Rocío Sacristán: «Mucha digitalización, pero los clientes piden una atención muy personalizada»


Se define como una mujer trabajadora, emprendedora y líder que hace 18 años, en circunstancias personales difíciles, decidió abandonar una agencia de comunicación, recién adquirida por una multinacional, para montárselo por su cuenta. La madrileña Rocío Sacristán empezó con 20 años trabajando como ayudante del jefe de prensa de ExpoOcio. «Allí aprendí a hacer más de una cosa a la vez», cuenta con una sonrisa en la boca. «Era –añade– la feria más grande que había en ese momento. Era un caos. Moverse por allí era todo un desafío, pero tuve un buen jefe que me allanó el camino».

Después, se incorporó a la revista «Antena Semanal», que se distribuía con los periódicos del entonces Grupo Correo, hoy Vocento, y otras cabeceras provinciales, pero tras cuatro años, «me di cuenta de que a mí me gustaba mucho mover el tacón y que estar en una redacción no era lo mío». «‘‘Yo no he estudiado Relaciones Públicas para estar sentada en una silla delante de un ordenador”, se decía a sí misma». De ahí pasó al mundo de las agencias de comunicación. Estuvo en varias, nacionales e internacionales. Su última, «una catalana cuya oficina de Madrid monté, así como su departamento de comunicación. Llevaba cinco años cuando fue vendida a una multinacional». Y tras pensárselo y darle muchas vueltas a la cabeza, concluyó que podría dar mucho más de sí. Y empezó a volar por sí sola.

– ¿Le costó mucho dar el paso?

– Reconozco que, cuando se cerró la operación de venta, no me apetecía mucho volver nuevamente a trabajar en una multinacional. Los jefes me dijeron que podía quedarme, que ésa era mi casa, pero que si me apetecía iniciar un camino en solitario que contaba con su apoyo. Incluso me ofrecieron que me llevara mis clientes –yo tenía dudas de eso porque pensaba que eran de la empresa y no míos–, ocupara un despacho durante unos meses y volviera –«tienes las puertas abiertas», me dijeron– si no me iba bien. Mi situación económica no era boyante en ese momento, mi familia dependía de mí, por lo que necesitaba un sueldo fijo, y el fantasma del fracaso no dejaba de revolotear a mi alrededor. Entonces, llegué a la siguiente conclusión: «No tengo nada que perder y mucho que ganar». Hablé con mis clientes y me dijeron: «Lo de menos es cómo se llama tu empresa; lo importante es quién eres tú», y se vinieron conmigo. Vendí mi coche, un Cherokee, me lié la manta a la cabeza y, como a mí me gusta vivir a lo grande, me monté una oficina de 80 metros cuadrados en el Paseo de la Castellana. A partir de ese momento, no he dado ningún paso atrás. Ni siquiera durante la crisis de los últimos años, disminuimos la facturación.

– ¿Qué tipo de agencia tenía en mente?

– Durante mi estancia en multinacionales me di cuenta de que pasaba la mayor parte de mi tiempo en reuniones, y haciendo informes y análisis comparativos, cuando a mí lo que realmente me gustaba era estar implicada en el día a día, por lo que aposté por el modelo de una agencia boutique en la que la que a cada cliente se le diseña una estrategia a medida.

– ¿En qué ha cambiado la comunicación en estos 18 años?

– Una compañía como ésta debe tener capacidad para adaptarse y reinventarse a los nuevos tiempos que, además, no son precisamente estables. Se producen continuamente y a velocidad de crucero. La misión de una agencia de relaciones públicas actualmente no puede reducirse, exclusivamente, a elaborar notas de prensa y a enviarlas a los medios. Su éxito es fruto de la competencia y de la creatividad de sus profesionales por contar una historia que genere interés y tenga cabida en los distintos medios.

– ¿Qué se pide hoy a una agencia de comunicación que no se pidiera en 2001?

– La evolución mediática y la imparable –y parece que interminable– revolución tecnológica ha traído muchos cambios, pero la esencia de este trabajo sigue siendo la misma: una atención personalizada y un cuidado minucioso del detalle.

– ¿Cuál es el secreto para sobrevivir en una selva repleta de gigantes multinacionales como es este sector?

– Finura, mimo, tenacidad, perseverancia, constancia y, sobre todo, implicación de los profesionales sénior y de la directora en mi caso. Los clientes demandan compromiso máximo.

– ¿Cómo han conseguido que el índice de fidelización de sus clientes sea tan alto?

– Los resultados mandan siempre. La empatía con ellos resulta fundamental, pero si no cumpliéramos los objetivos fijados por ellos, no tendríamos clientes de más de 20 años.

– ¿Qué cualidades debe tener una agencia como la suya?

– Hay que saber evolucionar y adaptarse a los nuevos escenarios. La comunicación 3.0 se adapta a un consumidor moderno con unos niveles de rigor muy altos porque vive en mundo rebosante de información. Ahora, el cliente opina y exige realmente. Nunca se puede olvidar que es él es quien tiene el poder de la relación contractual.

– ¿Cuesta mucho ser empresario en este país?

– Yo empecé a hacerlo hace 18 años cuando tan poco se hablaba de emprender en este país. Yo lo he hecho en solitario y sin ayudas. Vendí mi coche y empecé con el dinero que obtuve como capital y tres clientes. Pero estoy feliz y muy orgullosa de haber tomado esa decisión.

– ¿Le ha costado más hacerse hueco por el hecho de ser mujer?

– No. Con trabajo, esfuerzo y pasión por lo que haces se pueden alcanzar las metas. Una mujer siempre ha dirigido a un equipo, como es la familia, que para mí es el más importante. Es natural en ella ejercer el liderazgo. Lo tiene de manera innata. Pero le faltaba seguridad en sí misma y ha tenido que profundizar en esa línea. Además, una mujer lidera desde el corazón, y un hombre desde la mente, y es capaz de desarrollar una mayor inteligencia emocional.

EL PERFIL

Rocío Sacristán es una profesional muy animada. Generosa. Entregada a los suyos. A su chicas, pues su equipo es mayoritariamente femenino, y a los chicos, claro. Presume de ser madre y abuela. Su dedicación, dice, es total. «Hay que estar disponible siempre para el cliente». Esta madrileña, experta en Relaciones Públicas, que se siente periodista de corazón y empresaria de razón, está muy orgullosa de que su «criatura» llamada Kohl Comunicación ya sea mayor de edad.

Una agencia boutique

Kohl Comunicación se presenta como «una alternativa a las agencias de comunicación internacionales». Ése es su«claim». Rocío Sacristán, su fundadora, es la única propietaria de esta agencia. Empezó en 2001 con una oficina de 80 m2 en el Paseo de la Castellana, un empleado –además de ella– y 3.000 euros como capital procedente de la venta de su coche. Desde el primer momento se ha centrado en el campo del «lifestyle»: cosmética, moda, hostelería, gastronomía y salud. Es experta en comunicación y proyección de marca de productos, aunque también asesora a algunas corporaciones de envergadura. En estos momentos, la plantilla es de 10 profesionales y cuenta con una cartera de una veintena de clientes. Su índice medio de fidelidad es de 10 años, y tiene algunos de 20 y 15 años.

Source: The PPP Economy

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