Sostenibilidad, gestión empresarial y banca


No es posible ya gestionar debidamente una empresa que quiera tener acceso a los mercados si no se presta la atención debida a los criterios ESG. Estas letras son las iniciales de “environmental, social and governance”, es decir los factores medioambientales, sociales y de gobierno corporativo. Y hacen referencia al grado de sostenibilidad de las actividades de una empresa.

Y es que los accionistas institucionales presionan cada vez más para que los administradores de las empresas informen sobre su adaptación a estos criterios y vayan asumiendo compromisos cada vez más fuertes, castigando a quien no lo hace. De manera que se encuentran con crecientes dificultades para conseguir ser bien tratadas y valoradas en los mercados si no cumplen esas exigencias. Además, ya incluso la Justicia actúa como acabamos de ver en el reciente fallo sobre Shell, en Países Bajos, forzándole a acelerar la reducción de emisiones de dióxido de carbono. Y una presión adicional proviene de los reguladores y supervisores, especialmente en el sector financiero.

Donde la importancia de todos estos riesgos ha llevado al BCE a establecer que, en los test de estrés que realizará sobre las entidades en 2022, se preste una atención específica al cambio climático.

Porque el medio ambiente va a requerir unas inversiones muy elevadas y resultará fundamental el papel que el sector financiero juegue en financiar la transformación. Y porque afecta a la estabilidad financiera.

Así, en la regulación prudencial bancaria, se presta cada vez más atención a los riesgos en que incurren las entidades financieras si no afrontan debidamente los criterios de sostenibilidad. Para empezar, en sus operaciones, si hubiera eventos catastróficos. Pero, además, en el riesgo de crédito, porque afecta a la clientela. En los riesgos de mercado y de liquidez, porque la valoración de los activos e instrumentos es cada vez más sensible a esos factores. O incluso en la reputación, lo que resulta de especial importancia para las entidades financieras tras el daño sufrido en la anterior crisis económica.

Tan importante se ha hecho este asunto de la sostenibilidad que, en las emisiones que se realizan en los mercados, el aumento de la demanda de instrumentos que cumplan los criterios ESG está resultando exponencial, y los inversores se muestran dispuestos a exigir menos rentabilidad en los productos que se ciñen a esos factores. O sea que a las empresas les sale más barato.

«Un problema al que hay que poner solución cuanto antes es el de dejar bien definido cómo debería medirse la sostenibilidad»

Igualmente, en el mundo de la gestión de activos, se están integrando cada vez de forma más acusada las consideraciones ESG en el análisis y construcción de carteras. Sobre todo, por la presión de los inversores más jóvenes, que exigen invertir en actividades sostenibles (aunque algunos de los más veteranos aún lo sigan viendo casi como algo filantrópico).

Un problema al que hay que poner solución cuanto antes es el de dejar bien definido cómo debería medirse la sostenibilidad, qué indicadores son adecuados y cuáles no, cómo hay que calcularlos, etc… Las empresas usan métricas distintas y eso dificulta la comparación. Por ejemplo, según SERES, el 90% de los indicadores de sostenibilidad del IBEX se calculan de más de dos formas diferentes. Se necesita por tanto una taxonomía común y generalmente aceptada, con independencia de que venga del mundo de los reguladores internacionales o del sector privado. Y que todo el mundo entienda lo mismo sobre qué son y qué no son actividades e iniciativas sostenibles o de transición sostenible.

En definitiva, la sostenibilidad y los factores ESG están lejos de ser una moda o algo meramente complementario en la gestión, sino que se trata de un asunto realmente estratégico. También, y de forma relevante, en el sector financiero. En realidad, atenerse a los factores ESG es algo absolutamente necesario para conducir una empresa de manera que pueda sobrevivir en el largo plazo. Además, sin una buena gestión de esos factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo, no es posible optimizar los resultados financieros de una firma. Por el contrario, son precisamente las empresas más sostenibles las que obtienen mejores resultados y atraen en mayor medida a los inversores.

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