Trampa marginalista
EL informe del Banco de España sobre la evolución de los precios de la electricidad dice que la mitad del encarecimiento en España se debe a la subida del precio del gas, un 20% al alza del precio de los bonos de carbono y queda en el aire un 30% que, por descarte, se ha asumido que se trata de factores relacionados con la legislación, es decir la regulación que incide en el traslado de los precios mayoristas, el transporte y la distribución al consumidor doméstico. Esto significa que un 50% de la subida de lo que hoy está usted pagando por la electricidad se debe al mercado (subida de la materia prima gas) y la otra mitad es política, obedece a la intervención del Estado.
El informe destaca que este encarecimiento ha sido mayor en España -y como tal ha tenido un impacto importante de hasta ocho décimas en el Índice de Precios al Consumo armonizado-, entre otras cosas porque nuestro mecanismo de formación de precios recoge con más rapidez la volatilidad, como también sucede en Suecia o Estonia. Los elementos que amortiguaban esta volatilidad fueron suprimidos en 2014 tras la denuncia de que las eléctricas estaban manipulando la subasta Cesur que repartía las alzas de precio a lo largo de un trimestre. En el negocio energético, los mecanismos de amortiguación son habituales, pero España es uno de los pocos sitios donde el gobierno los ha liquidado por un golpe de demagogia populista y no creó uno alternativo.
Hay otra forma de ver este informe y es por el coste de la transición ecológica. Resulta que hasta un 70% de la variación del precio tiene que ver con mecanismos de mercado intervenidos y manipulados. Un 20% por la subida de los bonos de carbono, un impuesto creado por los países europeos a determinados (no todos) sectores que contaminan. Y un 50% por el aumento del coste del gas de los ciclos combinados aunque no quemamos todo ese gas para producir energía. Cuando estos entran en acción para suplir la falta de energía barata (nucleares, eólicas, solares e hidráulicas fluyentes), el precio se dispara porque el mercado es marginalista. Marginalista significa que la última forma de generación que entra al sistema marca el precio. Eso significa que si ayer a las seis de la tarde el consumo era de casi 30.000 MWh, el precio lo marcaban los 370 MWh del carbón y los 3.200 del ciclo combinado, frente a los 7.400 MWh de eólica, los 6.800 de nuclear, los 6.000 de la solar y los 870 de la hidráulica.
Que paguemos la hidráulica a precio de gas, como denuncian habitualmente economistas socialistas con un apellido en concreto, requiere una explicación. Pero también lo es que paguemos la eólica o la solar a precios de gas. El mercado marginalista, que usa toda Europa, también tiene detrás un diseño ideológico basado en premiar a las renovables. Hay que cambiarlo, porque si los ciudadanos no notan en su vida cotidiana las ventajas de luchar contra el cambio climático, el sistema se vendrá abajo con gran estrépito. jmuller@abc.es