Los portugueses, locos por repostar en España: ¿por qué su gasolina está a dos euros?


El ‘turismo energético’ de Portugal a España se afianza a pasos agigantados, a medida que el precio de los combustibles se ha ido incrementando en progresión geométrica. No es que solo suba el coste al otro lado de la frontera, pero sí mucho más… hasta el punto de que la barrera psicológica de los dos euros por litro ya se da por superada y es una realidad palpable para los vecinos ibéricos.

De modo que ha sido un fin de semana donde han proliferado las ‘excursiones’ a España para abastecerse con creces y, de paso, aprovechar igualmente los mejores precios en la bombona de gas e incluso en la cesta de compra.

El tráfico hacia los puestos fronterizos de Huelva, Zamora, Galicia, Salamanca o Extremadura alcanzó su cénit este domingo 17, con portugueses ávidos de ahorrarse casi 40 céntimos por litro.

Se calcula que desplazarse al país ‘hermano’ les merece la pena a los ciudadanos lusos hasta un radio de acción de 50 kilómetros a partir de la

Raya (como se conoce popularmente la frontera). Es cuestión de practicar el ‘portuñol’ (popurrí lingüístico mezcla de portugués y español), de disfrutar de un día de asueto y de volver a casa con carburante de sobra. Y al fin de semana siguiente más de lo mismo.

Pero, ¿qué está pasando en Portugal con la gasolina? Pues que la denominada ‘tasa del carbono’ se ha venido a sumar a la larga ristra de impuestos indirectos que hay detrás, como también sucede con la luz y el tabaco. Además, no puede olvidarse que el 21% de IVA en España sube hasta el 23% en tierras lusitanas.

El 65% de lo que paga un portugués al llenar el depósito corresponde a esas tasas sobrevenidas. Y el desembolso crece de manera proporcional, es decir, 50 euros de esa misma gasolina llevan aparejados 34 euros en concepto de tasas.

Ahí está la losa que ahoga a los sufridos portugueses, que para colmo tienen los sueldos y pensiones más bajos de la Unión Europea.

Otra cuota procede de los costes asociados a la materia prima: tanto a la extracción como al proceso seguido en las refinerías de petróleo. Esta franja representa el 30%, esto es, tres euros, pero aumenta hasta los 14 en el caso de que se llene el depósito con 50 euros, tal vez la medición más demandada.

El almacenaje, la distribución y la comercialización se saldan con ocho céntimos por cada 10 euros y con cuatro euros si se sube a esos 50, mientras que el nuevo impuesto sobre los biocombustibles absorbe tres céntimos, traducidos en un euro cuando se incrementa la petición en los términos apuntados.

Esta partida significa ya el 14% de la factura global, un hecho que contribuye a que, de forma paradójica, la energía sostenible se sustente sobre la base de una situación insostenible para cientos de miles de familias lusas que apenas pueden llegar a fin de mes.

Los habitantes del país vecino asisten atónitos a esta fuerte subida de impuestos indirectos que se ha instalado desde que manda el Gobierno socialista, lo que se traduce en un día a día carísimo a la hora de llenar el depósito del automóvil. Miran a España y les parece que la gente se queja sin ser consciente de a qué términos puede llegarse.

¿Es un abuso? Muchos portugueses piensan que eso está fuera de toda duda y no entienden cómo el Ejecutivo de Antonio Costa no afloja la presión impositiva indirecta, que finalmente constituye la mayor espada de Damocles para la vida cotidiana en Portugal.

Otro dato significativo para añadir más leña al fuego: el precio de la gasolina ha subido tanto en solo unos meses que la proporción lo sitúa en 20 veces más que los salarios a lo largo del último año. Es algo que irrita a los vecinos ibéricos en plena pandemia, con una crisis económica que solo puede calificarse como galopante y unas perspectivas nada alentadoras, aunque al Gobierno lo que más le preocupa es cómo sacar adelante los próximos Presupuestos Generales.

Las cifras no admiten dudas. Por un lado, el incremento del combustible ha alcanzado un 26%, contando desde mediados de 2020. Por otro, los recortes de sueldos en las empresas se cuentan por una media del 7%, aunque en muchos casos es bastante superior. Para colmo, se trata de compañías que, en ocasiones, aplican la reducción drásticamente incluso si sus beneficios únicamente se han visto disminuidos, pero no cercenados del todo.

El caso es que el desajuste entre lo que cuesta la gasolina y lo que percibe un trabajador se ha abierto un 30%, todo un azote económico sin remisión.

El presidente de la Asociación Empresarial de Portugal, Luis Miguel Ribeiro, no se ha mordido la lengua al lanzar una seria advertencia al primer ministro socialista: «A corto y medio plazo, estos precios nos van a costar un retroceso en las exportaciones».

Source: Noticias

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