Huawei toma aire y se lanza a buscar nuevos campos


Si la tensión creciente de los últimos años entre China y Estados Unidos se ha cobrado una víctima incruenta, esa es Huawei. Hasta el punto de que su destino quedó ligado por boca del expresidente Donald Trump al desenlace de la guerra comercial entre ambas potencias, conflicto solventado por la vía del aplazamiento más que la reconciliación. Huawei pasó así de liderar la venta mundial de teléfonos móviles a «pelear para sobrevivir» –su fundador Ren Zhengfei dixit–, excluida de Google y sus servicios por orden de la Casa Blanca. Esto obligó a la tecnológica a desarrollar contrarreloj un sistema operativo propio, cuya última versión ha presentado esta semana.

Boqueando en busca de aire, Huawei ha resuelto ampliar el espacio. El sistema operativo Harmony 2.0, revelado el miércoles por medio de un evento online, se diferencia de sus competidores en que está diseñado para ser compatible no solo con teléfonos móviles, también con todo tipo de dispositivos inteligentes. La firma pretende de este modo explotar las posibilidades del ‘Internet de las cosas’ (IdC) a medida que la digitalización se adueña de cada aspecto de la vida diaria. «Android e iOS se desarrollaron hace unos doce años, cuando la conexión móvil comenzó a popularizarse y los smartphones eran el soporte principal. Este mercado ya está saturado, pero hay mucho potencial de crecimiento en el IdC», explicaba Wang Chenglu, presidente del equipo de software para productos de consumo.

Para lograr su propósito, Huawei se ha aliado con empresas tanto chinas como internacionales: Harmony 2.0 operará, por ejemplo, los drones de DJI, los electrodomésticos de Midea y los relojes de Swatch o Tissot. Según sus cálculos, para final de año 300 millones de productos emplearán el sistema, 200 de los cuales serán teléfonos de la casa. «Cada uno de nosotros forma parte de un mundo plenamente conectado, y también nuestros aparatos», proclamó Richard Yu, máximo responsable de la unidad de productos de consumo.

Emblema de China

Huawei podría traducirse como «emblema de China», por lo que no debiera sorprender el nombre en mandarín adjudicado a su proyecto clave: ‘Hongmeng’, homónimo de «sueño rojo». La investigación que en 2016 comenzó como parte de un plan de contingencia se volvió una necesidad imperiosa tras las restricciones impuestas por EE.UU. en mayo de 2019. Tres meses más tarde la primera versión de Harmony estaba lista.

Este sistema operativo, desarrollado por medio de código abierto para fomentar la participación de programadores, promete costes diez veces inferiores a los de plataformas similares. Pesa en su contra el escaso número de apps que en la actualidad puede ofrecer a sus usuarios: apenas 96.000 frente a los 3 millones de Android. Pero si algo juega a su favor es el entorno: Google está censurado en el gigante asiático y, por tanto, arrinconado en su colosal mercado. La aparición de una alternativa nacional permitiría impulsar sinergias domésticas: cinco de las siete empresas líderes del sector a nivel mundial son chinas. «Tenemos millones de usuarios de teléfonos móviles, y [Harmony] es una base importante desde la que desarrollar un ecosistema», incidía Wang.

Este ecosistema supone, a día de hoy, un reducto ínfimo pero invulnerable. La estrategia de Huawei pasa porque represente la semilla de su renacimiento, un tronco común del que broten nuevas ramas de negocio. La tecnológica ha identificado dos tendencias globales en las que volcarse: transformación digital y neutralidad de carbono. Ante esos cambios próximos a implosionar, intuye en ambos procesos la oportunidad de suministrar infraestructura crítica: servicios de computación en la nube en el primer caso, universalización de energías renovables en el segundo. A finales de marzo, además, obtuvo la licencia de las autoridades chinas para aventurarse en el sector de los pagos electrónicos.

Caída de ingresos

Huawei necesita nuevas ramas porque las viejas comienzan a resquebrajarse. En el primer trimestre del año, el segundo consecutivo en números rojos, sus ingresos cayeron un 16,5% interanual hasta los 152.200 millones de yuanes (19.500 millones de euros). El 5G, su gran apuesta, también ha sufrido ante la presión de EE.UU. La cuarta ronda de sanciones impuesta en marzo estrecha aún más su capacidad de aprovisionamiento, pues bloquea la venta de componentes para proveedores de todo el mundo. En mayo, India fue la última en sumarse a la larga lista de países que han excluido a la firma china de la implementación de su infraestructura 5G. Huawei, pese a todo, se resiste a ser solo una víctima.

Sin noticias de los coches… por ahora

Mucho se ha rumoreado sobre el desembarco del gigante chino de la tecnología en el pujante sector de los vehículos eléctricos y autónomos. En abril saltó la noticia de que la casa china planeaba dedicar hasta 1.000 millones dólares (820 millones de euros) a tal fin, por medio de la alianza con tres productores chinos. Los automóviles resultantes llevarían el nombre de la tecnológica en su marca. A finales de mayo, sin embargo, Huawei lo desmintió por medio de un comunicado en el que negaba haber realizado inversión alguna y tachaba las informaciones al respecto de «habladurías».

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