
Reino Unido, de paraíso a infierno del empleo europeo
Los anglosajones tienen una curiosa forma de distinguir los empleos tradicionales. Los identifican según el color del cuello del uniforme que, históricamente, solía llevar quien desempeñase ese tipo de trabajo. Los «blue collar», por eso del mono azul, son aquellos que desempeñan labores manufactureras e industriales; los «white collar», por la camisa blanca, los administrativos, ejecutivos y personal de oficinas, y los «pink collar», por haber estado asociado a las mujeres, el personal de la hostelería, el «retail», la docencia o la asistencia. La abundancia de estos últimos han sido los que han convertido Reino Unido en un atractivo destino laboral. Cada poco nos hemos enterado de que alguien se iba a Londres a buscar trabajo en un hotel, un restaurante o una tienda. Se trataba de una salida habitual cuando no se encontraba aquí. La ciudadanía europea lo ponía fácil, pero una vez el Brexit (el próximo 29 de marzo) haya separado a Reino Unido de la Unión Europea (UE) cabe preguntarse si valdrá la pena hacer las maletas hacias las islas británicas.
Así hicieron los 156.000 españoles que hay allí residiendo, según datos de la Oficina Nacional de Estadística de Reino Unido. La mayoría de ellos trabajan en educación y sanidad, y otra gran proporción en la hostelería y el turismo (típicos «pink collar»). Y, entre ambos bloques, el segundo que más españoles ocupa es el de las finanzas, lo cual rompe con el mito de que todos acaban en un puesto de camarero o dependiente.
En cualquier caso, fueron a Reino Unido buscando un futuro profesional por la fuerte demanda de puestos de trabajo, sobre todo en las grandes ciudades. El otro motivo es que la pertenencia de la nación a la UE posibilitaba la libertad de movimiento de personas. Era suficiente acreditar la nacionalidad europea con el DNI, ahora existirán nuevos trámites que harán que sea mucho más farragoso pensar en las Islas Británicas como destino.
Residente permanente
Los que ya estén allí trabajando o lleguen antes de que se ejecute el Brexit tampoco se salvarán de la burocracia. Tendrá que realizar un determinado trámite. Para cuando se haga efectiva la salida de la UE, deberán contar con la Tarjeta de Residencia Permanente. Para poder obtenerla habrá que aportar pruebas que acrediten cinco años de residencia en el país (como un contrato laboral, del alquiler de la vivienda o declaraciones fiscales) y pagar 74 euros.
Los europeos que entren en el Reino Unido tras el Brexit «no tendrán preferencia ni un derecho de residencia permanente e ilimitado como hasta ahora. Será un asunto estrictamente británico. Sin duda, habrá más controles y regulación y en un principio, los europeos no tendrán preferencia frente a otras nacionalidades», afirma el presidente de la Cámara de Comercio de España en Reino Unido, Eduardo Barrachina.
Además, se necesitará ser lo que se llama una «qualified person», que esté trabajando por cuenta ajena, propia, busque empleo activamente, tenga autosuficiencia económica o se halle cursando estudios.
El principal cambio para los que viven ahora en Reino Unido es que dejar el país por una temporada pasará de ser una decisión sin cortapisas a suponer un problema. Quien posea la Tarjeta de Residencia Permanente perderá ese estatus si permanece dos años fuera. Y con las exigencias de movilidad de los empleos, cualquier ciudadano europeo podría verse obligado a abanadonar la nación por un tiempo. Volver con todo lo que el Brexit implica no será tan fácil.
Reino Unido dejará de ser uno de los paraísos del empleo, no solo por la burocracia. El mercado laboral se resentirá con fuerza debido al Brexit. Una vez alcanzado un acuerdo entre la UE y el Gobierno británico para que la salida sea «suave», está más cerca de cumplirse el mejor de los escenarios para ambas partes. Sin embargo, habrá que esperar para «ver si el acuerdo es ratificado por el Parlamento», afirma el investigador principal del Real Instituto Elcano, Federico Steinberg.
En caso afirmativo, continúa, «entraremos en un periodo de transición hasta 2021. Hasta entonces no cambiará nada, pero a partir de ahí, tendrá que haberse negociado una nueva situacion». En ese contexto, un informe de Cambridge Econometrics, encargado por el alcalde de Londres, Sadiq Khan, indica que la nación perdería unos 176.000 empleos antes de 2030 y buena culpa tendrán las 20.000 millones de libras que dejarían de invertir.
Sin acuerdo
Si estos daños a la economía británica impresionan, los que se producirían, en caso de no ratificarse el acuerdo, serán peores. La votación en el Parlamento británico será el 11 de diciembre y parece que la desconexión terminará siendo «dura». En un evento organizado por la Cámara de Comercio, el presidente del Foro Financiero Español en Londres, Antonio Oporto, aseguró que «salvo que salga un conejo de la chistera, el parlamento no ratificará el acuerdo». Para Barrachina, es imposible que se llegue a uno salvo que la intensa campaña institucional logre cambiar las posuras de los diputados en contra.
En esa realidad, el empleo en Reino Unido, definitivamente, se desplomará. El informe de Cambridge Econometrics sostiene que el país perdería medio millón de puestos de trabajo y más de 56 millones de euros en inversiones. Así que no solo se verá muy mermado el mercado laboral actual. La futura creación de empleo se ralentizará debido a que la reducción de la entrada de capital será un obstáculo para el nacimiento de nuevas empresas.
Los sectores que más se resentirán son los que más trabajo ofrecen a los españoles, la sanidad, la educación y las finanzas. Así que, en el futuro próximo, quizá se cumpla ese mito de que los puestos de trabajo que hay para nosotros en Reino Unido sólo son de camarero o dependiente. La falta de profesionales cualificados en el Servicio Nacional de Salud británico (NHS) ha provocado que el personal sanitario encontrase una salida laboral sin problemas. Pero ahora un 60% de los médicos europeos se plantea abandonar su puesto para ocuparlo en otro país, según una encuesta del Consejo General Médico de Reino Unido. Uno de los principales motivos es que el propio NHS ha avisado del recorte presupuestos que conlleva el Brexit. Y es que las ayudas para investigación y desarrollo que otorgaba la UE dejarán de ser percibidas. Así que se complica el progreso laboral en ese sector.
En la educación y la asistencia tienen un peso muy importante los «au pair». Se trata de jóvenes que residen en un país extranjero de forma temporal (sobre todo con el objetivo de aprender el idioma) al cuidado de los niños de una familia que le acoge. Al no poderse demostrar que vivirá en Reino Unido continuamente, no podrá solicitar la Tarjeta de Residencia Permanente, así que esta opción queda descartada para los que querían combinar la inmersión lingüística con una experiencia laboral.
Al otro lado está el profesorado más cualificado, el universitario, que ya no contempla las Islas Británicas como destino. El dato más significativo lo aporta el Universities & Colleges Admissions Service (UCAS), según el cual las solicitudes de docentes europeos en las universidades de Reino Unido había descendido un 7% ni siquiera un año después de celebrarse el referéndum de separación. Igual que ocurre con la sanidad, en la enseñanza superior se da un gran valor a la investigación y, en este sentido, los profesores han mostrado su preocupación por no recibir los fondos europeos.
Source: The PPP Economy