Elon Musk compra Twitter por 44.000 millones de euros
El consejo de administración de Twitter ha aceptado la oferta de Elon Musk, el hombre más rico del planeta, para comprar la red social. Musk ha llegado a un acuerdo con la compañía y adquiere la plataforma por 44.000 millones de euros, según ha anunciado la compañía.
Twitter y Musk estuvieron el fin de semana negociando, según informó el diario The New York Times, y la agencia Reuters desveló este lunes por la mañana que el acuerdo estaba casi cerrado. En consecuencia, las acciones de Twitter subieron un 4% a la apertura de los mercados bursátiles en Nueva York.
Musk es un usuario frecuente de la red social, en la que amasa a finales de abril más de 83 millones de seguidores. En sus mensajes en ella, y en otros foros, Musk ha sido muy crítico con la gestión de la compañía, y con las limitaciones a usuarios que han sido censurados o incluso expulsados por violar supuestamente las normas de uso. «¿Está muriendo Twitter?», se preguntó en la propia red social el 9 de abril.
El 14 de abril, Musk sorprendió al lanzar una oferta para comprar la plataforma por 54,20 dólares por acción, pero no dijo en aquel momento cómo financiaría la adquisición. Antes había amasado de forma callada un 9% de las acciones. Cuando reveló esas adquisiciones, a principios de abril, el consejo de administración aceptó integrarlo con una serie de condiciones, entre ellas que no aumentara su participación a más de un 14,8%. Musk se negó.
En las negociaciones previas, los empleados de Twitter expresaron temor a que Musk transforme la cultura interna de la compañía. Según publicaron varios medios estadounidenses, el consejero delegado de la empresa, Parag Agrawal, se reunió de forma virtual con los 7.500 empleados de la empresa y defendió que una sola persona no podría cambiar las condiciones de trabajo y de uso de la plataforma.
Los empleados se quejaron, según esas informaciones, por las polémicas suscitadas por Musk en la misma red social: propuso convertir la sede central de la empresa en un albergue para personas sin hogar, se ha burlado de quienes utilizan el llamado lenguaje inclusivo y ha publicado mensajes sobre la pandemia que permiten amplias interpretaciones, como cuando dijo que «sentir pánico ante el coronavirus es algo estúpido».
Cuando Musk presentó ante la Comisión de Bolsa y Valores de EE.UU. —comúnmente conocida como la SEC— la oferta de compra, dijo: «Invertí en Twitter porque creo en su potencial para ser una plataforma para la libertad de expresión en todo el mundo, y creo que la libertad de expresión es un imperativo social para una democracia que funcione… Sin embargo, desde que hice mi inversión me he dado cuenta de que la empresa no prosperará ni cumplirá con este imperativo social en su forma actual. Twitter necesita transformarse como empresa privada».
Después, el consejo de Twitter adoptó una estrategia para hacer inviable una adquisición conocida como «píldora envenenada», que consiste en ofrecer derechos especiales a algunos accionistas que les permiten, ante una oferta de adquisición hostil, obtener más acciones sin coste o con un gran descuento. El diario The Wall Street Journal reveló después que el consejo renunció a esa estrategia al saber que Musk había reunido el dinero necesario para pagar por la compra al precio establecido.
Twitter fue creada en 2006, y en sus informes del último trimestre de 2021 aseguraba que cuenta al mes con 217 millones de usuarios activos monetizables, es decir, que iniciaron sesión o se autenticaron y accedieron a la red en sus ordenadores o dispositivos móviles. El fundador y primer CEO de la empresa, Jack Dorsey, dimitió del cargo en 2021.
Tras las elecciones presidenciales de EE.UU. en 2016, y las investigaciones que probaron que el Kremlin manipuló esa y otras redes sociales para perjudicar a Hillary Clinton, entre otros abusos, los ejecutivos de Twitter comenzaron a implementar de forma más estricta las limitaciones de uso y a modificar su algoritmo para poner coto a los perfiles falsos o injuriosos. En esa nueva fase, muchos políticos y activistas conservadores denunciaron que la empresa, con sede en el bastión demócrata de California, tenía un sesgo claramente izquierdista.
El punto culminante de esas críticas fue la expulsión de Donald Trump tras el saqueo del Capitolio en enero de 2021. Aliados del expresidente, como el senador Ted Cruz, pusieron de relieve que sin embargo, Twitter permite expresarse libremente en su plataforma a dictadores como Nicolás Maduro de Venezuela o Xi Jinping en China, además de los ayatolás iraníes o el régimen norcoreano.
Según dijo el senador Cruz antes de la expulsión de Trump, en una vista oral en el Capitolio en 2020, «Twitter explota su inmunidad para silenciar las voces de aquellos con quienes los multimillonarios de Silicon Valley no están de acuerdo».
La inmunidad a la que Cruz y otros republicanos se refieren es la llamada Ley de Decencia en las Comunicaciones, aprobada en 1996, la prehistoria de internet, que dice explícitamente que las plataformas digitales como Twitter, Facebook o Google no son editores de contenido y por tanto no están sujetos a las mismas normas de verificación o prevención de la censura que los medios de comunicación tradicionales.
Los republicanos en el Senado llevan años estudiando si inician los trámites para revocar partes de esa ley, una petición cada vez más común de grupos conservadores. Si ganan la mayoría en el Capitolio en las elecciones parciales de noviembre, bien podrían hacerlo. Si se revoca esa sección, los directivos de Twitter y Facebook, junto a otros, podrían ser denunciados por censura.
Musk tiene una fortuna estimada de casi 279.000 millones de dólares. Gran parte de su dinero está en realidad en acciones de Tesla, la empresa de coches eléctricos que fundó y de la que posee un 17%, y en SpaceX, su compañía espacial privada.
A principios de abril, Musk se fijó en España y a través de Twitter dijo que el país «debería hacer un despliegue masivo de energía solar. Podría suministrar energía a toda Europa». Hacía esos comentarios en referencia a los planes del Gobierno de Pedro Sánchez de invertir 11.000 millones de euros en el desarrollo de microchips y semiconductores. Sánchez le invitó después a visitar España.