Temor a un nuevo cataclismo mundial


Si en 1929 Wall Street se desplomó tras unos felices años 20 en los que las bolsas estadounidenses habían llegado a multiplicar por cinco su tamaño, en 2008 el banco Lehman Brothers quebró después de especular con créditos «subprime» e hipotecas basura. Ahora se augura un nuevo cataclismo bursátil y otro descarrilamiento de la economía. El pinchazo de la burbuja china salpicará al resto del mundo, la apreciación del dólar encarecerá la deuda contraída por muchos países, las condiciones financieras más restrictivas generarán vulnerabilidades en los mercados emergentes y la escalada de las actuales tensiones geopolíticas perturbará el comercio mundial.

El crash bursátil atemoriza. Está siendo el peor enero desde 2008, y los inversores han comenzado a temblar. Hipocondríacas frente a varapalos de tal envergadura, y pavorosas por lo que se pueda avecinar, las empresas congelan sus inversiones. El riesgo de la profecía autocumplida podría desembocar en una nueva crisis, pero aún no se han publicado indicadores acordes a la sobrerreacción negativa que tuvieron los mercados en las primeras semanas del año. Y es que hay una desproporción entre los batacazos de las bolsas y lo que se desprende de las cifras macro.

Aunque los mercados a veces constituyan indicadores adelantados, y no termómetros, de la economía, no siempre han sabido anticipar las crisis. Suelen correlacionarse las caídas bursátiles con recesiones económicas, por lo que quizás se esté fraguando una nueva depresión mundial. Pero la opción resulta un tanto remota. No obstante, el inversor estadounidense George Soros aseguró que estamos ante un serio desafío que le recuerda a la crisis de 2008, y advirtió de que la situación de China se parece a la que se desencadenó en la ruina de Lehman Brothers. También ha manifestado que la Unión Europea está al borde del colapso.

El cambio de modelo productivo del gigante asiático no funciona. Y la economía de los países emergentes depende en buena medida de lo que allí ocurra, por lo que su desaceleración constituye uno de los mayores retos a los que se debe hacer frente. No se sabe si aguantarán sus víctimas colaterales, y la confianza de los inversores en China y en los mercados emergentes continúa a la baja. Mientras que las salidas netas de capital en 2015 de los emergentes alcanzaron los 735.000 millones de dólares, la estampida del gigante asiático superó los 670.000 millones de dólares. Aunque China crezca por encima del objetivo del 6,5% anual, hay más riesgos a la baja que al alza. Y son muchos los que dudan de la tasa de crecimiento oficial –se cree que podría ser de apenas un 4%–. Pero tiene músculo financiero para hacer experimentos, con nuevas rebajas de los tipos de interés y del coeficiente de reservas bancarias, expansión fiscal y devaluaciones del yuan.

El FMI ha restado dos décimas su proyección de crecimiento económico mundial. Pese a mantener sus cálculos sobre China, que seguirá frenando, ha reducido con fuerza su pronóstico para Brasil y Rusia, ya en recesión. Christine Lagarde alertó de que el crecimiento en 2016 sería decepcionante. Y ayer concluyó el Foro de Davos, donde se han planteado respuestas a los grandes desafíos de la actualidad.

Source: The PPP Economy

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