"La investigación que se hace en España no ha servido para nuestro desarrollo"
Felipe Romera es un veterano al frente del Parque Tecnológico de Andalucía, en Málaga. Su imagen no refleja, en absoluto, ni su interior ni su moderna visión de la economía y la empresa. Su chaqueta de corte tradicional, su jersey de cuello pico, su corbata clásica y sus gafas de pasta esconden un hombre de mente abierta y espíritu vigoroso. Campechano, cordial, y convincente, también preside la Asociación Española de Parques Tecnológicos (AEPT) y el Foro Transfiere, cuya cita anual se celebró hace 11 días. Responde rápidamente, como el niño que se sabe la lección, cuando se le pregunta ¿qué es?
– Es un lugar de confluencia del sistema de innovación español, con una presencia internacional en aumento. Durante un día y medio, el mundo universitario y el empresarial se reúnen en Málaga para conocer lo que están haciendo unos y los intereses de otros.
– ¿Por qué cuesta tanto en España la conexión entre universidad y empresa?
– El mundo universitario se ha ocupado, hasta la fecha, mucho por las cuestiones académicas y la investigación, y prácticamente nada por la transferencia del conocimiento que genera. Y, por otro lado, al mundo empresarial le cuesta bastante entender qué es la Universidad. Precisamente, aplanar esas barreras es uno de los objetivos del Foro Transfiere. Ambas partes están abocadas a converger: la investigación debe tener una traducción en la economía y viceversa.
– ¿La concepción de la Universidad es válida para alcanzar esta meta o, por el contrario, se requieren muchos cambios?
– Desde hace años se está registrando una tendencia generalizada en las universidades a asumir, además de la docencia y la investigación, otra misión: la transferencia, imprescindible para que se produzca la innovación, que siempre es un proceso empresarial. Es decir, transformar la investigación en productos y servicios y, por tanto, en dinero. Este esquema exige un cambio de mentalidad notable porque es muy fácil pronunciar una palabra como la de transferencia y muy complejo llevarlo a la práctica. La manera más simple de transmitir es que la gente de la universidad haga empresa porque así el investigador pasa al mundo empresarial consigo mismo.
– ¿Se está haciendo?
– Sí, pero poco. La legislación no lo facilita.
– Eso no ocurre en la Universidad de Stanford con Silicom Valley…
– Todo lo contrario. Allí, desde hace 70 años, se anima a los profesores a ayudar a sus estudiantes a emprender y también a participar en sus consejos de administración.
– ¿Hay olvidada mucha investigación en los anaqueles de las universidades?
–Sí, porque el objetivo de las universidades ha sido generar conocimiento sin más. Y lo ha hecho bastante bien, pero casi toda la investigación realizada en España no ha servido para el desarrollo económico.
– ¿Cuál es el estado del I+D+i en nuestro país? ¿Le ha hecho mucho daño la crisis?
– Sí. El diagnóstico es malo. La UE se fijó hace muchos años los objetivos de Lisboa que establecían que la UE alcanzara en I+D+i el 3% del PIB. No se consiguió. Apenas se llegó al 2% y en España la cifra está por debajo. Además, dos terceras partes de la investigación debía ser privada. Aquí, la mitad es pública.
– ¿Qué representan hoy en día los parques tecnológicos en España?
– Un parque tecnológico es el único lugar donde confluyen Universidad y empresa. En España nacieron alrededor de 1988 en un momento en que ni la institución académica ni la empresarial tenían su cabeza puesta en la innovación, lo que ha hecho que su avance haya sido muy lento. Son, sin duda, el centro de nuestro sistema de innovación, albergan actualmente unas 6.000 empresas y emplean a 130.000 personas. Un reciente estudio de la profesora Aurelia Modrego, de la Universidad Carlos III, concluye que las empresas instaladas en estos recintos son más innovadoras y facturan un 40% más que las que no lo están. Estos datos ponen en evidencia su valor. Son verdaderos instrumentos para transformar nuestro sistema de innovación. Lo que pasa es que son propiedad de las comunidades autónomas, tienen problemas de sostenibilidad y su alta dependencia de las administraciones se nota negativamente en tiempos de crisis.
– ¿Existe en España una excesiva mentalidad subvencionista sobre la I+D+i?
– En todo el mundo está financiada. A las empresas les cuesta hacerla porque el mercado no la retribuye a corto plazo y, por tanto, representa alto riesgo. Lo importante no es la cantidad, sino la orientación. Ha de estar destinada al sector productivo.
– ¿Hay financiación, o es una misión casi imposible conseguirla, para proyectos innovadores?
– La privada es muy escasa y la pública ha sufrido unos recortes impresionantes. El esfuerzo lo debemos concentrar en las pymes, pero sus posibilidades de acceder a esos recursos, sobre todo los que ofrece la UE, son mínimas por los inacables trámites burocráticos que hay que realizar.
– Ya que abarcar todo es imposible, ¿en qué ámbitos deberíamos centrar la innovación en este país?
– Aquí vamos a por todas. Si somos muy ambiciosos, dispersamos los fondos, pero no logramos masa crítica. Habría que seleccionar cuatro o cinco sectores en los que España tiene grandes posibilidades.
Source: The PPP Economy