La política monetaria no puede con los nubarrones
R. SALGADO
«Súper Mario» prepara de nuevo su fusil. Y, como ya hemos advertido en repetidas ocasiones, el tiro le podría salir por la culata. La eurozona tropezará más de dos veces con la misma piedra. El presidente del Banco Central Europeo, casi con toda seguridad, anunciará el próximo 10 de marzo un aumento del volumen de compras, una reducción de los tipos de interés y una extensión del programa de recompras a activos privados de empresas razonablemente rentables.
El nuevo «manguerazo» riega sobre mojado, y no tendrá ningún impacto en la economía de la eurozona, más allá de parchear la realidad e inflar burbujas en algunos mercados. Ya hay más de 670.000 millones de euros de liquidez excesiva. Las medidas expansivas pierden su efectividad cuando pasan a ser estructurales y se transforman en un placebo para sostener activos financieros y deudas para pagar gastos corrientes.
La inflación continúa siendo más baja de lo esperado, por lo que el Consejo de Gobierno del BCE reevaluará su política monetaria. Además, el crecimiento económico de los países miembros es el más reducido en más de un año, según se desprende del índice PMI, lo que allana el camino a los planes expansivos dictaminados desde Fráncfort. No obstante, el propio Instituto IFO ha advertido de que la política monetaria desarrollada por el BCE no está generando un crecimiento sostenido.
Europa se japoniza a pasos agigantados. El problema no es de liquidez, ni de demanda, sino de sobrecapacidad y exceso de endeudamiento. La sobrecapacidad productiva de la eurozona es del 20% y la solución pasa por liberar más recursos para consumir.
La política monetaria ha dejado de tener recorrido. Daniel Lacalle, director de inversiones de Tressis Gestión, asegura que no lo ha tenido nunca. Admite que el BCE ha logrado ahuyentar el pánico sobre la supervivencia del euro y de la eurozona como unidad monetaria, pero afirma que los planes expansivos no solucionan los problemas estructurales y que incentivan el endeudamiento. «Las primas de riesgo están en mínimos y los estados se financian sin problemas. La política monetaria no es la panacea». Lacalle recuerda que el día que se lanzó el QE, el BCE tenía un exceso de liquidez de 125.000 millones, y remarca que las necesidades de inversión pública y privada que tendrá la UE durante los próximos 30 años no llegan a sumar la cantidad que imprime el BCE en un solo año.
Rodrigo García, analista de XTB, confiesa que desde hace tiempo ve complicado que un incremento de las políticas monetarias expansivas tenga un efecto adicional positivo para la economía. Sostiene que estamos prácticamente en una situación de trampa de liquidez, con la que los tipos de interés más bajos no reportan mayores incentivos para promover el crecimiento. Y la historia económica no miente. «Vemos que los programas de estímulo más agresivos promovidos desde el Banco Central de Japón e Inglaterra no han tenido el efecto deseado», agrega.
La política de tipos bajos, además de constituir un castigo importante a los ahorradores, incentiva el endeudamiento, permite el déficit excesivo y perpetúa los sectores que propician el estancamiento. Lacalle advierte de que «será un fracaso estrepitoso, porque el problema de la Unión Europea no es monetario. Estamos destruyendo la capacidad de crecimiento potencial de la eurozona para perpetuar las ineficiencias estructurales de los estados miembros al atacar a la renta disponible de las familias».
Sin efecto multiplicador
En la eurozona existe la percepción de que la deuda pública constituye un trampolín para el crecimiento económico, pero «tenemos la evidencia empírica de que no es cierto». La inversión pública, al igual que la privada, sólo se requiere ante necesidades evidentes. Si no, no es inversión, sino gasto para sostener la economía. Si la OCDE reclama machaconamente más inversión pública para salir del estancamiento económico, Lacalle insiste en que tras 60 billones de dólares de deuda acumulada, un incremento anual de la deuda pública del 9% desde 2007 y una explosión de inversiones en infraestructuras, las estimaciones de crecimiento no dejan de revisarse a la baja. Por ello, arremete contra la falacia del multiplicador del gasto público: si el Estado gasta, no necesariamente aumenta la actividad económica.
Desde Podemos en España hasta Syriza en Grecia, pasando por un buen número de formaciones políticas en distintos países europeos, reclaman con vehemencia relajar los objetivos de déficit. «Los mismos que fingen querer proteger el Estado de Bienestar europeo lo van a hundir». Lacalle considera que «la política de aumentar el gasto público, incumplir los objetivos de estabilidad presupuestaria y sostener los desequilibrios a toda costa ha demostrado que reduce el crecimiento potencial».
Un presupuesto
Lejos de las medidas expansivas y de la intencionalidad de flexibilizar la estabilidad presupuestaria, el director de inversiones de Tressis Gestión corrobora que, sin lugar a dudas, «es la hora de las reformas estructurales». Y frente a los problemas que acechan actualmente sobre la economía europea, propone que todos los países miembros funcionaran en base a un presupuesto en el que se ajustaran los desequilibrios desde el gasto. «Que cada año hubiese un colchón, de entre un 1,5% y un 2% del PIB, que no se pudiera gastar si las previsiones de ingresos y crecimiento se incumplen. Lo lleva haciendo Alemania desde hace 15 años». No obstante, vaticina que en la eurozona se hará lo que piden los partidos de izquierda, y que fracasará. «Luego dirán que fue por una insuficiente intervención, por culpa de los agentes privados o externos. En Europa no se harán reformas estructurales. Se quiere apostar por aumentar el gasto público, volver a repetir los errores del pasado». Si entre 2008 y 2010 la UE se gastó el 3,3% de su PIB en planes de estímulo, los únicos países que se han beneficiado son los que redujeron impuestos. «Todos los que aumentaron el gasto y el déficit sufren desequilibrios estructurales», sentencia.
Source: The PPP Economy