Oporto-Vigo, el único tren de Portugal a España


El único tren entre Portugal y España, países vecinos que comparten la Península Ibérica pero que se dan la espalda en las comunicaciones ferroviarias, recupera desde el próximo día 17 de octubre sus dos frecuencias diarias. Es la conexión entre Vigo y Oporto, un enlace insólitamente excepcional entre las dos naciones del sur de Europa, las mismas que no disponen de un trayecto de capital a capital porque la ruta Madrid-Lisboa pasó al baúl de los recuerdos el pasado mes de marzo.

Esta es la (insólita) realidad de los transportes lusoespañoles en pleno siglo XXI, perjudicados por la falta de inversiones del Gobierno portugués y por la desidia de Renfe, que primero dejó extinguirse la línea diurna de Talgo entre las dos principales ciudades y después vio cómo languidecía el expresso nocturno entre Santa Apolónia y Chamartín, que tardaba nada menos que 10 horas y media. Con esta premisa, ¿a quién puede extrañar que estuviéramos ante un trazado no rentable? La consecuencia fue que se cerraron las puertas de los vagones de manera definitiva.

Casi dos años después de que este tren se hiciera famoso en todo el mundo porque lo eligió la joven activista social sueca Greta Thunberg para viajar de Lisboa a Madrid en un medio menos contaminante que el avión, ya no se oye el rugido de su motor en los andenes cercanos a la Alfama, el barrio de las casas de fado.

«¿Les parece a ustedes normal esto?», «¿Cómo es posible?», «Lisboa-Madrid nada, y ahora Oporto-Vigo como una única alternativa para ir en tren de un país al otro, un itinerario no precisamente pragmático para quienes viven entre la extensa franja que va de Zamora a Huelva, pasando por Salamanca o Extremadura»… son los comentarios y críticas que proliferan por las redes sociales, unas palabras que encienden los ánimos tanto de ciudadanos lusos como de españoles, de nuevo sin otro remedio que acostumbrarse a las dos horas y 20 minutos para recorrer la distancia de 150 kilómetros (paradas incluidas).

La iniciativa no representa ningún presupuesto extra, pues las máquinas y las vías ya estaban ahí. Al menos, el visitante puede beneficiarse de un precio especial por sentido: desde el 17 de octubre hasta el 11 de diciembre, solo 5,25 euros en una tarifa promocional que busca incentivar la afluencia turística o por motivos laborales.

Las nueve de la mañana y las ocho de la tarde-noche constituyen los horarios de salida desde Vigo, mientras que Oporto ve partir el ferrocarril a las 8.15 de la mañana y a las 19.10.

El tren presta servicio entre estas dos ciudades, pero también permite subirse o descender en otros puntos clave de la frontera gallegoportuguesa, como Viana do Castelo, Valença do Minho o la localidad pontevedresa de Tuy.

No puede olvidarse que el transporte ferroviario entre Portugal y España quedó suspendido, dentro del plan de contención para frenar la expansión del coronavirus. En aquel momento, la medida afectaba fundamentalmente a las dos líneas más importantes que comunicaban los dos países: Lisboa-Madrid y Vigo-Oporto. La primera de ellas, ya deficitaria debido a su lentitud y a sus tarifas elevadas, terminó por clausurarse más tarde a causa de la nula rentabilidad de su explotación.

Esta circunstancia se unió al bloqueo de la entrada de turistas españoles a través de los puestos limítrofes terrestres, que entró en vigor a partir del 16 de marzo de 2020 y estuvo vigente hasta pasada la Semana Santa. Los controles comenzaron a ser cada vez más severos, con los funcionarios portugueses convenientemente protegidos, y solo se autorizaban desplazamientos justificados por motivos de trabajo o de fuerza mayor.

Sin embargo, no se contemplaba interrumpir la libre circulación de mercancías, toda vez que el abastecimiento resultaba fundamental para evitar el colapso cotidiano de ambos países.

Llegó a darse la circunstancia de que cientos de españoles que viven en las ciudades próximas a la frontera en las zonas de Salamanca, Zamora, Cáceres, Badajoz o Huelva cruzaban al otro lado durante los fines de semana con el propósito de comprar productos cuya escasez comenzaba a notarse en España. Dada las dificultades por tren y las exiguas conexiones, era por carretera como más se realizaban estos traslados. Pero se instaló posteriormente la severidad de la restricción de movimientos entre los dos países, con lo cual dar el salto se antojaba más complicado.

«Hemos decidido actuar siempre juntos en la gestión de nuestra frontera común, mantener la libre circulación de mercancías y garantizar los derechos de los trabajadores transfronterizos», subrayó entonces el primer ministro portugués, Antonio Costa, desde Lisboa.

Era el mismo mandatario, que, no obstante, nunca se posicionó con claridad respecto a la importancia de potenciar una buena conexión ferroviaria no ya entre los dos países, sino sobre todo entre Lisboa y Madrid, insólitamente convertidas en las dos únicas capitales europeas vecinas que adolecen de tren para desplazarse de la una a la otra. Un desafortunado récord.

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