Epicentro Italia: la banca europea vuelve a temblar


Tras la crisis económica de 2012 que estuvo a punto de arrastrar a la quiebra a países como España o Italia y que incluso llegó a amenazar la misma subsistencia del euro, la estabilidad financiera de toda Europa parecía estar garantizada: los gobiernos de Grecia, Irlanda o España acababan de recapitalizar a su banca a costa de los contribuyentes y el Banco Central Europeo, que había abierto el grifo del crédito para facilitar la renovación a bajo coste de todas las deudas de la Eurozona. Sin embargo, durante los últimos meses las preocupaciones sobre la viabilidad del sistema financiero europeo han vuelto a emerger, especialmente en Italia.

Desde 2008, el muy fragmentado sistema bancario italiano acumula créditos morosos con una cantidad de 360.000 millones de euros: un importe equivalente al 25% del PIB y al 17% de todos los créditos del sistema financiero italiano. Recordemos que la banca española requirió de un rescate cuando alcanzó tasas de morosidad reales del 15%. De hecho, el tercer mayor banco transalpino, el Monte del Paschi, acumula una del 35%. Evidentemente, pues, la situación financiera de Italia no puede ser sostenible por más tiempo. El miedo no queda restringido a la banca italiana: el sistema financiero europeo está interconectado y la exposición a Italia de las entidades de crédito de otros países del Viejo Continente es elevada. Los bancos españoles poseen 44.000 millones en inversiones italianas, los bancos alemanes, 84.000 millones y, sobre todo, la banca francesa, con 250.000 millones.

Las pérdidas potenciales son enormes, así como sus repercusiones sobre la estabilidad del conjunto de la economía europea. El Deutsche Bank, el mayor banco alemán al que recientemente el Fondo Mone- tario Internacional (FMI) ha calificado como el mayor catalizador de riesgos sistémicos globales, ya ha solicitado una inyección de capital público de 150.000 millones de euros para la banca continental, acaso porque él mismo se halla expuesto en 12.000 millones de euros a Italia.

Sucede que las más recientes normativas europeas a propósito de la resolución bancaria prohíben destinar dinero de los contribuyentes a salvar a los bancos si con anterioridad no se han impuesto pérdidas sobre los accionistas y los acreedores de esas entidades financieras. Dicho de otra manera, quienes deben cargar inicialmente con el agujero financiero de un banco han de ser aquellos inversores que contribuyeron a generarlo por prestarle su capital. En consecuencia, los 150.000 millones de euros que Deutsche Bank cree imprescindible incorporar a la banca europea, deberían salir de imputar pérdidas a los inversores.

Dificultades

A la hora de la verdad, los políticos suelen ser reacios a trasladarles esas pérdidas a sus ciudadanos, esto es, a sus votantes. Como es el caso de Matteo Renzi, que está capitaneando la oposición dentro de la Unión Europea para imponer quitas a los acreedores de la banca: alrededor de 200.000 millones de euros en deuda de entidades financieras italianas se halla en manos de inversores particulares, de manera que imponerles pérdidas podría generar cierto grado de oposición social (similar a lo que tuvo lugar en España con las participaciones preferentes).

No deberían ser los políticos los responsables de decidir la modalidad de evitar la bancarrota de un sistema financiero, debido a que no son ellos los que están tomando tales decisiones con su dinero. Deberían ser los contribuyentes quienes, esta vez sí, se plantaran ante la masiva socialización de pérdidas que de nuevo están planificando nuestros mandatarios. En esta ocasión, no deberíamos dejarnos esquilar: incluso la ley nos da la razón.

Source: The PPP Economy

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