Etiopía, 1935


Hay un gran debate sobre la eficacia de las sanciones contra Putin. La impresión de que el embargo privado no tiene precedentes debe compensarse con la noción de que en Europa, la generalizada simpatía hacia Ucrania, nos ha sumergido en la ‘niebla de guerra’. Hoy la tecnología y la infraestructura para imponer sanciones es bastante eficaz y permite acciones quirúrgicas, pero también puede ocurrir que Putin haya encontrado maneras de engañarnos a todos.

Las sanciones comerciales son descendientes directas de los bloqueos del siglo XIX. Se aplicaban de forma curiosa: los afectados seguían pagando sus deudas a los bloqueadores y la propiedad privada era sagrada e inviolable. En 1919, los europeos convirtieron las sanciones en el arma principal de la nueva Liga de las Naciones que debía garantizar la paz mundial en el siglo XX. A EE.UU. esto no les convenció y acabaron retirándose de la iniciativa.

Se ha comparado la invasión de Ucrania por Putin con la de Checoslovaquia por Hitler en 1939, pero, con el paso de los días, el episodio al que más se empieza a parecer es a la invasión de Etiopía por Mussolini en octubre de 1935. La Liga de las Naciones fracasó en sus intentos de disuasión del Duce y de mediación entre las partes. Pero cuando se iniciaron las hostilidades, se adoptó de manera sorprendentemente rápida una batería de medidas contra Italia, que fue declarada país agresor, y 52 de los 58 miembros de la Liga aplicaron sanciones económicas contra Roma: embargo de armas y municiones, prohibición de recibir créditos y préstamos, veto a los productos italianos y a la importación de bienes para la industria bélica. Pero, la Liga también intentó cortar el acceso de Italia a las divisas, apostando por una asfixia paulatina de su economía.

Dos factores hicieron fracasar a la Liga en este episodio. Por un lado, el capitalismo de la época no mostró escrúpulos y las empresas de EE.UU. –país que no pertenecía a la Liga–, pero también las alemanas, franceses y del Reino Unido, siguieron comerciando con Italia después de acatar las sanciones apenas unas pocas semanas. Por otro, las fuerzas italianas se tomaron cumplida venganza de la humillante derrota de 1896 (’el 98 italiano’), cuando sus tropas de élite sucumbieron ante unos etíopes descalzos, y esta vez arrasaron a los ejércitos de Haile Selassie con toda la tecnología disponible, incluidos tanques y armas químicas (gas mostaza).

Si la campaña militar se hubiera enquistado, como apostaban los diplomáticos franceses e ingleses, y si los etíopes hubieran resistido como en 1896, las sanciones económicas, que causaron un daño importante a la economía italiana, hubieran tenido una oportunidad y el resultado habría sido distinto, cambiando el papel de la Liga de las Naciones en la historia. Hay, además, una diferencia esencial con lo que sucede hoy: la llamada ‘arma económica positiva’. Entonces, nadie ayudó a Etiopía mientras luchaba. Eso, en Ucrania ha cambiado.

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