Señales para detectar a un trabajador incompetente
Quién no ha oído decir alguna vez de un compañero o de un jefe que es un incompetente. Aunque mencionarlo pueda resultar ofensivo, no significa calificarle de inútil por naturaleza, puede que la empresa haya errado y lo haya puesto en un puesto no adecuado para sus cualidades y aptitudes. Detectar al trabajador incompetente es, según el presidente de Otto Walter International, Francisco Muro, mucho más fácil de lo que parece. «Cuando tienes dudas de si alguien vale o no vale, ésa es la señal. Con la gente normal y competente no hay dudas, y les ves funcionar desde el principio, y mejorar apenas les indicas lo que deben corregir para progresar. El incompetente nunca funcionó bien y el verdadero problema, a veces, está más en quien se empeñó en no querer ver la realidad, en justificar lo injustificable y en quien no es capaz de reconocer que se equivocó eligiendo a esa persona».
Está claro que nadie nace sabiendo, pero si después de muchas intentonas el empleado no encaja con el trabajo, entonces toca decidir. «Por lealtad al equipo y a la empresa el buen jefe debe asegurarse que están en el grupo los que aportan y merecen estar. Jardinero que no sabe podar, jardín que no triunfa. Puede que suene incorrecto, pero la experiencia enseña que más vale una vacante que un incompetente. Con la vacante nos arreglamos mientras buscamos al candidato idóneo, con el incompetente todos sufrimos y no se avanza», añade Muro.
Resulta más difícil detectarlo en las grandes compañías, donde la gente se puede esconder con más facilidad y la incompetencia es asumida, mientras que en las pequeñas se vislumbra con mayor rapidez y el impacto es mucho mayor. «A veces la incompetencia viene porque la persona no está alineada con el cargo, si está por encima se aburrirá y si está por debajo se le promociona hasta su máximo nivel de incompetencia. Las grandes organizaciones tienen muchos tipos así, crecen de manera exponencial pero no te garantizan que sea la persona adecuada», sostiene Carlos Recarte, socio director de Recarte & Fontenla.
Por lo general el trabajador incompetente tiene errores frecuentes y en caso de haber recibido aviso sobre ellos, no realiza ninguna corrección. Su respuesta a los proyectos y actividades de la empresa son poco eficientes y de escaso valor. Las relaciones con sus compañeros o personas de su equipo se ha ido deteriorando. No cumple sus objetivos de forma continua. Aporta excusas cuando se le solicitan justificaciones por los resultados obtenidos. Sus conocimientos, habilidades y aptitudes no se encuentran actualizados y ya no son acordes a la organización. Ya no domina el trabajo para el que fue contratado. Se satura con la carga de trabajo y es incapaz de darle salida o de gestionar a las personas que podrían llevarlo a cabo. Éstos son algunos de los indicios que desde Infoempleo apuntan para identificarlos.
¿Pero hay alguien incompetente esférico? Muro cree que no. «Cada uno sirve para algo y hasta para ser un vagabundo hay que saber manejar ciertas habilidades. Si de repente un asteroide acabara con todos los medios y recursos que tenemos, probablemente sería el más competente para sobrevivir en un mundo donde no habría casi de nada». El problema surge, según este experto, «cuando uno se empeña en pedir peras al olmo. Por muchas ganas, fe y paciencia que le pongas a una gallina no te dará leche. Además, hay muchas personas con una notable incapacidad y falta de interés por aprender y mejorar. No todos quieren crecer y desarrollarse, hay gente que prefiere quedarse donde está haciendo lo que hace, y cuando la empresa necesita más de esa persona se convierte en incompetente por su incapacidad de evolucionar, de superarse, de dejarse ayudar, de auto exigirse o de hacer cosas nuevas».
Cuando la empresa mantiene a estos perfiles corre el riesgo de que los buenos trabajadores se les vayan. Es por tanto su labor estudiar por qué una persona es incompetente y poner todos los medios a su alcance para que se desarrolle, añade Recarte. Hay que diferenciar a un incompetente por falta de conocimientos o experiencia de uno por incompatibilidad con la empresa, el puesto o el equipo. «En el primer caso la ayuda es obligada: al que no sabe, pero quiere, se le enseña y se le ayuda. Al que sabe, pero ni quiere, ni sabe, ni quiere aprender, hay que ayudarle, pero a salir cuanto antes. Ni es bueno para la persona seguir ahí, ni para el equipo, así que nos ayudamos todos dejando que encuentre su lugar en el mundo mientras damos la oportunidad a que venga quien sí será feliz rindiendo como se espera», sostiene Muro.
Para dar con estos trabajadores hay que saber medir, opina Mónica Mendoza, «coach»-formadora y psicóloga. «Es imposible mejorar lo que no se puede medir, así que en mi opinión si las empresas quieren ser más productivas y eficientes tendrán que aprender a medir la productividad y la eficiencia de los empleados».
Source: The PPP Economy