La tecnología convierte la ‘silver economy’ en una oportunidad de oro


El aumento de la esperanza de vida combinado con la disminución de la tasa de natalidad conduce, irremediablemente, hacia una inversión de la pirámide poblacional o lo que es lo mismo, hacia sociedades con una proporción cada vez mayor de personas de edad avanzada. En 2018, por primera vez en la historia, los habitantes de 65 años o más superaron a los niños menores de cinco años y en 2050 un 16% de la población rebasará los 65 años frente al 9% de 2019, según datos de la ONU… un cambio demográfico en toda regla que, más allá de los desafíos que plantea para el sistema público de salud y pensiones, abre la puerta a un negocio de dimensiones estratosféricas por toda la actividad que este colectivo genera a su alrededor: desde productos y servicios que satisfagan sus motivaciones de ocio hasta otros que respondan a sus necesidades de cuidado y atención sociosanitaria. Es lo que se conoce como economía plateada, ‘silver economy’ en su versión inglesa, un enorme filón del que se podrá sacar todavía más provecho gracias a la tecnología, que posibilitará el desarrollo de multitud de soluciones para mejorar el bienestar de los sénior con el apoyo de la inteligencia artificial, el internet de las cosas, etc.

Desde el punto de vista empresarial, el potencial de este nicho de mercado está fuera de toda duda. Si se tratase de una nación, la ‘silver economy’ se situaría como la tercera potencia económica mundial, solo por detrás de Estados Unidos y China, de acuerdo al informe ‘The Silver Economy’, realizado por Technopolis y Oxford Economics a petición de la Comisión Europea, que toma como referencia a los mayores de 50 años. Y las proyecciones a futuro apuntan a que estas personas tendrán un peso creciente en la riqueza de la Unión Europea, pues su consumo se incrementará un 5% anual, hasta los 5,7 billones de euros en 2025. En ese horizonte temporal, que está a la vuelta de la esquina, la economía plateada supondrá el 31,5% del PIB de la UE y el 37,8% del empleo.

Bajo este concepto anglosajón se engloba un público variado, que comprende a quienes son activos tanto en su faceta personal como profesional (50 años hasta poco más de 60), los que ya se han jubilado pero aún gozan de buena salud y, por último, los de 80 años en adelante, cuando aparece la demanda de servicios centrados en el cuidado y la dependencia. Una heterogeneidad que introducirá cambios en distintos sectores. «Aflorarán cantidad de empresas en torno a los cuidados domiciliarios y la atención a los mayores. En las residencias geriátricas veremos una transformación, con fórmulas como el ‘cohousing’ (viviendas colaborativas), y los seguros también tendrán que adaptar sus propuestas a una sociedad crecientemente longeva», cita como ejemplos Juan Carlos Alcaide, profesor de la escuela de negocios ESIC y director del centro experto de ‘silver economy’ de Auren.

Pero si hay un sector que irrumpe con fuerza es el denominado ‘age tech’, es decir, la aplicación de la digitalización a la longevidad. «Es una verdadera revolución en ciernes», comenta el experto, que cree que las compañías no tardarán en tomar posiciones en este ámbito. «Hay una tendencia a hacer aplicaciones tecnológicas que sean completamente utilizables y en el corto plazo, pensando en los octogenarios, algunas empresas se volcarán en la televisión porque es un instrumento que los mayores dominan a la perfección. En segundo lugar, se orientarán a la tableta, con la que muchos se han familiarizado durante la pandemia. Todo ello servirá para telemedicina, cursos de estimulación cognitiva, talleres de ocio, etc.», explica. La robótica será otro campo de actuación. «Ayudará a enfermos con Alzheimer, a combatir la soledad no deseada, así como a dar todo tipo de facilidades a las personas mayores y sus cuidadores», considera Alcaide. Las innovaciones al servicio de los sénior no se agotan ahí. «Con el uso del ‘big data’ y la domótica podemos deducir que alguien está teniendo una crisis de salud porque ha ido varias veces al baño por la noche o porque lleva dos sin salir de casa, por ejemplo», señala. Un universo de posibilidades con ADN tecnológico para generar riqueza alrededor de esta generación.

Derribar clichés
«La tecnología va a ser la palanca de la ‘silver economy’, pero tenemos que luchar contra los lugares comunes», defiende Iñaki Ortega, profesor de Unir y consejero asesor del centro de investigación Ageingnomics de Fundación Mapfre, que hace hincapié en la necesidad de derribar el cliché de que los sénior son analógicos. De los 15 millones de españoles que superan los 55 años, diez operan habitualmente en internet, según recoge el ‘II Barómetro del Consumidor Sénior’ a partir de datos de Google y Comscore.

La asignatura pendiente, en su opinión, es que la tecnología se diseñe con el foco puesto en este colectivo. «El reto que tienen por delante las tecnológicas es pensar en los séniors con aplicaciones amables y móviles que puedan leer», subraya. A su juicio, hasta ahora han descuidado este aspecto porque en muy poco tiempo le hemos ganado a la vida 20 años y han sido incapaces de asimilar el cambio. Tampoco ayuda la falta de plantillas intergeneraciones: «Si en las tecnológicas hubiese trabajadores séniors no cometerían estos fallos».

Este experto entiende la ‘silver economy’ como un océano azul, en el que apenas hay operadores y sí muchos clientes. De hecho, según los datos que maneja, este mercado crecerá dos dígitos en clientes todos los años. «En los océanos azules, son las startups las que bucean y pescan bien», recuerda. Las fuentes consultadas coinciden en que en los últimos años están naciendo multitud de empresas emergentes específicamente orientadas a este nicho. «Hay muchas en el ámbito del ocio para mayores, en salud (teleasistencia, lucha contra la soledad no deseada) y en el aprendizaje a lo largo de la vida», asegura Ortega, que también identifica un gran interés en la creación de soluciones para que los mayores puedan permanecer en sus hogares y eviten irse a una residencia: tecnologías que detectan caídas, robots grúa para levantarles de la cama o meterles en la ducha…

Y es que la innovación juega un papel crucial para adaptarse a una realidad demográfica en la que predominan las canas. «A veces la tecnología se ve como una barrera cuando realmente supone un apoyo para facilitar el día a día de estas personas, así como para conocer sus comportamientos y sus problemas, pudiendo solucionarlos por anticipado», destaca Adolfo Ramírez, asesor en transformación digital y copromotor junto con Ifema Madrid de la iniciativa Vida Silver.

El primer evento que realizaron, en noviembre del año pasado, contó con un espacio dedicado a la innovación en ‘silver economy’ en el que 25 startups mostraron sus propuestas de valor. «Hay un margen brutal de emprendimiento en la ‘silver economy’», afirma Ramírez, para quien la clave es que las firmas entiendan que los ‘baby boomers’ presentan hoy unas condiciones completamente distintas a las de anteriores generaciones, por lo que sus demandas no son las mismas. «Muchas veces las empresas tradicionales entienden la ‘silver economy’ como una ‘silverización’ de sus productos y servicios, haciendo únicamente un lavado de cara. Hay que llevar a cabo una investigación de mercado para entender realmente las necesidades de esta nueva generación porque se pueden hacer grandes avances para mejorar su calidad de vida, ocio y disfrute», subraya. Volver la mirada hacia este segmento de población es, además, una apuesta segura en términos de rentabilidad ya que, por una cuestión demográfica, irá en aumento durante los próximos años y tiene un mayor poder adquisitivo que otros cohortes de edad.

«Antes era un segmento prácticamente invisible para las empresas y ahora no, lo que están haciendo es adaptar los productos a este segmento porque es una manera de crecer más», interpreta Elisa Aracil, profesora de Comillas ICADE e investigadora del Instituto de Investigación Tecnológica. En paralelo, surgen compañías con la vocación de atender las demandas de los sénior, lo que supone que la economía de la longevidad puede fomentar nuevas profesiones y puestos de trabajo. «No es solamente el vaso medio vacío de más gasto sanitario y pensiones, sino que, bien gestionado, hay muchísimas oportunidades asociadas al hecho de que vivamos más años», indica Aracil. En el caso concreto de nuestro país, el porcentaje de población de 65 años y más, que actualmente se sitúa en el 19,6% del total, llegará al 31,4% en 2050, de acuerdo al INE.

Perder el tren
«España debería ser uno de los países que vaya por delante en la transición hacia la ‘silver economy’ porque demográficamente somos de los más longevos ahora mismo y porque nuestra economía, por sus características estructurales, se podría beneficiar de esta tendencia. Somos un país eminentemente turístico con unas dotaciones ideales como para ser receptor de este segmento de población», pone en valor la experta.

Sin embargo, hay voces que alertan de que España corre el riesgo de perder el tren frente a vecinos europeos que ya han pasado a la acción con medidas para atraer a este colectivo a sus territorios. «Portugal y Grecia han aprobado paquetes fiscales que buscan que los retirados cada vez más numerosos y con más patrimonio del norte de Europa vayan allí. Nosotros tenemos los mimbres, pero carecemos de una estrategia de país», reflexiona Iñaki Ortega. La carrera por sacar partido al maná de la longevidad ha comenzado. España, con permiso de las pujantes startups dispuestas a revolucionar el mercado a golpe de tecnología, lo hace con el freno de mano echado. Solo el tiempo dirá si es capaz de acelerar para ocupar el trono que le corresponde.
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