La economía se enfría y sorprende al Gobierno sin plan de reacción
Si hay algo tan tozudo como una mula en cuestiones económicas son los números. Y estos dicen que España está inmersa en la desaceleración que ya se vaticinó meses atrás. El PIB avanzó un 0,6% en el segundo trimestre del año, frente al 0,7% que lo hizo entre enero y marzo. La creación de empleo se está ralentizando, con un incremento anual de la afiliación a la Seguridad Social en julio del 2,99%, frente al 3,61% del año anterior. El consumo de los hogares también ha perdido fuste y entre abril y junio avanzó un 0,2%, cuando en los trimestres previos había mejorado por encima del 0,5%. La variación de las exportaciones entró en terreno negativo a mediados de año, con una caída del 0,8%. Y así, un rosario de indicadores que dibujan un panorama de enfriamiento de la economía nacional.
Detrás del frenazo hay factores tanto externos como internos. Entre los ajenos a la voluntad nacional, José Ramón Pin Arboledas, profesor del IESE, y Miguel Ángel Bernal, profesor de la Fundación de Estudios Financieros, coinciden en el incremento del precio del petróleo y Donald Trump. El crudo Brent, de referencia en Europa, ha escalado casi un 50% el último año, hasta los 75 dólares el barril. Para una economía que importa más del 98% del petróleo que consume como la española, este vertiginoso aumento de su precio es un duro palo, como explica Pin Arboledas. Impacta en la balanza de pagos porque encarece la factura de las importaciones y lastra las exportaciones. «Incrementa los costes de producción y perjudica las ventas al exterior», resume Pin Arboledas. El proteccionismo de Trump también afecta a España, al igual que al resto del mundo, porque están ralentizando el comercio mundial y haciendo que muchos inversores se lo piensen dos veces antes de arriesgar su dinero. Lo mismo le ocurre a los consumidores, que dudan a la hora de gastar por la incertidumbre sobre lo que ocurrirá con sus empleos. A este cúmulo de despropósitos se han sumado las turbulencias en países como Argentina, Brasil y Turquía, en los que compañía españolas como Telefónica, BBVA, Santander o Repsol tienen muchos intereses.
Entre los factores internos, Miguel Ángel Bernal apunta a «cierto cansancio después de crecimientos del PIB por encima del 3% en los últimos años». En uno de sus últimos Cuadernos de Información Económica, Funcas habla del fin del «efecto rebote». Tras caer en una profunda recesión, España comenzó a recuperarse en 2014 y ha crecido con fuerza los últimos años desde una situación muy desfavorable. Con la normalización de la situación, la demanda embalsada de consumo comienza a mostrar síntomas de agotamiento que se suman a los temores provocados por el proteccionismo. Y que se agote el impulso del consumo en España es crítico para el PIB, cuyo avance depende en gran medida de esta demanda interna. Junto al consumo, Bernal y Pin Arboledas apuntan al parón del turismo como el otro gran causante interno del frenazo económico. Bernal asegura que la situación política en Cataluña «ha afectado a la imagen de España». Pero también advierte, como Pin Arboledas, de que la creciente mejora de competidores como Túnez o Turquía, uno por su mayor estabilidad política y el otro por la depreciación de la lira, suponen una amenaza.
Para afrontar este complejo panorama, España no cuenta con los mimbres más idóneos, a decir de los expertos. Bernal habla de que el Gobierno de Pedro Sánchez «no tiene una política económica clara. No hay rumbo», asegura. Pin Arboledas avisa de que la política presupuestaria no es la adecuada. «El panorama es malo. Si Sánchez prorroga los Presupuestos actuales, tendrá unas cuentas pensadas para un crecimiento superior al 3% y ya no estamos en esos niveles. Y si saca adelante las nuevas cuentas, tampoco será bueno porque están pensadas también para un ciclo económico de crecimiento en el que no estamos», explica.
Presupuestos al margen, la situación de debilidad en el Congreso de Sánchez –sólo 84 de los 350 diputados son socialistas– complica las reformas estructurales que necesita España para resistir ciclos como el que vienen. La más importante, la laboral. Organismos como el FMI han pedido a España que la complete a la vista de los, a su juicio, buenos resultados que ha dado. Sin embargo, Sánchez camina en la dirección opuesta. Prometió acabar con ella si llegaba a La Moncloa. Pero ante la imposibilidad de hacerlo por la complejidad que entraña, se ha propuesto desmontarla poco a poco. Pretende, por ejemplo, que los convenios sectoriales prevalezcan sobre los de empresa, algo que Pin Arboledas considera erróneo en un momento de cambio de ciclo en el que muchas compañías necesitan ajustar sus salarios para sobrevivir y no que les impongan una subida sectorial. De todos modos, su debilidad complica al Gobierno sus planes laborales. Esa misma fragilidad tiene empantanadas otras cuestiones vitales como la reforma de las pensiones o la de la financiación autonómica.
Source: The PPP Economy