Jerusalén, la nueva cuna de «start-ups»


¿Puede convertirse Jerusalén en una ciudad tecnológica al estilo de Tel Aviv? Un puñado de inversores, emprendedores y diseñadores recién salidos de la Universidad lo están intentando. Quieren transformar el paisaje empresarial de esta vieja ciudad con 3.000 años de historia en un eje tecnológico para atraer a profesionales de todo el mundo. Para Jerusalén, crecer a la sombra de Tel Aviv, que alberga 2.000 «start-ups» (empresas tecnológicas emergentes) no es un reto sencillo. Dos tercios de la población jerusalemita son ultraortodoxos (centrados en el estudio de la Torá) y árabes, cuya participación en el mercado laboral es especialmente baja.

Jerusalén no tiene actualmente el gancho ni la vida social de cafés y tiendas «chic» que existe en Tel Aviv, donde se pagan sueldos astronómicos a los creativos, pero cada vez más de sus aulas salen talentos capaces de crear empresas como Mobileye, comprada el año pasado por Intel tras pagar 14.000 millones de euros. Poco a poco la ciudad está generando un ecosistema atractivo para la innovación tecnológica con ayuda de inversores, instituciones públicas y la Universidad Hebrea, de donde salen emprendedores como Zee Farbman, uno de los fundadores de Lightrick. Su compañía es la creadora de Facetune y otras aplicaciones fotográficas que están entre las más compradas en su segmento por los usuarios en Apple.

Farbman y su equipo querían un lugar tranquilo para trabajar y en Jerusalén lo encontraron. El cuartel general de esta empresa, situada junto a la universidad, huele a tomillo, hierbabuena y albahaca. Este entorno de plantas aromáticas y canales por donde fluye el agua refleja fielmente las aspiraciones de los fundadores. La Universidad de donde salió esta «start-up» creó hace años una incubadora para empresas tecnológicas con alojamientos para los estudiantes emprendedores. «Queríamos un espacio en el que pudiéramos encontrar paz mental», asegura Farbman, en cuya empresa trabajan más de 110 personas.

En Regus, una multinacional con 1.500 centros de oficina en todo el mundo, el directivo Yifat Cohen explica que la industria tecnológica está experimentando un gran crecimiento en Jerusalén, y que el ayuntamiento «está ayudando para hacer de la ciudad una nueva Tel Aviv». El centro de «co-working» de Regus en la ciudad acoge a decenas de «start-ups» como Weride, donde han desarrollado una nueva aplicación internacional que permite a los estudiantes transformar sus vehículos en servicio de transporte. «En Israel trabajamos con taxis y en España estamos empezando a contactar con estudiantes que quieran generar dinero con su coche para que se registren en esta aplicación y así otros estudiantes puedan contactarlo y usar su vehículo», explica Florencia Cabuli, de Weride.

Uno de los arquitectos del modelo que tanta fama le ha dado a Israel es Erel Margalit. En 1993 fundó Jerusalem Venture Partners (JVP), un fondo de capital riesgo que ha sido el vivero de muchas compañías tecnológicas. En la sede de JVP, situada cerca de las viejas murallas de la ciudad, Margalit argumenta con el ímpetu de un visionario y el carisma de un político, no en vano fue diputado entre 2012 y 2017. Margalit habla de abrir oportunidades para la innovación y generar puestos de trabajo impulsando la cultura y la educación. Defiende que la colaboración empresarial en la región puede ayudar a rebajar las tensiones sociales y políticas: «Si la pobreza crece, también crece el extremismo», asegura ante un grupo de periodistas europeos invitados por EIPA (Europe Israel Press Asociation). Utilizando la metáfora de Margalit, eso significa crear puentes y pone como ejemplo la sanidad: «Hay muchos trabajadores sanitarios en Israel que son árabes. La innovación contribuye a la integración», defiende este emprendedor, que sostiene que Jerusalén se sitúa entre los 28 ecosistemas más innovadores del mundo.

Uno de sus retos es reducir la brecha social en el interior del país. Según las cifras que maneja, el 21% de Israel vive en la pobreza. Si Tel Aviv alcanza una renta per capita de 44.000 dólares hay zonas en el sur del país, a tres horas en coche, donde la renta disminuye hasta a 27.000 dólares. Por eso, su sueño actual es crear siete zonas de excelencia. Pone como ejemplo Galilea, donde alimentación, agricultura e innovación forman parte de una fórmula novedosa para desarrollar esta industria: «Hay productos locales que ayudan a curar enfermedades. Así que tenemos que desarrollar ese campo mucho más». Para Margalit, la innovación es uno de los idiomas de la diplomacia. «Si no tienes innovación los jóvenes no van hacia tí. Mira lo que pasa con Italia, tiene cosas fabulosas, pero todo es del pasado. Ahora no innova».

Source: The PPP Economy