El dinero busca cobijo


¿Quién dijo que la renta variable siempre obtiene ganancias a largo plazo? ¿Y que la renta fija nunca sufre pérdidas? A ver, ¿quiénes son los gurús de la nueva economía? Se acabaron los mantras. El actual mapa no refleja los tradicionales itinerarios y los ahorradores, o pequeños inversores, han perdido la señal del GPS. Se encuentran en una encrucijada.

Mientras los depósitos ofrecen rentabilidades de chiste, la bolsa se ha desinflado. Y si la renta fija apenas lograba rendimientos por el entorno de bajos tipos de interés, Draghi dejó la puerta abierta a nuevos estímulos en marzo, por lo que se prevé que continúen en niveles próximos a cero durante una buena temporada. Entonces, ¿qué hago con mi dinero?

Con las cartas boca arriba, y sin ningún as bajo la manga, nadie parece llevar jugada. La mayoría de las personas quiere obtener algo de rentabilidad sin asumir demasiados riesgos, pero hoy apenas existen opciones. Y es que en un momento económico de tipos muy bajos, incluso negativos en determinados plazos y mercados, han desaparecido los productos simples, rentables y completamente seguros.

Al margen de actuar con cautela, sin dejarse llevar por el pánico ni la euforia de los vaivenes bursátiles, la formación financiera resulta imprescindible en la actualidad. No sólo se debe acudir a profesionales independientes para contrastar las estrategias, sino que debemos huir de los consejos genéricos. Cada inversor es un mundo y tiene a su alcance diferentes «estrellas». Pau A. Monserrat, director editorial de la web iAhorro, afirma que sin formación no hay inversión rentable, y que la alternativa al esfuerzo inversor es perder dinero. En cualquier caso, apuesta por la diversificación. Así, una familia media debe tener en su cartera un porcentaje elevado de activos con poco riesgo, como liquidez (cuentas remuneradas) o depósitos (un 50% como referencia), y algún seguro de ahorro, de cuerdo con el perfil. Parte del dinero (30%) debería estar en fondos de inversión con diferentes políticas de riesgo y el 20% restante en función de cada situación familiar.

«Desgraciadamente, el producto financiero de elección en estos momentos, el fondo de inversión, es complejo. Sólo con formación y experiencia previa, el cliente puede tener probabilidades altas de ganar dinero». Monserrat avisa de que, con frecuencia, se detecta una mala comercialización de estos instrumentos a personas sin la formación adecuada. «Si un cliente no sabe interpretar el folleto del fondo y no entiende los activos dónde invierte, no debería contratar». Trabajar mucho, ahorrar y después perder el dinero por no tomarnos en serio la inversión es un absurdo. Y el director editorial de iAhorro alerta de que el asesoramiento «gratuito» del banco cuesta mucho dinero.

Los depósitos bancarios se resquebrajan por las bajas rentabilidades que ofrecen y el dinero bajo el colchón pierde valor con el paso del tiempo a la hora de batir la inflación. Aunque disienta de buena parte de los profesionales, Monserrat defiende que «la inversión estática a largo plazo es una apuesta, no una inversión». Nada es para siempre. Grandes empresas, como los bancos, podrían acabar desapareciendo en el futuro debido a la revolución digital. Por ello, defiende las estrategias dinámicas e insta a no pensar que el largo plazo todo lo arregla. El ahorrador debe dejar de ser perezoso. Tiene que ser inquieto e informarse, diseñar sus estrategias en función de su perfil y de sus necesidades. Pero la educación financiera de los españoles resulta bastante deficitaria, y «faltan operadores que trabajen en beneficio del cliente», apunta.

Source: The PPP Economy

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