Un sistema universitario adaptado a los retos


Las universidades españolas, al igual que el conjunto de la sociedad de la que formamos parte y a la que servimos, han tenido que superar en los últimos doce meses una conmoción inesperada y traumática. La irrupción de la pandemia de la Covid-19 en marzo del año pasado obligó a tomar decisiones y aplicar medidas urgentes en apenas 24 horas. Algo que nunca se había visto.

La docencia en remoto de emergencia activada cuando nos vimos forzados a suspender la presencialidad permitió concluir satisfactoriamente el semestre y salvar un curso que se daba por perdido. Se consiguió gracias al enorme esfuerzo de la comunidad universitaria y a medidas como el reparto de equipos informáticos para reducir la brecha digital y el empleo de recursos propios para ayudar a quienes afrontaron imprevistos socioeconómicos muy complicados.

El inicio de este curso tampoco ha sido fácil. Nuestra visión de la Universidad como foro de intercambio intelectual y social requiere, en el caso de las universidades presenciales, de la asistencia a clase. Con la adaptación a un formato bimodal, se ha preservado la calidad de nuestra formación integral en conocimientos, valores, competencias y habilidades.

Hemos articulado un modelo mixto, entre docencia presencial y telemática; se ha priorizado la asistencia del estudiantado de primer curso y de prácticas y laboratorios; convertido los campus en espacios seguros con el estricto cumplimiento de las medidas higiénico-sanitarias y protocolos Covid; reducido entre un 30 y un 50 por ciento los grupos y establecido un sistema de rotación para que una mitad asista presencialmente mientras la otra sigue la clase en streaming desde cualquier dispositivo conectado a internet.

Esta generación no será una generación perdida. Será diferente. Con mayor capacidad de adaptación, resiliencia y empatía, y con unas habilidades sociales y competencias digitales acordes a las necesidades de un mundo que ha cambiado y para el que les estamos formando con todas las garantías.

Ahora, a pocas semanas de terminar este curso, las universidades miramos al futuro; buscamos respuesta a una pregunta que nos inquieta, porque afecta de lleno a nuestra Misión. ¿Qué sociedad queremos en una década?

La reforma del Sistema Universitario es inaplazable si queremos que las universidades pongan todo su potencial al servicio del cambio hacia una economía basada en el conocimiento. La Ley de Universidades, reformada por última vez hace 14 años, se ha quedado obsoleta y es imposible que seamos competitivas en Europa en los próximos diez años. La inminencia de una Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU) es la ocasión para convertir esta crisis en una oportunidad. Pero se nos debe escuchar.

Las universidades conocemos los retos. Y con una nueva normativa, que nos dé seguridad y estabilidad, podemos afrontarlos.

Hay que racionalizar y flexibilizar la oferta académica para responder mejor a las demandas de la sociedad, impulsar las enseñanzas integradas y la formación dual, así como avanzar en la acreditación institucional y el desarrollo de titulaciones internacionales conjuntas.

Hay que diseñar una carrera académica estable que atraiga y retenga talento, simplificar la asfixiante burocracia que sufren los investigadores, eliminar la tasa de reposición y dar autonomía a las universidades para que configuren las plantillas adecuadas a sus objetivos.

Hay que mejorar la transferencia del conocimiento generado en las universidades favoreciendo la participación de las empresas y profesionales en el tejido universitario y de los docentes e investigadores en las empresas.

Hay que elaborar un Estatuto del Estudiantado y reformar el sistema de becas y tasas para garantizar una absoluta igualdad de oportunidades y que la Universidad sea un nuevo espacio de oportunidades.

Y para todo esto, para poner en marcha la Universidad 2030, es imprescindible tener una financiación suficiente, plurianual y basada en los resultados. Pero no para mayor gloria de la comunidad universitaria, sino para cumplir con lo que se espera de nosotros. Por eso, no tenemos ningún reparo en aumentar, aún más, nuestra rendición de cuentas.

Los países más desarrollados no son los que más invierten en sus universidades, sino que los países que confían e invierten en sus universidades son los que acaban siendo los más desarrollados.

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José Carlos Gómez Villamandos es Presidente de CRUE Universidades Españolas y Rector de la Universidad de Córdoba

Source: Noticias

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