Los pecados capitales del mal entrevistador


No importa lo bien que nos hayamos preparado la entrevista de trabajo, siempre podemos encontrarnos frente a un entrevistador fuera de lo normal que nos desarme por completo y que haga que la entrevista carezca de fluidez. Algunos pueden resultar incluso horribles. Están los que durante el coloquio interrumpen con frecuencia o los que parece que llevan prisa, incluso no faltan los que nos impiden mostrarnos como somos y lo que podemos ofrecer. Pero por inusuales e imprevisibles que sean, siempre existe la posibilidad de transformar una entrevista que parece abocada al fracaso en todo un éxito. Solo tenemos que tener presente una serie de factores. Ana es psicóloga y ha tenido que lidiar con entrevistadores de este tipo. «En una ocasión me postulaba para un puesto en una universidad, y el vicerrector fue quien me entrevistó. Fue una entrevista peculiar, su actitud fue invasiva, incluso me llegó a decir que se llevaba mal con todo el mundo con el que trabajaba, que le tenían envidia. No tenía ningún filtro, soltaba las cosas tal cual se le pasaban por la cabeza. Rechacé la oferta y me estuvo llamando todo el fin de semana a mi móvil para presionarme y acusarme por haberlo hecho. En otra entrevista me preguntaron si tenía intención de tener hijos. No me esperaba este tipo de preguntas en los años en los que estamos».

Rosa María es periodista y se ha enfrentado a entrevistadores con un perfil «poco humano». En una ocasión viajó hasta Reus para realizar una entrevista de trabajo. Antes de viajar desde Madrid advirtió a la empresa que no hablaba catalán y no la pusieron ninguna pega. Sin embargo fue lo primero que la preguntaron cuando se vio con ellos cara a cara. «Les dije muy molesta que ya les había advertido por teléfono y reaccionaron de manera indiferente. Además, no me informaron, hasta que estuve allí, que tendría que pasar otras entrevistas, lo que me obligaba a pagarme un hotel. En fin, fue un horror, sentí como si se hubiesen burlado de mí».

Nekane Rodríguez, directora de Lee Hecht Harrison, explica que la primera premisa a tener en cuenta ante este tipo de situaciones es que si quieres el puesto, o criticas al entrevistador o te adaptas. «¿Qué queremos, tener éxito o llevar razón?». Rodríguez habla de los tipos de entrevistadores con los que nos podemos encontrar y de cómo incrementar nuestras oportunidades de éxito:

El incompetente: «Puede serlo porque no se ha preparado la entrevista o desconoce el tipo de puesto al que nos presentamos. En este caso le podemos proponer un segundo encuentro o intentar buscar a otra persona del proceso de selección, aunque esta opción es más arriesgada, nos la puede jugar. Una reacción inteligente sería mandarle a posteriori un email explicando por qué nos interesa el trabajo y que haríamos en los primero 90 días. Qué otras experiencias de trabajo tengo que me avalan para el puesto».

El que siempre interrumpe: «Puede que le aburras o que no acertemos en nuestros mensajes. También puede que sea un mal educado. En cualquier caso, si queremos revertir la situación tendremos que averiguar por qué lo hace y cuáles son sus temas de interés».

El prepotente: «Se cree Dios porque tiene la llave de la selección. Su actitud es de “dame las gracias” y no entiende lo que es el “win-win”. Hay que intentar salir como se pueda».

El de las preguntas incómodas: «Las hace porque quiere conocernos en detalle o porque se está posicionando. Una pregunta típica que puede hacernos es ¿qué dicen de tí tus colaboradores? Espera honestidad, que la gente se conozca lo suficiente para saber cuál es el impacto que causa en los demás. En este caso, debemos ser honestos y no intentar dar una respuesta perfecta».

El que lleva prisa: «Puede que tenga un mal día, o que no le apetezca hacer la entrevista, o que ya tenga un candidato. En estos casos debemos tratar de sorprenderle. Utilizar historias o anécdotas que reflejen nuestro talento o por qúe creemos que encajamos con la cultura de la empresa».

Andrés Fontenla, socio director de Recarte&Fontenla, explica que en ocasiones el papel del entrevistador está mitificado, aunque no deja de ser un humano con un encargo concreto. «La fórmula infalible para salir airoso siempre es tener una buena preparación, se trata de un momento de la verdad en la que hay mucho en juego y, por tanto, merece la pena invertir en trabajarlo bien, lo cual implica estructurarse la entrevista, ensayarla y dejarse asesorar». Este experto enumera cinco tipos de entrevistadores y las recomendaciones para el entrevistado.

El colaborador: «Se muestra amable, proporciona información y digamos que lo pone fácil. En este caso debemos ser muy precisos en las respuestas, llevar muy bien preparado tanto la experiencia como las habilidades, ya que las preguntas presumiblemente serán muy focalizadas».

El impertérrito: «Se muestra frío y distante, formula preguntas y da pocas pistas de qué es lo que más le interesa. En este caso debemos intentar convertir el interrogatorio en una conversación, formulando preguntas inteligentes a lo largo de la reunión y no esperar al final».

El superficial: «Parece desconectado y aparenta no estar muy enterado de la situación. En este caso debemos mostrar autenticidad, establecer una conexión positiva que permita dejar una buena impresión para marcar la diferencia».

El caótico: «Salta de un tema a otro sin aparente conexión. Mi recomendación es conseguir controlar la conversación aplicando un guión oculto para poder contar todo lo relevante».

El agresivo: «Mantiene una actitud poco colaboradora, podría decirse que hostil. Su objetivo es descolocar al entrevistado para ver cómo reacciona. Aquí debemos resistir emocionalmente respondiendo con agudeza y creando una conexión positiva».

El director general para España y Portugal de Robert Walters, Marco Laveda, dice del reclutador horrible que «no busca generar la empatía necesaria para que cada parte pueda conocer lo mejor posible lo que la otra parte puede ofrecer en una conversación amena, abierta y transparente. Esto puede ser debido a que habla demasiado y no escucha a su interlocutor, no sabe generar un clima de confianza para que su interlocutor se relaje. O encadena una batería de preguntas cerradas que no dejan a la persona expresarse como para traer a la palestra lo que considera relevante. En definitiva no permite que el entrevistado se muestre».

¿Cómo revertimos la situación? Laveda explica que lo que «tenemos en frente es una persona con menos inteligencia emocional de la necesaria y podemos aprovechar esa debilidad para darle la vuelta y llevar la iniciativa para generar esa empatía que falta. Nosotros somos los que vamos a conseguir relajar el ambiente, hacerle sonreír. Vamos a obligarle a escucharnos de una forma elegante y sutil para colocar todo lo que queremos decir sobre nosotros antes del final de la reunión. En definitiva hacer de su debilidad, nuestra oportunidad».

Tipos de entrevista

Andrés Fontenla explica que existen tres tipos de entrevista:

La funcional: Seguirá un guión estándar, probablemente incluya un repaso de la trayectoria, bien a través de la lectura del currículum, bien pidiendo al entrevistado que haga un resumen, e incluirá ciertas preguntas de ampliación de información para entender las responsabilidades y los pasos profesionales.

La de habilidades: Suele ser estándar pero con el foco puesto en las capacidades personales del entrevistado, aunque a veces podrá incluir también una parte de entrevista funcional. El entrevistador se centra en las típicas preguntas sobre comportamientos o cómo se actuó ante una determinada situación. No es tan relevante dar una respuesta precisa, sino, sobre todo ver cómo se reacciona.

La libre: No existe un esquema que sea evidente, sino que el entrevistador va navegando en la conversación de una forma aparentemente poco estructurada, saltando de un tema a otro, aunque abarcará aspectos relevantes.

Source: The PPP Economy

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