Los ‘tips’ de ahorro de los gobiernos: desde poner la lavadora de noche a comprar conejo


Aunque el Gobierno se afana en remarcar que entre la crisis financiera y la del coronavirus hay un gran abismo de gestión, lo cierto es que hay una costumbre entre los mandatarios que permanece inalterable gobierne quien gobierne. Los consejos para ahorrar en tiempos de estrecheces, como ahora en los que la luz está en máximos de 2008 en plena crisis por la pandemia, también se produjeron cuando la inflación estaba disparada por los efectos de la burbuja inmobiliaria y cuando, años después, su pinchazo sumió al país en una profunda crisis que obligó a España a pedir el rescate bancario a Bruselas.

Ahora, con la recuperación de la pandemia aún lejos de estar consolidada, la nueva factura de la luz se ha consagrado como uno de los grandes quebraderos de cabeza de los consumidores. Precisamente ayer entraba en vigor la nueva factura eléctrica por tramos horarios que, según el Gobierno, busca incentivar el traslado del consumo eléctrico desde las horas de máxima demanda a otras en las que las redes de transporte y distribución se encuentran menos saturadas, lo que reducirá la necesidad de llevar a cabo nuevas inversiones en dichas infraestructuras. Un nuevo sistema que impone un cambio de hábitos si se quiere ahorrar y no tener un susto a din de mes.

Ante la cascada de críticas, el Gobierno intentó ayer negar la mayor. «No recomendaría a mi madre que se levantará a las dos de la mañana para planchar», dijo la vicepresidenta cuarta y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, para defender la nueva tarificación. «Hay toda una variedad de horarios con tarifas muy rentables». Reconoció, eso sí, que solo si se es «cuidadoso» con un consumo en las horas denominadas ‘llana’ o ‘valle’ se obtendrá un mayor el ahorro, mientras que si se consume más en las más caras, la factura será «cara».

Otra de las inolvidables recomendaciones llegó en las navidades de 2007. Antes unas fiestas que llegaban acompañadas de fuertes subidas en los productos de la cesta de la compra, la receta que ofreció el Gobierno de Zapatero a los consumidores para capear el temporal fue que se decantaran por alimentos cuyo precio no se hubiera disparado. El ejemplo fue «el conejo, una carne sana, ligera, muy apetecible y barata», en palabras del entonces secretario general de Agricultura y Alimentación, Josep Puxeu. La ajetreada mañana de Nochebuena, ABC se paseó por varios mercados y grandes superficies de Madrid y la indignación era unánime: «El conejo que se lo cene Solbes». «Yo el conejo lo como cuando me da la gana, no cuando me lo dicen», o «es una excusa para ocultar la subida de los precios dirigida a tontos». «No tienen vergüenza» y «¿qué es lo que cena el señor ministro, si puede saberse?».

Tras el estallido de la burbuja que estaba tensionando los precios aquellas célebres navidades, la economía española se sumió en una doble crisis. Con el Gobierno de Mariano Rajoy ya a los mandos del país, fue el ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente el que se propuso vencer los desperdicios de comida en plena crisis y trabajó para controlar los alimentos que pueden ser consumidos pese a haber sobrepasado su fecha de caducidad. «Yo me peleo con mis hijos porque abro la nevera y me como un yogur con una fecha de cinco días más tarde y no me sienta mal», aseguró Arias Cañete. El entonces titular de Agricultura defendía así buscar una fórmula con la que «evitar el desperdicio en la cadena alimentaria tanto en la hostelería como en la gran distribución con alimentos que no se venden, pero que tienen capacidad para ser consumidos y que puedan ser redistribuidos para su consumo diario».

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