¿Por qué no ahorramos?
En una de las clases magistrales de la profesora Esther Duflo en el marco de un curso on-line del MIT sobre «Retos de la Pobreza Global», aprendí algo que afectó mucho mi comprensión sobre por qué hacemos las cosas que hacemos.
Decía la profesora Duflo que una de las mayores dificultades para aplicar políticas efectivas para erradicar la pobreza estribaba en el hecho de que en la vida diaria de un pobre hay una enorme cantidad de decisiones en las que se juega la vida y su destino, decisiones que nosotros en los países desarrollados tenemos ya hechas para nosotros. Cuando abrimos un grifo sabemos que el agua es potable, cuando acariciamos un perro sabemos que está vacunado, no nos rodean insectos y animales que pueden causarnos daño o infecciones, nuestros niños se reúnen en los colegios con otros niños que también están vacunados contra las enfermedades más peligrosas porque, en caso contrario, no serían admitidos en el colegio etc….
A parte de la cura de humildad que ese aprendizaje me reportó, me hizo reflexionar sobre el comportamiento de los individuos en nuestra sociedad en todo lo relativo al manejo de sus finanzas. ¿Por qué la mayoría de las personas toma tan malas decisiones financieras y no toma las buenas decisiones que cambiarían drásticamente sus perspectivas financieras presentes y futuras? Efectivamente, los jóvenes se lanzan a endeudarse muy pronto con el objetivo de comprar una vivienda, con lo cual quedan geográficamente anclados al territorio desaprovechando oportunidades profesionales o laborales que les alejen de su vivienda. Se endeudan todavía más para adquirir distintos bienes de consumo agotando cualquier capacidad de ahorrar y lo hacen por períodos más largos que el propio disfrute del bien financiado de modo que nunca salen del bucle de las deudas. Aceptan el chantaje de su banco a cambio de la concesión de su hipoteca y contratan todo tipo de productos mal elegidos (planes de pensiones, seguros de vida, seguros de hogar, tarjetas de crédito), orientados solamente a reducir los riesgos del banco y aumentar su rentabilidad, pero sin el más mínimo análisis sobre la idoneidad del producto o sobre las alternativas disponibles en el mercado.
Por si esto fuera poco, a medida que va avanzando la edad, se empiezan a adoptar estrategias milagrosas (loterías, especulación financiera, negocios arriesgados) o simplemente se dejan engañar por el empleado de su caja o su banco para que adquiera unas participaciones preferentes o un paquete de acciones
de la entidad que está a punto
de quebrar.
Todos estos desatinos, además, les impiden construir un patrimonio para poder vivir esa tercera parte de la vida en la que no solo no tendremos ingresos suficientes sino que habremos perdido la capacidad o las ganas
de generarlos.
Y es aquí donde viene a cuento mi introducción sobre los «Retos de la Pobreza Global». En nuestra sociedad hemos creado mecanismos para que las personas no tengan que tomar decisiones en las que se jueguen la salud. Pero los mecanismos que hemos creado para que no se jueguen su libertad financiera están alterados o simplemente han dejado de funcionar. Y la población está desasistida porque le falta la información necesaria para tomar control de su propio destino.
A partir de aquí podría lanzarme a una diatriba contra el sistema financiero y sus connivencias con el poder político que son en buena parte culpables de haber distorsionado la educación financiera de la sociedad en su propio interés. Pero no lo haré. Prefiero el mensaje positivo de que esto tiene solución y que no depende de nadie más que de nosotros mismos. Pongamos un mileurista. Si su salario sube a lo largo de la vida igual que la inflación, es decir incluso si no experimenta progreso profesional alguno, por su cuenta bancaria pasarán más de 700.000€ a lo largo de los 40 años de vida laboral. Esto es mucho dinero. Si tan solo este mileurista se sintiera capaz de apartar para su inversión a futuro un total de 23.000€ durante ese mismo período, es decir, unos 30€ mensuales ajustados cada año según la inflación (2%), se encontraría al final de ese mismo período con un patrimonio líquido de cerca de 500.000€. Incluso descontando el efecto de la pérdida de poder adquisitivo de esa cantidad y una vez pagados los impuestos, seguiría siendo una cantidad muy confortable para encarar la última etapa de la vida sin preocuparse por la pensión pública.
Desgraciadamente, los ciudadanos desconocen el extraordinario efecto de los intereses compuestos en los plazos muy largos. También desconocen las rentabilidades que puede dar la bolsa en esos plazos sin correr riesgos excesivos. Los riesgos de la bolsa son sobre todo a corto plazo y se pueden diluir mediante la diversificación y la promediación.
El tiempo es un activo mucho más importante que el dinero para acumular un patrimonio y esto debería ser materia obligada en nuestro sistema educativo porque tiempo es lo que los jóvenes tienen en abundancia por delante y deberían aprender muy pronto a sacarle todo el partido posible.
Sé que estos conocimientos en manos del público no ayudarían a vender hipotecas ni depósitos o cuentas de ahorro. El dinero es algo demasiado importante en tu vida para dejar que sobre él decidan los bancos. Usa el banco, págale lo que sea necesario por sus servicios. Y si piensas que los bancos ganan demasiado dinero, no deposites tu dinero en ellos. Mejor compra sus acciones (entre muchas otras) a través de un fondo de inversión, un plan de pensiones, un PIAS o un Unit Linked y te beneficiarás de todo el beneficio que producen en lugar de conformarte con las migajas del interés que están dispuestos a pagarte por tu dinero.
Javier García Monedero* *Coautor del libro «Tu dinero, hoy y mañana»
Source: The PPP Economy