Pequeñas y medianas pierden el miedo a vender fuera internacionalizan


El sector exterior español ha ganado músculo y se ha hecho más fuerte en los últimos años. Es uno de los cambios más positivos que ha experimentado la economía del país a lo largo de la crisis y que más frutos puede dar a corto y medio plazo. «No cabe duda que las exportaciones han jugado un papel fundamental durante los últimos años, tanto para frenar la caída de la economía durante la crisis como para apoyar la recuperación cuando por fin se ha producido», apunta Joaquim Gay de Montellà, vicepresidente de CEOE y presidente de su Comisión de Relaciones Internacionales.

Su crecimiento sostenido ha hecho posible que el año pasado se haya alcanzado un récord de ventas de 250.241 millones de euros, un 32,2% más que en 2008, el mejor año antes del colapso del comercio internacional. Si entonces equivalían al 17% del PIB, en la actualidad han superado el umbral del 23%, cifras que ponen de manifiesto un mayor protagonismo de este sector.

Pero más importante es, si cabe, el aumento que se ha producido en el número de empresas exportadoras: de las poco más de 101.000 que había en 2008 se ha pasado a más de 147.000, un 45% más. Además, las exportadoras regulares, que son aquellas que lo hacen de forma consecutiva en los últimos cuatro años, han crecido hasta alcanzar en 2015 un total de 47.782, la cifra más alta de toda la serie. Según el consejero delegado de Icex España Exportaciones e Inversiones, Francisco Javier Garzón Morales, «la estabilización del número de empresas exportadoras totales y la expansión de las regulares podrían ser indicativas de una fase de consolidación de nuestra base exportadora, después de los años de expansión».

En la misma línea, Gay de Montellà señala que, aunque el grado de concentración de las exportaciones «sigue siendo muy elevado», puesto que las 100 primeras empresas acaparan el 40% del volumen de ventas, se observa en los últimos años un «notable crecimiento de las exportadoras regulares entre las pymes, un dato muy positivo, ya que supone una ampliación de la verdadera base exportadora de la economía española en un periodo en el que la demanda interna ya estaba mejorando y no había tanta necesidad de mantener las ventas a través de la exportación».

El hecho de que la potencia exportadora de las empresas españolas haya seguido aumentando con el cambio de ciclo revela que el crecimiento del sector exterior es más que un efecto transitorio de la situación económica. Para Garzón, «más allá de la coyuntura, que naturalmente tiene una influencia importante, se ha producido en estos años una aceleración de la internacionalización de nuestra economía de tal magnitud que puede definirse como un cambio estructural. Las empresas han interiorizado definitivamente, en estos últimos años, que la internacionalización se ha convertido en una realidad ineludible, que debe formar parte del núcleo de sus estrategias y que sólo las empresas competitivas a nivel internacional tendrán posibilidades de supervivencia».

Gay de Montellà comparte este análisis sobre lo que define como un «cambio cultural» en las empresas: «Si antes la exportación era percibida como una solución coyuntural a la caída de la demanda interna, hoy en día la internacionalización ha sido interiorizada por las empresas como una vector clave de su competencia y como un elemento esencial para garantizar un crecimiento sostenido, desvinculado de los vaivenes cíclicos de la economía nacional».

Otro aspecto destacable de la evolución del comercio exterior es que, como indica el consejero delegado de Icex, «el dinamismo exportador está resultando generalizado, excepto en productos energéticos». Y entre los que más crecen están precisamente los cinco principales macrosectores de ventas: los bienes de equipo, especialmente maquinaria y aparatos eléctricos; la automoción; el grupo de alimentación, bebidas y tabaco; la química, donde destaca el capítulo de medicamentos, y las manufacturas de consumo, con la confección, el calzado y los juguetes a la cabeza.

A este dinamismo general hay que sumar la mayor diversificación de destinos, que es otra clave importante en estos últimos años. Hace una década, la Unión Europea absorbía el 71% de las exportaciones españolas, mientras que la actualidad se ha rebajado hasta el 65%. Y eso a pesar de que en 2015 la tendencia se ha frenado por el menor impulso de los países emergentes.

A juicio de Francisco Javier Garzón, «esta diversificación debe seguir siendo una prioridad, pues, a pesar de la ralentización actual en los mercados emergentes, los cambios geopolíticos y comerciales que se han verificado en los últimos 10 o 15 años son irreversibles. Y, aun con altibajos, seguirá siendo en los mercados emergentes en donde estarán las grandes oportunidades en el futuro».

Con vistas a los próximos años, uno de los principales retos del sector exterior es, según el vicepresidente de CEOE, «mantener e incrementar la competitividad», en el que será determinante «el crecimiento de la productividad y la innovación». Esta última es, además, un factor estratégico, sobre todo en los sectores de mayor contenido tecnológico, como la nanotecnología, los nuevos materiales o el equipamiento científico, donde el Icex observa «un gran dinamismo, con muchas y muy interesantes nuevas empresas e iniciativas».

Añade otros retos, como «la constancia del mundo empresarial en la organización de ferias y que el peso de la exportación pase del 32% al 50% del PIB en 25 años». Mientras, la principal amenaza es, según Garzón, «la ralentización de la economía global, con particular incidencia en los mercados emergentes».

Source: The PPP Economy

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