Los inversores se echan en brazos del euro


Si no hubiera sido por Helmut Kohl, hoy en día, la moneda común europea sería el ECU. El parecido fonético entre ECU (European Currency Unit) y Eine Kuh (una vaca, en alemán) estrujó la sesera de los promotores de la unión económica y monetaria, que decidieron renombrar de forma unánime como euro a una divisa que comparten, a día de hoy, casi 340 millones de europeos. Desde que nació, hace ya casi dos décadas, la divisa ha pasado, al igual que la Unión Europea, por todo tipo de escenarios, incluido el de una dura crisis que, a punto, estuvo de llevárselo por delante, al poner en seria tela de juicio el proyecto comunitario.

Tormenta y calma

Pero, como después de la tormenta, siempre llega la calma, los nubarrones formados alrededor de la crisis financiera, Grecia o Brexit se alejan , y la claridad se abre paso en forma de una confianza que está regresando a la eurozona y a su moneda. Prueba de ello es que el euro cotiza en niveles desconocidos desde hace dos años y medio. A finales del pasado mes de agosto, la moneda única tocó el techo de los 1,20 dólares y, desde entonces, no ha parado de coquetear con este nivel. La renovada apuesta por la economía europea, sustentada en los mensajes procedentes del Banco Central Europeo (BCE), que apuntan una normalización, más pronto que tarde, de la política monetaria –ultraexpansiva en los últimos años, que ha incluido compras de deuda de 60.000 millones mensuales–, se ha traducido en subida de las rentabilidades de los bonos soberanos, pero también del euro.

Aunque la inflación todavía no alcanza el objetivo marcado por el banco emisor europeo, incluso ha retrocedido en los últimos meses, no parece que la política monetaria actual aguante más allá del primer trimestre del año que viene, tal y como vaticinan los expertos consultados.

En lo que llevamos de año la divisa común se ha revalorizado respecto al «billete verde» más de un 15% –y eso que a finales del año pasado euro y dólar estaban al borde de la paridad–, por lo que va camino de convertirse en su mejor ejercicio desde 2003. Aunque todavía está lejos de sus máximos históricos –el 15 de julio de 2008 tocó el techo de los 1,599 dólares–, los expertos creen que su recorrido no ha concluido y que podría alcanzar los 1,30 dólares, tal y como pronostica Juan Fernando Robles, profesor de Banca y Finanzas del Grupo CEF-Udima (Centro de Estudios Financieros- Universidad a Distancia de Madrid).

Javier Santacruz, profesor del Instituto de Estudio Bursátiles (IEB), se mueve en una horquilla más amplia. «Es fácil que la divisa común llegue en el mejor de los escenarios al entorno de 1,25, y al 1,10, en el peor. Pesan sobre ella unas expectativas de crecimiento más elevadas que hace unos trimestres y unos mejores datos de balanza por cuenta corriente. La eurozona exporta productos cada vez con más valor añadido y a más mercados, lo que hace que su moneda de referencia se fortalezca. Además, se espera una agenda de normalización monetaria, a pesar de lo que el BCE dice en sus anuncios públicos».

tensiones

La «calma chicha» de la que disfruta la eurozona contrasta con las incertidumbres que se están generando al otro lado del Atlántico como consecuencia de la política llevada a cabo por la Administración de Trump, que ha provocado una relajación de la política monetaria de la Reserva Federal, alejando, cada vez más, la posibilidad de una subida acelerada de los tipos de interés en el país norteamericano.

La errática política económica y las últimas tensiones geopolíticas, como el conflicto suscitado por las pruebas nucleares de Corea del Norte, castiga al «billete verde». Ante las dudas, los inversores corren hacia los brazos de un euro que tiende a convertirse en «moneda refugio», como ya está ocurriendo con el oro o con el franco suizo. «Las oscilaciones actuales del tipo de cambio del euro frente al dólar, responden más a la mayor o menor aversión al riesgo de los inversores en función de las noticias que van apareciendo que a cuestiones objetivas derivadas del acierto en la política económica aplicada. Son movimientos acomodaticios en función de la evolución de la coyuntura geopolítica. Y se está produciendo a pesar de la posible retirada de estímulos y de la incertidumbre que genera el Brexit», explica Juan Ignacio Cáceres, profesor de Economía de la Universidad CEU San Pablo.

Ventajas

Sobre el dólar, Santacruz mantiene que está teniendo problemas a la hora de estrechar su balance. «Tiene menos margen de maniobra en comercio exterior ya que las empresas norteamericanas son dependientes de un dólar débil para que puedan exportar», añade.

Ante esta expectativa de apreciación, ¿qué ventajas puede tener un euro fuerte? Una moneda vigorosa es positiva desde el punto de vista de la inversión, ya que, a juicio de Juan Ignacio Cáceres, favorece la entrada de capitales, así como la financiación empresarial. Además, supone una mejora del poder adquisitivo y, al ser la eurozona un área geográfica energéticamente dependiente, contribuye también a rebajar la factura petrolífera.

Asimismo, una moneda fuerte contribuye a promover una mayor cohesión del mercado, en el que los clientes priman la calidad antes que el precio. El profesor del Grupo CEF-Udima sostiene asimismo que no hay beneficios significativos en la apreciación del tipo de cambio y que éstos son sobre todo de carácter financiero y coyuntural. «La única ventaja es que los productos de importación salen más económicos, y naturalmente en aquellos países con déficit en la balanza comercial esto es una ventaja. En general, Europa es dependiente energéticamente y los productos derivados del petróleo tendrán mejor precio al estar denominados en dólares», sostiene.

En el lado contrario, en el de los inconvenientes, una moneda excesivamente fuerte afecta negativamente a las exportaciones y tiene efectos nocivos sobre la competitividad. Los productos se encarecen, lo que suponen un verdadero freno para las ventas de mercancías y servicios fuera de la zona euro. Si la tendencia se mantiene en el tiempo, puede suponer una amenaza para la recuperación económica, ya que buena parte de la misma se ha fundamentado en el buen comportamiento del sector exterior.

Además, las fluctuaciones en la cotización del euro también pueden ayudar a mejorar o, por el contrario, estropear, la cuentas de resultados de empresas que generan buena parte de sus beneficios fuera de la zona euro.

Sin embargo, el profesor del Instituto de Estudio Bursátiles no cree que las exportaciones salgan tan mal paradas, teniendo en cuenta el nivel actual de cotización que se puede considerar como razonable. «Un euro “caro”, que realmente no es tanto porque el nivel de equilibrio a largo plazo del euro dólar está por encima de los 1,30, es una buena noticia para la economía europea, ya que la mayor parte del comercio exterior individual de cada uno de los países miembros es intracomunitario y, sobre todo, el tipo de producto que la eurozona exporta es menos sensible al tipo de cambio que lo que sucede por ejemplo en Estados Unidos. Lo que importa siempre en comercio exterior no es el tipo de cambio nominal, sino el real efectivo. En este momento, el diferencial de precios es favorable para la eurozona», sentencia.

Draghi, sin novedad

Aparte de su incluencia sobre las exportaciones, Juan Fernando Robles añade que un euro alto puede generar expectativas de mayor incremento del tipo de cambio con movimientos especulativos, que pueden empeorar el escenario económico, afectando negativamente a la inflación y dificultando así la transmisión de la política monetaria.

Para frenar una tendencia excesivamente alcista que pusiera en apuros a la economía de la zona, el BCE, en opinión de Robles, debería anunciar una prolongación del QE (su programa de estímulos) más allá de lo que espera el mercado. El pero es que, a su juicio, esto tropiezaría con la necesaria normalización del mercado financiero y quizás tendría poca credibilidad. «De seguir la inercia actual, la moneda común puede escalar hasta un cambio en relación al dólar de 1,30, pero esto dependerá mucho de los próximos anuncios de los máximos responsables del BCE y la Fed, Mario Draghi y Janet Yellen», aclara.

De momento, no hay novedad en el frente. La reunión del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo del pasado jueves no despejó la incognita, más bien todo lo contrario. La autoridad monetaria que encabeza Mario Draghi evitó hablar de un cambio de sesgo en la política monetaria, y se limitó a decir que mantenía los tipos en el 0% e incluso estaría dispuesto a aumentar más las compras mensuales de deuda pública y privada en la zona del euro si el panorama empeora. «Si las perspectivas fueran menos favorables, o si las condiciones financieras fueran incompatibles con el progreso del ajuste sostenido de la senda de inflación, el Consejo de Gobierno prevé ampliar el volumen y/o la duración de este programa», afirmaba la institución en un comunicado.

En este sentido, Bank of America espera que Dra-ghi dé un paso al frente, y que anuncie o, al menos, deje entrever algún cambio significativo en la política monetaria en la próxima cita de la máxima institución europea, que tendrá lugar el próximo mes de octubre. Los analistas de la entidad se inclinan por una retirada muy progresiva de los estímulos, sobre todo teniendo en cuenta el bajo nivel de inflación. Así, la cota actual de compra de deuda del orden de 60.000 euros mensuales se podría situar en el nivel de los 40.000 millones el próximo año.

temores

Desde Julius Baer, aseguran tener razones para pensar que el euro se puede debilitar de aquí a final de año, y situarse en el nivel de los 1,14 dólares. Por delante, hay varios procesos electorales en el Viejo Continente, de cuyos resultados dependerá renovar la confianza en el proceso europeo. Después de que los franceses depositaran sus esperanzas en Macron la pasada primavera, ahora le toca el turno a Alemania. Los ciudadanos germanos están llamados a las urnas el próximo 26 de septiembre, pero quizá los comicios sobre los que más llama la atención Julius Baer es sobre los italianos.

Y es que frente a Francia y Alemania, que cuentan con fuertes sentimientos europeístas, Italia recela de las bondades del proyecto común, lo que podría reabrir el debate sobre la «ruptura» y debilitar de nuevo la divisa común.

Exportar, más caro

La reciente dinámica de apreciación del euro supone efectos diferentes sobre la actividad de las empresas españolas en función de su exposición internacional.

Para las compañías con presencia comercial destacada en mercados extracomunitarios, directa o indirecta, implica un encarecimiento de sus exportaciones, con perjuicio sobre su competitividad y los márgenes percibidos. Las empresas con negocios fuera de la Unión Europea de sectores como la automoción, obra civil, industria agroalimentaria o textil se encontrarían entre las más afectadas. Asimismo, el turismo desde países no comunitarios también podría verse deteriorado dado el incremento en el precio relativo de los bienes y servicios consumidos en España.

En sentido inverso, la apreciación del euro permite el abaratamiento de las compras al exterior efectuadas en dólares, con mención destacada al petróleo. Las empresas más dependientes de importaciones desde países extracomunitarios y aquéllas con deuda en dólares, así como las receptoras de inversión extranjera serían las más beneficiadas.

Raúl Mínguez

Source: The PPP Economy

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