La natalidad necesita revulsivos
La natalidad necesita revulsivos para revertir la longevidad de la población y sostener el Estado del Bienestar. En España se ha reducido desde los 2,8 hijos por mujer en 1975 a los 1,3 en 2015. Y esta caída explica, aproximadamente, el 75% de la evolución del envejecimiento en los últimos 40 años.
La tasa de natalidad española es la menor de entre los países de la OCDE. En España, el porcentaje de mujeres entre 15 y 39 años que considera ideal tener sólo un hijo supera en más de dos puntos a la media de la UE –10% y 7,8%, respectivamente–. Y resulta muy inferior entre las que desean tener tres o más hijos (17% en España frente al 27% en la UE).
Gonzalo Sanz-Magallón, investigador del Instituto CEU de Estudios de la Familia, asegura que en España existe un déficit de políticas de apoyo a las familias, ya que el volumen de ayudas que reciben sobre el PIB es del 1,5%, frente a una media del 2,8% en la UE. Además, lamenta que las medidas de conciliación sean tan deficitarias, y que los padres, en general, no cuenten con suficientes recursos para desarrollar correctamente su función social en su dimensión cuantitativa (número de hijos) y cualitativa (dar una educación adecuada que potencie sus capacidades, propiciando su éxito en el sistema educativo y su inserción laboral). «Para que las medidas sean efectivas tiene que existir una estrategia global (ayudas, fiscalidad, mercado laboral…) y mantenida en el tiempo», apostilla.
Mejorar la conciliación
Sanz-Magallón aboga por conseguir un pacto de Estado por la familia que recoja un mejor trato fiscal en el IRPF y en algunos impuestos indirectos. «Es injusto que bienes de primera necesidad, como los pañales, tengan un IVA del 21%, en vez de uno del 4%». También sugiere un complemento en las pensiones a las personas en función del número de hijos, racionalizar los horarios laborales y promocionar medidas de conciliación, entre las que destacarían la ampliación de la baja por maternidad hasta las 24 o 26 semanas, e incrementarla en función del número de hijos menores a cargo; la reducción al 50% o incluso al 100% de las cotizaciones a la Seguridad Social para padres y madres con hijos pequeños y en jornada a tiempo parcial; y la flexibilidad horaria –el porcentaje de empresas que la proporcionan en España es del 18%, frente a niveles del 70% en Finlandia–. Asimismo, remarca que la precariedad afecta en mayor medida a los jóvenes con escaso nivel formativo, por lo que «sería preciso atajar el abandono escolar temprano y potenciar la Formación Profesional».
Elisa Chuliá, coordinadora de Estudios Sociales en Funcas, opina que el objetivo debería consistir en facilitar la maternidad/paternidad a quienes quieren ser madres/padres y están retrasando esta decisión o renunciando a tomarla porque entienden que «no se lo pueden permitir». Las medidas que podrían incentivar la natalidad son aquellas que reducen los costes directos y de oportunidad de tener hijos. Entre ellas, seguramente, «las más efectivas serían las de ampliar la oferta de servicios de cuidados y enseñanza para los bebés, a través de la extensión de la red pública de los centros que los proveen o mediante la subvención del acceso a centros privados».
Chuliá piensa que reducir los gastos previstos para ofrecer un buen cuidado y una buena educación a los pequeños es el mejor estímulo, aunque resalta que también habría que minimizar la posible penalización profesional que trae consigo tener hijos. Sobre todo, para las mujeres. «Habría que asegurar que las empresas cumplen efectivamente la legislación en materia de conciliación laboral, familiar y personal, e incentivar eficazmente la introducción de iniciativas empresariales de conciliación que vayan más allá de las aprobadas», agrega.
Por otra parte, la también profesora de Sociología de la UNED revela que la baja fecundidad que se observa en España y en otros países europeos no obedece únicamente a las dificultades estructurales para tener hijos, sino que existen factores culturales que influyen en este fuerte descenso de la natalidad. En concreto, destaca el cambio en los estilos de vida y la creciente importancia de valores como la independencia y el ejercicio de la libertad individual en la vida privada, que no favorecen la procreación.
Chuliá cree que, quizá, falte un discurso sobre la importancia crucial («existencial») que los hijos adquieren en la propia vida y, también, respecto a la contribución social que hacen las madres y los padres, pero estos planteamientos «tienen dificultades para abrirse camino en el espacio público, porque están históricamente vinculados con ideologías cuyo respaldo social es hoy día muy escaso».
Incentivos fiscales
Reducir los impuestos a las familias sería, para los expertos consultados, una de las medidas más efectivas para incentivar la natalidad. En este sentido, Sanz-Magallón sugiere incluir en las bases de cotización de las pensiones el tiempo dedicado al cuidado de los hijos y calcular la cuota liquidable del IRPF dividiendo la base imposible entre el número de personas en el hogar, siguiendo el sistema de Francia. Igual de importante que fomentar la natalidad es mejorar el rendimiento educativo para evitar el desempleo y la precariedad laboral, así como para aumentar el nivel salarial en el futuro. Para lograrlo, el investigador del Instituto CEU de Estudios de la Familia afirma que sería útil otorgar una desgravación fiscal a los padres por gastos empleados en la formación y el desarrollo de los hijos, especialmente a quienes tengan más de uno, y ofrecer mayores ayudas a las familias en riesgo de exclusión o pobreza.
Source: The PPP Economy