedaba en manos de los propios trabajadores). Y todo bajo la denominación de Atlantic Gateway, que designaba el consorcio creado por ambos.

La flexibilidad y la bajada de precios para plantar cara a los competidores de bajo coste se reveló como una estrategia de éxito. Y la seña de identidad que representada por las rutas de TAP hacia España se veían reforzadas en esta nueva andadura.

Por ejemplo, se anunció la reapertura de la línea Oporto-Barcelona, que había dejado de operar. También destacaba otra novedad porque la ruta Lisboa-Sevilla se benefició de una tercera frecuencia diaria.

El aumento de estos viajes no cesó en ningún momento, sin olvidar que se consolidaron y ampliaron rutas como Lisboa-Valencia, Oporto-Madrid, Lisboa-Málaga o sendas conexiones a Las Palmas de Gran Canaria y Alicante. También estaban en marcha los desplazamientos a Bilbao, Vigo, La Coruña y Oviedo.

Todo se derrumbó, sin embargo, a lomos de la pandemia del coronavirus, que redujo considerablemente estas perspectivas de expansión y ha terminado por explotar en un declive que algunos califican como previo a una eventual bancarrota.

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