Elena González-Blanco:«Ofrecemos la misma formación que hace 50 años y el mercado pide perfiles híbridos»


Su trayectoria ha transcurrido a caballo entre las humanidades y la alta tecnología. Licenciada en Filología Hispánica y Clásica por la Complutense, en ambos casos con Premio Nacional Fin de Carrera, Elena González-Blanco cruzó el charco en 2006 para ser profesora en la Universidad de Harvard (Estados Unidos). Allí constató que el concepto de interdisciplinariedad estaba muy arraigado y que el nivel de digitalización era más alto que en nuestro país. Volvió a España en 2008 –año en que se doctoró en Literatura Española con Premio Extraordinario– con el gusanillo de «hacer las cosas diferentes». Conoció entonces a la persona que llevaba la tecnología de la Biblioteca del Palacio Real y participó en diversos grupos de investigación europeos sobre humanidades digitales hasta que en 2013 estudió un máster de sistemas de información digital en la Carlos III. «Me reciclé y reorienté totalmente mi carrera hacia la tecnología», cuenta.

En 2014 fundó el primer Laboratorio de Innovación en Humanidades Digitales en español y en 2017 saltó al mundo empresarial para liderar el área de inteligencia artificial (IA) en Indra. Desde 2018 es la directora general de Europa de Coverwallet –‘insurtech’ adquirida por Aon–, y directora de investigación en IE University.

Las carreras humanísticas tienen fama de llevar a la docencia o directamente al paro. ¿No hacen falta estos perfiles en las grandes empresas?

Se necesita enriquecerlos con formación tecnológica, incluso empresarial y de mercado. Son necesarios, pero no en estado puro, sino en el momento en que puedan interaccionar con el resto de equipos. El problema es que ofrecemos la misma formación que hace 50 años cuando lo que se pide son perfiles híbridos con unas capacidades y una manera de adaptarse a la realidad que la formación universitaria no da.

¿Cómo se pueden conectar las aulas con las necesidades reales de las empresas?

Dando más formación interdisciplinar y no restringiéndola a la etapa universitaria.

Llevamos años hablando de digitalización, ¿en qué punto están las empresas españolas?

Han avanzado mucho porque ahora estamos en una situación en la que digitalizarse no es una opción y el que pierda el carro dentro de este acelerón se va a quedar fuera. Lo que pasa es que hay sectores en los que esta digitalización ha sido más necesaria por la propia realidad del negocio y otros que van más rezagados, como pueda ser el sector legal e incluso el de los seguros, que han entrado más tarde porque el ‘core’ de negocio no requería esa urgencia.

¿Confía en que los fondos Next Generation sirvan para trazar un plan integral de modernización o corremos el riesgo de desaprovecharlos?

Los fondos son una excelente oportunidad. La pregunta es si todos estamos igualmente preparados para aprovecharlos y hacer avanzar al país hacia la digitalización, la transformación y el crecimiento económico. En España tenemos todavía poca experiencia en ámbitos como el universitario y de investigación. Ahí somos bastante menos competitivos que otros países en la gestión de fondos europeos. Por otro lado, tenemos un talento abundante y un tejido empresarial que puede aprovechar estas ayudas. Si alineamos estas capacidades, podremos conseguir resultados interesantes, pero quizás las dudas surgen más en cuanto a cómo vamos a ser capaces de gestionarlo para que tenga un éxito productivo.

Con el crecimiento del teletrabajo, ¿se descentralizarán ‘hubs’ como Silicon Valley?

Una política de teletrabajo permite acceder a un talento deslocalizado que, en el caso de países como España que tiene buenas condiciones de vida y una serie de ventajas con las que otros no cuentan, podría hacer que descentralizásemos ‘hubs’ como Silicon Valley o incluso Londres o Dublín para lo que es desarrollo tecnológico en Europa. Podría ser una oportunidad interesante, pero está por ver si se va a materializar o no.

La IA adquiere cada vez más peso en la economía. ¿Por qué China y EE.UU. lideran la carrera frente a Europa?

Las inversiones que han realizado en los últimos diez años han sido muy superiores y, concretamente, a partir de 2017 la inversión en China ha superado a la de EE.UU. y ahora está casi triplicándola. Hay una apuesta por la IA como clave del desarrollo de la estrategia económica, política y futura del país, mientras que en Europa, a pesar de ser importante, no ha sido clave hasta una fecha más reciente. Por otro lado, hay mucha concienciación sobre regulación, lo cual no es malo mientras no impacte en el desarrollo de los proyectos. Normas como el GDPR, un avance desde el punto de vista de privacidad de datos y concienciación de los usuarios, han sido también un freno para cosas que se estaban haciendo y se tienen que hacer de otra manera. En Europa se une la diversidad lingüística, política y económica de cada país. Unificar todo esto para establecer una estrategia es más complicado.

¿En qué áreas de la IA puede España ser competitiva?

En España hay una apuesta clara: la parte de lingüística, del español. Hasta ahora todo lo relacionado con el proceso de hacer hablar a las máquinas ha sido liderado por empresas fundamentalmente norteamericanas que trabajan con el inglés, y lo mismo ha sucedido en investigación. Esto provoca una desigualdad en los algoritmos y el entrenamiento del inglés frente a otras lenguas. Sin embargo, el español, como segundo idioma más hablado del mundo, tiene una cantidad de datos inmensa y que apenas se ha explotado para entrenar a estos algoritmos. Utilizar este activo que tenemos como país para hacer madurar la IA es una oportunidad de oro en la que la ventaja competitiva es nuestra cultura, nuestros datos, nuestras empresas y activos.

«En inteligencia artificial, debemos aprovechar la inmensa cantidad de datos en español sin apenas explotar»

¿Existe un ecosistema favorable para la creación de empresas en nuestro país?

Se ha avanzado en los últimos años, con eventos como el South Summit, y casos de éxito como Glovo o Cabify. Sin embargo, en inversión en segundas rondas y oportunidades estamos por detrás de EE.UU. Esto se debe a que allí se asume que hay muchos emprendedores que pueden fallar rápido, necesitar inversión, tener una oportunidad y perderla, mientras que aquí tendemos a ir a con más preocupación. Y por otro lado, a las políticas laborales. En EE.UU. hay una flexibilidad enorme en las contrataciones, despidos, etc. y aquí no es tan fácil montar una empresa y tener esta flexibilidad. Sin olvidar, por supuesto, los impuestos… Estamos mejorando, pero nos queda mucho por aprender más allá de los grandes de siempre. Portugal, por ejemplo, lo está haciendo fenomenal en política de startups, con un éxito tremendo en los últimos años.

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