Iberoamérica sin rumbo


La acción de las empresas españolas en Iberoamérica está pasando a un lugar secundario. Ayer, este diario indicaba que la inversión ha marcado el mínimo de nueve años con una caída del 43% en 2020. Es verdad que la pandemia es una coyuntura especial, pero también es cierto que las cosas en la región han cambiado. De los tres países (Colombia, Perú y Panamá) cuya situación era la mejor valorada por las empresas españolas, de acuerdo con el informe ‘Panorama de la Inversión Española en Iberoamérica 2020’, Colombia y Perú se han desestabilizado. Colombia por un estallido violento que ha echado por tierra su afán de introducir estabilidad fiscal en sus cuentas públicas y Perú por una elección presidencial que, sea cual sea su desenlace, no garantiza que se supere el conflicto institucional entre el Ejecutivo y el Legislativo. Chile, que en 2019 era el segundo destino más atractivo, pasó en 2020 a ser el noveno. El estallido social de 2019 y la apertura del proceso constituyente en 2021 le han pasado factura.

Pero más allá de la coyuntura, lo que se echa en falta en Iberoamérica es una voluntad política que dé forma a las relaciones. La última visión coherente la formuló el Gobierno de Felipe González en la década de 1990. Entonces, España se hizo cargo de una gran responsabilidad: afianzar la democratización de la región después de años de dictaduras. La visión de González combinaba democracia y mercado a través del ejemplo y la cooperación política, y tras su estela llegaron las empresas más importantes. José María Aznar la intensificó aún más y visitó 31 ciudades de Iberoamérica en sus dos mandatos (se excluyen las cumbres). Sin embargo, todo cambió con Zapatero. En su primera legislatura (2004-2008) visitó 12 ciudades, y en la segunda (2008-2011), muy agobiado por la crisis económica, cuatro.

El declive de la influencia española coincidió con la llegada de Hugo Chávez y su fuerte activismo regional a través del Alba y Unasur. El fracaso del ‘socialismo del siglo XXI’ debería haber aleccionado a la región frente a las aventuras populistas. Pero los hechos son que Iberoamérica ha llegado a la segunda década del siglo con una enorme frustración política, económica y social.

China es hoy la potencia más relevante de la región. No solo por su alta capacidad inversora sino porque es el destino de muchas de las exportaciones latinoamericanas. Los intercambios comerciales de China y Chile son hoy casi tres veces los de Chile y EE.UU. Pero China no solo es un socio comercial o estratégico. Frente a la inquietud social que parece que perdurará en la zona durante el próximo lustro, Pekín también ofrece un paradigma que promete prosperidad a las grandes masas y capacidad de control a las élites. Después de décadas de intentarlo con el capitalismo democrático, el capitalismo autoritario puede resultar muy seductor. jmuller@abc.es.

Source: Noticias

GrupoUnetcom