El mercado laboral alemán deja atrás la pandemia


La pandemia ha terminado ya, en lo que se refiere al mercado laboral alemán. La tasa de paro disminuyó en agosto hasta el 5,5%, una reducción de una décima respecto al mes anterior y la mejor lectura de la estadística desde marzo de 2020, antes del estallido de la crisis del coronavirus. En agosto la cifra de desempleados en Alemania se redujo en 53.000 personas respecto al dato de julio y en 377.000 personas respecto a agosto de 2020. Esta recuperación da paso, además, a una vuelta a la normalidad. Si en lo peor de la crisis llegó a haber más de seis millones de trabajadores sometidos a reducciones de jornada subvencionadas, esa cifra se ha reducido ya a 1,59 millones.

«El mercado laboral ha seguido recuperándose y observamos una reducción muy pronunciada tanto del desempleo como del subempleo», se felicita Detlef Scheele, presidente de la Agencia Federal de Empleo (BA), que anota también que, el mes pasado, «las empresas alemanas convocaron 779.000 nuevos puestos de trabajo, lo que supone 195.000 más que en agosto de 2020». Scheele reconoce, sin embargo, que el grueso del nuevo empleo es creado por las grandes empresas, mientras que las pymes quedan en buena medida fuera de esta brillante recuperación. Si bien es cierto que quedan todavía más de 300.000 personas que no ha recuperado sus estatus anterior a la crisis, también lo es que este déficit comienza a inscribirse en el proceso de cambio de paradigma del empleo, en la economía digitalizada, y que los empresarias alemanas están volviendo a poner en marcha los programa de captación de empleados en el extranjero, visto que en el mercado alemán no son capaces de cubrir vacantes.

La Oficina Federal de Empleo estima que Alemania necesita seguir incorporando a su sistema laboral a unos 400.000 trabajadores extranjeros cada año para no frenar las posibilidades productivas y competitivas de su economía. «Faltan trabajadores especializados en muchos sectores, tanto para la atención a enfermos y ancianos como en técnica medioambiental, logística o puestos académicos», resume el presidente de la institución. «Esa falta de personal cualificado es un lastre, pero es importante que los trabajadores que lleguen se adecúen con precisión a esa demanda, para evitar desajustes», añade. La evolución demográfica de Alemania y la jubilación de los ‘babyboomers’, según Scheele, acrecentará en los próximos años este problema «de forma dramática» si no se alimenta el mercado con trabajadores extranjeros: “no estoy hablando de acoger a refugiados, sino de propiciar la llegada de mano de obra especializada para cubrir la demanda existente”. «Lo que está claro es que no podemos sentarnos y decir que no queremos que lleguen extranjeros, porque Alemania está ante un mercado laboral prácticamente agotado».

A Scheele no le tiembla el pulso a la hora de reprender a corporaciones como el fabricante de automóviles Daimler, que distribuye dividendos a los accionistas a pesar de mantener entre sus empleados un nivel significativo de reducciones de jornada subvencionadas. «Eso está de acuerdo con la ley», pero tiene «cierto golpe», se ha quejado, «ahora bien, cada empresa es responsable de su propia reputación». El director financiero de Daimler, Harald Wilhelm, rechaza esa crítica argumentando que el trabajo de jornada reducida se utiliza para evitar la desaparición de puestos de trabajo y que las prestaciones por jornada reducida proceden de cotizaciones sociales, la mitad de las cuales las paga el empleador y la otra mitad los empleados. Recuerda también que si las jornadas reducidas se mantienen, principalmente en las plantas de Sindelfingen y Bremen, es debido a la falta de semiconductores. Aun así Scheele considera que la recuperación es ya suficiente como para que el gobierno comience a retirar esos estímulos al empleo y cree que «el 31 de diciembre debería ser el final de es apolítica, en lo que respecta a los servicios extendidos».

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