Familias protegidas, una prioridad y una obligación


El 15 de mayo se celebra el Día Internacional de la Familia, un público al que las compañías nos dirigimos continuamente para captar su atención como clientes potenciales de nuestros productos y servicios. No obstante, es vital que nuestras preocupaciones vayan más allá del sentido comercial. La familia es una unidad esencial de nuestra sociedad y las empresas debemos centrar nuestros esfuerzos en propiciarles un cuidado único y especial. En este aspecto, me parece fundamental entender más y mejor cómo las familias contemplan sus compromisos financieros para ayudarles a afrontar estas responsabilidades.

Hay responsabilidades unánimes para todos. Por ejemplo, ¿quién no ha pensado en el dinero que tiene que ahorrar para su jubilación? ¿O qué padres no se han pasado más de una noche en vela echando cuentas para afrontar la educación de sus hijos y ofrecerles las mejores oportunidades? Son obligaciones casi inherentes al ser humano y sobre las que todos reflexionamos llegados a una cierta edad.

Existe un fuerte deseo en la sociedad por ayudar económicamente a los “nuestros”. La aspiración de ser capaces de apoyar económicamente a hijos y nietos es un sentimiento universal a través de las generaciones. Entre las prioridades de los padres está la de facilitar a sus descendientes el acceso a los mejores colegios, actividades, idiomas, experiencias y universidades. Aunque la educación no es la única preocupación de los padres. A medida que crecen e inician su independencia, surgen otros gastos que forman parte del proceso de emancipación. Además, esta responsabilidad que sienten los padres por ayudar a sus hijos es cada vez con mayor frecuencia un sentimiento recíproco, tanto física como económicamente. Esta es una forma de recompensar el esfuerzo de los padres, y es visto como una expresión de amor o gratitud.

Todos estos comportamientos se han visto modificados en cierta manera por la crisis financiera que hemos atravesado. Los hijos han tenido que aceptar la ayuda de sus padres y éstos a su vez la de los suyos. De este modo, el papel de los abuelos ha pasado a ser fundamental.

Uno de los problemas elementales que enfrentan las familias, más ahora que hemos visto en primera persona otra realidad, es ahorrar lo suficiente para cuando llegue la jubilación. En este sentido, las aseguradoras tenemos la responsabilidad de ofrecer productos que respondan a sus necesidades.

Una de las peores situaciones a la que uno se puede enfrentar en la vida es la muerte repentina de un familiar cercano. El mañana es un misterio pero hoy tenemos la oportunidad de asegurar la economía de la familia en caso de situaciones inesperadas, y, aunque gran parte de la sociedad siente responsabilidad por el porvenir de sus seres queridos, todavía existe una importante labor de concienciación.

Independientemente de nuestra edad, es evidente que todos tenemos preocupaciones y también es cierto que compartimos muchas de ellas. Muchas de nuestras inquietudes se basan en garantizar la viabilidad económica de nuestro futuro y el de las personas que llenan nuestra vida.

Las aseguradoras tenemos un papel fundamental en un grupo social tan importante como el de la familia. Nuestra misión debe ser asesorar a las familias a canalizar sus finanzas para que queden protegidas de la manera más eficiente posible ante cualquier imprevisto que pueda surgir. No sólo es nuestra responsabilidad, también es nuestra obligación.

*Director General MetLife en Iberia

Source: The PPP Economy

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