Conde, de banquero a presidiario


Seis años y tres meses después de ser destituido como presidente de Banesto, Mario Conde fue condenado a diez años de prisión por su gestión al frente del banco, lo que convirtió en un presidiario al hombre que a principios de los noventa fue considerado modelo de banquero y empresario El proceso judicial al que tuvo que enfrentarse no fue acicate suficiente para retirarle de la vida pública española ya que, al tiempo que esperaba la sentencia, lanzó una revista mensual y se presentó como candidato a presidente del Gobierno en unas elecciones generales.

Pese a sus intentos, la escasez de apoyo que recibió en los comicios -24.000 votos- fue el último capítulo del declive de este gallego, que tuvo una carrera fulgurante que culminó con su entrada en el coto privado de los banqueros, el 30 de noviembre de 1987.

Con este espectacular ascenso se convirtió en todo un ídolo de su generación, en un fenómeno social que rompió la imagen vetusta de los hombres de finanzas.

Su imagen pública, alimentada por sus éxitos académicos y profesionales y por su aspecto de hombre ambicioso hecho a sí mismo, le hizo ascender hasta los círculos de las grandes fortunas, lo que le permitió incluso navegar con la familia real.

Conde nació en Tuy (Pontevedra) el 14 de septiembre de 1948 y vivió allí hasta los nueve años, cuando su padre, un inspector de aduanas, fue trasladado a Alicante, donde estudió bachillerato en los Hermanos Maristas.

Terminó derecho con varias matrículas de honor y durante el servicio militar se preparó las oposiciones al Cuerpo de Abogados del Estado, en las que logró el primer puesto.

En 1973 se convirtió en uno de los abogados más jóvenes del país en el cuerpo de la Abogacía del Estado, con plaza en Toledo. Al año siguiente, fue destinado a Madrid como jefe de estudios en la Dirección General de lo Contencioso del Estado.

No obstante, su ambición le hizo ver que pronto tocaría techo como funcionario y, en 1976, pidió una excedencia y comenzó su actividad privada y empresarial de la mano del empresario Juan Abelló en sus laboratorios farmacéuticos.

Su primer gran éxito empresarial se produjo en 1986 con la venta de Antibióticos SA a la italiana Montedison por 58.000 millones de pesetas, operación que se consideró la mayor realizada en España y a cambio de la cual obtuvo un paquete de acciones de la multinacional.

En octubre de 1987, una fuerte inversión le convirtió en uno de los mayores accionistas a título individual del Banesto, con lo que consiguió inicialmente un puesto en el consejo de administración y, más tarde, la vicepresidencia.

Un mes después, la OPA presentada por el Banco Bilbao brindó a Conde la oportunidad de demostrar sus habilidades y las de su equipo jurídico para enfrentarse a situaciones difíciles, lo que le ascendió hasta la presidencia del banco.

Comenzó entonces una nueva etapa en el banco, con grandes proyectos, algunos de ellos frustrados, como la salida a bolsa de la Corporación, que obligó a Conde a iniciar la venta de las llamadas «joyas de la corona», como el grupo cementero, Petromed y una importante participación en la Unión y el Fenix, entre otras.

A medida que las cuentas de Banesto empeoraron, Conde inició su desembarco en los medios de comunicación con la compra de paquetes en televisiones, revistas y periódicos.

El deterioro de la cuenta de resultados de Banesto no impidió que Mario Conde se mantuviera como modelo de empresario, y que recibiera muestras de consideración por parte de instituciones, como la Universidad Complutense de Madrid, que le nombró doctor honoris causa.

Pese a una ampliación de capital y de un plan de saneamiento, el Banco de España decidió el 28 de diciembre de 1993 sustituirle al frente de Banesto, junto con todo su consejo de administración, tras comprobar la existencia de un quebranto patrimonial de 605.000 millones de pesetas.

A finales del año siguiente, la Fiscalía de la Audiencia Nacional presentó una querella contra Conde y la mayoría de sus ex colaboradores por varios delitos.

Comenzó entonces su periplo judicial, que vivió uno de sus momentos más duros cuando el juez Manuel García Castellón ordenó su ingreso en prisión en diciembre de 1994, de donde pudo salir 34 días después tras depositar una fianza de 2.000 millones de pesetas.

No obstante, tuvo que volver a Alcalá-Meco en febrero de 1998, prisión en la que estuvo recluido 17 meses en diferentes grados, tras ser condenado a cuatro años de prisión por el caso Argentia Trust -desaparición de 600 millones de pesetas de Banesto-.

Sin embargo, su mayor prueba judicial se desarrolló durante los dos años de juicio por el llamado «caso Banesto», por el que ha sido condenado a diez años y dos meses de cárcel.

Source: The PPP Economy

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