Un tratamiento tecnológico para mejorar la salud financiera
Los españoles no nos caracterizamos precisamente por poseer una arraigada cultura del ahorro. En ocasiones tampoco es fácil mantener una buena salud financiera, es decir, contar con el dinero suficiente para cubrir todos los gastos y lograr destinar una parte de los ingresos a planificar el futuro y afrontar los posibles imprevistos que surjan en el camino vital. Pero en otras ocasiones, el problema es una deficiente o nula planificación. ¿Por qué no tenemos la mente en el ahorro? ¿Puede la tecnología ayudar a controlar los instintos que nos empujan a la gratificación inmediata que proporciona consumir y gastar? Las respuestas las tiene la economía conductual, que estudia cómo y por qué actúan los distintos agentes económicos.
«En nuestra toma de decisiones diarias, existen muchos sesgos cognitivos y atajos mentales que afectan a nuestras decisiones financieras y, por ende, a las que tienen que ver con el ahorro», comienza por explicar Nuria Pesquera, responsable de Behavioral Economics en BBVA. Sesgos cognitivos que «nacen de la necesidad que tenemos las personas de emitir juicios inmediatos para responder rápidamente ante determinados estímulos o situaciones. Son imprescindibles para la supervivencia, nos permiten tomar decisiones intuitivas. Sin embargo, muchas veces nos hacen tomar decisiones poco acertadas», añade. Por su parte, los atajos mentales nos llevan a decidir sin tener en cuenta toda la información disponible o necesaria. «No somos tan racionales como pensamos y cometemos constantemente errores al decidir en cuestiones tan importantes como el ahorro», puntualiza.
Igual que existen app que enseñan a organizar la agenda o a adelgazar, también las hay para ahorrar
El sociólogo Jacobo Blanco señala nuestra cultura de consumo como impedimento para el ahorro. «Todo lo que tenemos lo consumimos. A los 65 años solo un 25% tiene un fondo de pensiones, de media de 10.000 euros. No existe cultura de previsión, no pensamos en la vejez». En España se compensa la falta de ahorro con la compra de la vivienda, «pero vamos a ver qué pasa dentro de 30 años cuando la gente jubilada no tenga casa», matiza. Otro aspecto que destaca es el hecho de que los españoles nos jubilamos antes del promedio de Europa y vivimos más años por lo que «disfrutamos 20 años o más de la jubilación». Cree necesario un cambio disruptivo en nuestra sociedad y que la precariedad de los jóvenes, por ejemplo, se compense con otras fórmulas de ahorro.
Al menos, parece que la necesidad de pensar en el futuro y de mejorar la planificación financiera comienza a abrirse camino en la mente de la población. Según una encuesta realizada por Kantar para BBVA, a más de la mitad de los españoles (56%) les gustaría saber cómo invertir su dinero para generar más beneficios, mientras que el 51% quiere aprender a administrar mejor su economía. Pero sólo dos de cada diez saben de finanzas y se sienten suficientemente seguros a la hora de tomar decisiones.
Lo cierto es que las personas ahorramos menos de lo que nos gustaría por varios motivos. Nuria Pesquera señala el exceso de confianza, tendemos a sobreestimar la probabilidad de que todo salga bien cuando nos planteamos una meta. «Esto nos lleva a hablar del sesgo del presente: buscamos gratificaciones inmediatas, infravalorando los beneficios futuros. Por ello es complicado poner en marcha planes de ahorro a largo plazo, como un plan de jubilación». Encontramos también el sesgo de la aversión a la pérdida, «que nos dice que damos más valor a evitar pérdidas que a tener ganancias de la misma cuantía» o el sesgo de ‘status quo’, «que es la tendencia a aceptar lo que nos viene dado y a seguir con lo que siempre hacemos».
Tal y como recuerda Jorge Coca Marqués, profesor del Programa Especializado en Private Wealth Management del IEB, «en la toma de decisiones de inversión, la situación se complica porque la información es muy abundante, pero no completa, el escenario cambia rápidamente, hay limitaciones de tiempo. Esa información se transforma en ruido, y, además, hay mucho en juego. Ello conduce a que el inversor, que en ocasiones quiere “quitarse de encima” una decisión que le incomoda o le duele psicológicamente, para evitar análisis exigentes, tome atajos que no siempre acaban bien». Por eso a la hora de invertir, «el mayor enemigo somos nosotros mismos».
Romper la brecha
¿Es la tecnología la llave para lograr un cambio de mentalidad? Coca Marqués reconoce el protagonismo que ha tomado en el ámbito financiero: «Permite centrarse más en la personalización real del servicio, de acuerdo a los intereses y necesidades del cliente. A cada uno hay que darle la formación que requiere, pues cada uno está en un momento vital diferente, con necesidades distintas», indica el docente. Han surgido desde hace ya años las empresas ‘fintech’ y «en concreto los ‘roboadvisors’ que ayudan a democratizar el servicio de asesoramiento patrimonial y a mejorar la toma de decisiones».
Igual que existen aplicaciones que nos enseñan a adelgazar o a organizar nuestra agenda, también las hay para ahorrar. «En la app de BBVA hemos incorporado varias herramientas para ayudar a nuestros clientes a superar esa brecha entre la intención y la acción. Se trabaja con distintos mecanismos, como pueden ser automatismos o reglas automáticas para que las personas nos comprometamos a ahorrar hoy sobre algo que sucederá en el futuro», explica Pesquera.
Preparados para el cambio