La lavandería china


China ya no es un sitio tan atractivo para invertir. Desde que se abrió al mundo en 2001, el gigante asiático se convirtió en el destino predilecto de las mayores empresas globales para establecer sus fábricas. Los costes laborales escandalosamente bajos, hasta rozar la esclavitud, y un sistema legal sumamente permisivo de acuerdo a los estándares occidentales la convirtieron en un imán. Sin embargo, el meteórico desarrollo de la clase media china, hasta casi triplicar el salario medio anual en estos tres lustros (el salario medio en el sector manufacturero creció un 364% de 2004 a 2014), ha reducido vertiginosamente los beneficios de producir en aquellas tierras.

Así lo demuestra un estudio de la Cámara de Comercio de la Unión Europea en China. Por primera vez en la historia, los márgenes de beneficio de más de la mitad de las empresas europeas que operan en China fueron menores que los promedios globales de sus compañías. La mitad de las firmas europeas presentes en ese país afirman que se ha acabado la edad de oro de invertir en China, acuciada además por la desaceleración de su economía.

De acuerdo a una investigación realizada por Oxford Economics, debido a años de incrementos salariales por encima de los aumentos de productividad, fabricar en China supone hoy un ahorro del 4% en costes respecto hacerlo en Estados Unidos cuando en 2004 alcanzaba el 14%. Como consecuencia, cada vez más empresas están deslocalizando su producción, trasladándola a Camboya, Vietnam, Birmania o Indonesia. De acuerdo con el estudio de la consultora Roland Berger en 2015, siete de cada diez empresas extranjeras que operan en China lo hacen para tener acceso a los consumidores chinos, cuya clase media aumenta a razón de 30 millones de personas al año.

Los estudios confirman una tendencia que se aprecia a simple vista con el ajuste de los costes laborales en Europa y EE UU como consecuencia de la severa crisis pasada. Londres está inundada de zapatos de diseño hechos a mano en España e Italia a precios razonables. París de ropa asequible cosida en Portugal, Rumanía o Turquía. Y en Nueva York comienza a ser habitual que las manufacturas, desde electrodomésticos hasta ropa y zapatillas deportivas lleven el sello «Made in USA», algo prácticamente imposible hace diez años. Si no, los productos llegan de México. Las empresas europeas regresan a casa y Europa vive un proceso de reindustrialización progresivo. A esto se une el prestigio añadido que otorga a la mayoría de productos el sello «Made in Europe» o «Made in USA». No se trata sólo del retorno de las fábricas textiles. También regresan líneas de producción de electrónica. Un claro ejemplo es España, donde no dejan de invertir las firmas del sector del automóvil. Gracias a su competitividad, España es ya el segundo fabricante de coches de Europa por detrás de Alemania y el octavo mundial, superando a Brasil. Europa cuenta además con un capital humano de gran cualificación, lo que complica la capacidad china para competir.

El año pasado, el Grupo Keer de la ciudad de Hangzhou (China) inauguró en Carolina del Sur su primera fábrica de hilos de algodón en suelo estadounidense, una planta en la que trabajan 180 empleados y a la que se espera que en los próximos años le sigan cuatro más. La equiparación salarial entre los trabajadores chinos y estadounidenses, y los precios más bajos en los terrenos, la energía y en la materia prima, hacen de EE UU una opción más atractiva para esta firma textil china. Además, la productividad es entre un 70% y un 90% superior en Europa y EE UU que en China o India.

Para compensar, el gigante asiático está atrayendo capitales de dudosa procedencia. El dinero de la droga, desde Colombia o México hasta España o Marruecos, del tráfico de armas y de miles de empresas defraudadoras fluye por los bancos chinos, con un sistema sin excesivos controles. Una porosidad del sistema financiero que permite a las grandes corporaciones minusvalorar las exportaciones y sobrevalorar las importaciones para sacar el capital. Convertida en el mayor exportador de dinero ilícito, según el ránking que elabora Global Financial Integrity, una organización sin ánimo de lucro con sede en Washington, China corre el riesgo de pasar de ser la fábrica del mundo al «hub» global del lavado de dinero sucio.

Source: The PPP Economy

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