La década perdida de Europa


La Eurozona creció en 2015 un mediocre 1,5%. Una expansión que, para más inri, oculta importantes disparidades internas: mientras que Irlanda está prosperando a tasas cercanas al 7% y España a unas superiores al 3%, Finlandia decrece un 0,2% y la Grecia syriziana se hunde un 1,9%. El resto de países, por su parte, se encuentran en una situación cercana al estancamiento: Italia, Francia, Alemania, Austria, Holanda y Portugal apenas aumentan su actividad en torno al 1%.

Tomando algo más de perspectiva, ya podemos hablar sin ambages de «la década perdida de Europa»: entre 2006 y 2015, el PIB de la Unión Europea apenas se incrementó un 5,8%, lo que equivale a una media del 0,55% anual. Todavía peores registros ha marcado la Eurozona: durante ese mismo período, se expandió un 3,7%, esto es, una media anual del 0,35%.

Evidentemente, los grandes perdedores de esta década perdida han sido los países más afectados por la crisis: el PIB griego ha descendido más de un 25% desde 2006, el italiano un 7%, el luso un 3% y el español ha permanecido básicamente plano. Mas no pensemos que el resto de sociedades europeas menos expuestas a la Gran Recesión han sobrellevado el último decenio de un modo sobresaliente: las socialdemocracias nórdicas de Finlandia y Dinamarca han decrecido varias décimas desde 2006, Francia y Holanda se ha expandido poco más del 5%, Bélgica y Austria lo han hecho apenas por encima del 8%, y Alemania y Reino Unido se han quedado en un 10%.

Nada de lo que enorgullecerse. Comparemos, si no, el modesto crecimiento del 3,7% experimentado por la Eurozona durante los últimos diez años con la expansión disfrutada por las cinco economías más libres del mundo durante en ese mismo período: Suiza ha crecido un 16%, Nueva Zelanda un 19%, Australia un 27%, Hong Kong un 30% y Singapur un 53%. Incluso EE UU, un área económica tan grande como la eurozona pero marginalmente más libre, ha incrementado su PIB más de un 12% a pesar de los rigores de la crisis.

En otras palabras, aunque la principal causa de esta década perdida para Europa sea el estallido de la crisis, no deberíamos imputarle toda responsabilidad a la misma. Otras economías que también se han visto expuestas directamente a la Gran Recesión (por ejemplo EE UU o Suiza) han crecido entre tres y cuatro veces más que la eurozona; y aquellas que se han visto menos afectadas lo han hecho hasta doce veces más.

Por consiguiente, más allá del contexto depresivo, deberíamos plantearnos si Europa no padece otros problemas más de fondo que le impiden desplegar todo su potencial. Y la respuesta es un rotundo sí: el Viejo Continente se ha esclerotizado en un cenagal de endeudamiento, impuestos, gasto público y regulaciones estatales. La enorme deuda pública y privada absorbe su escaso volumen de ahorro interno; los impuestos y el gasto público fagocitan la renta de los ciudadanos, distribuyéndola según los caprichos de burócratas y lobbies extractivos, y las regulaciones estatales maniatan la creatividad de sus ciudadanos para crear riqueza innovando y emprendiendo.

Si no queremos que Europa emule a Japón y añada otra década perdida a su historia, deberíamos replantearnos inmediatamente nuestro modelo estatalizado de crecimiento: lejos de aspirar a reforzar los controles de los políticos sobre los ciudadanos, tendríamos que empezar a eliminarnos. Lo que hizo a Europa rica fue su libertad económica: exactamente lo mismo que podría rescatarla en estos momentos.

Source: The PPP Economy

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