El «procés» marca el Día del Trabajo


Pepe Álvarez, el secretario general de la UGT, está en el ecuador de su mandato y no es precisamente su mejor momento. La crisis ha arreciado en las últimas semanas a raíz de la manifestación que el pasado 14 de abril convocaron los sindicatos UGT y CC OO por la libertad de los presos, junto a partidos y entidades independentistas. A diferencia de otras ocasiones, en el sindicato las diferentes sensibilidades reconocen que «el procés es un gran desgaste», pero «unir procés con reabrir las heridas del último congreso confederal –en el que Álvarez ganó por la mínima a Miguel Ángel Cilleros, líder de la federación de Transportes– sería un error», aunque a nadie le pasa inadvertido que «las heridas pueden reabrirse en función de cómo evolucione el conflicto catalán, pero hoy no puede decirse que se está acelerando un conflicto interno». Ciertamente, «en Andalucía el problema incomoda mucho y se han oído voces muy críticas, pero nadie se plantea un conflicto confederal, al menos por el momento. Pepe sigue siendo el líder, y ahora debe gestionar esta crisis».

El Comité Confederal de finales de mayo dará cuenta de la temperatura interna en un sindicato que está preparando las elecciones sindicales que se iniciarán en el mes de junio y que tendrán su momento álgido entre el segundo semestre del 2018 y el primer semestre de 2019. Aunque no parece que la sangre llegue al río, el malestar es evidente en Andalucía, la Federación de Transportes, en muchos sectores del Metal –aunque mantiene una sólida mayoría– o Asturias, aunque Álvarez mantiene el apoyo, casi incondicional, de la Federación de Servicios Públicos.

En Cataluña, por el contrario, el secretario general, Camil Ros, tiene su futuro pendiente de un hilo. En las últimas asambleas, Ros ha recibido críticas subidas de tono en Barcelona, Tarragona, Hospitalet y Baix Llobregat. En Barcelona, por ejemplo, de 16 intervenciones 13 fueron muy duras dónde se traslucía la petición de dimisión, en Tarragona, una delegada le espetó: «Te pido que quieras más a UGT, si no tendrás que valorar qué prefieres». En Barcelona y Baix Llobregat, las críticas de delegados de Seat llegaron a Pepe Álvarez. Y a nadie se le escapa que éstas eran conocidas por Matías Carnero, líder de UGT Seat y presidente del sindicato en Cataluña, con una posición más que distante con Camil Ros, lo que «está poniendo de los nervios al sector independentista que se agrupa en torno al secretario general».

Fuentes consultadas por LA RAZÓN confirman que el malestar contra Ros es evidente, «no tanto porque es independentista, sino porque cuando surge un problema sindical desaparece». De hecho, al secretario general le acusan de no convocar la permanente del Secretariado porque «debería convocar a los secretarios generales de las federaciones». Con este panorama, Pepe Álvarez está liderando una posición en defensa de «la constitución rápida de un gobierno y de buscar una solución constitucional y estatutaria», dejando lejos sus posturas a favor del derecho a decidir y sus romances con la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural.

Buscar el equilibrio

«Camil se ha dejado muchas plumas, pero Pepe es el único que puede buscar una solución equilibrada», afirma un destacado dirigente no catalán. Desde el entorno del secretario general se afirma que «participar en la manifestación perseguía tres objetivos: evitar una manifestación independentista, tender puentes y evitar una huelga general». En este sentido, muchos dirigentes sindicales apuntan que las críticas del Gobierno fueron «veladas y poco estridentes», comparadas con algunos dirigentes de Ciudadanos. Que Álvarez busque tender puentes no es ningún secreto y que los sindicatos UGT y CC OO han trabajado para evitar la huelga general se ha confirmado en estos días, pero que evitaran una manifestación independentista es su talón de Aquiles.

Álvarez desde su llegada a la secretaria general ha matizado su discurso y aboga por construir puentes. De hecho, mantiene conversaciones constantes con Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, varios miembros del Gobierno, Miquel Iceta, y dirigentes de PDeCAT y ERC. De hecho, Álvarez ha visitado a Oriol Junqueras en la cárcel de Estremera, según ha constatado LA RAZÓN de fuentes de UGT y de ERC. Su objetivo, «buscar puntos de encuentro que permitan lograr una solución para formar gobierno y desbloquear temas pendientes como los atrasos a los funcionarios o la renta mínima». Unos encuentros que también llegan al gobierno, que no los desmiente, porque «hay que hablar con todo el mundo». Estas conversaciones son conocidas por los máximos responsables del sindicato y son aceptadas, porque «el papel de hombre bueno nos conviene para desatascar la situación». No se ve de la misma forma la acción del mundo independentista de Camil Ros. La número dos del sindicato, Laura Pelai, también fue a Estremera a ver a Junqueras, lo que no fue del agrado de algunos sectores y le reportó agrias críticas.

Pepe Álvarez afronta el ecuador de su mandato con la peor crisis del sindicato, pero como hombre curtido en mil batallas «está dando la cara y abordando este tema en las asambleas que se realizan por toda España. No es fácil, porque recibe críticas, pero explica la posición del sindicato sin medias tintas», apunta un dirigente sindical que añade: «Todos estamos mirando cómo evoluciona todo. No se puede hablar de conflicto interno, pero depende de cómo acabe. Si Puigdemont fuerza nuevas elecciones, todo se liará de nuevo».

Source: The PPP Economy

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