El mapa bancario da un giro de 180 grados
Vincular la crisis financiera/deuda a la celebración de los Juegos Olímpicos de Londres puede parecer una insensatez, una frivolidad, si me permiten. Pero no es así. El 26 de julio de 2012, en la capital británica, Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, un día antes de la ceremonia de inauguración de los trigésimos juegos de la edad moderna, pronunció las palabras con mayor trascendencia que se recuerdan a un mandatario de un banco central: «El BCE está dispuesto a hacer lo que haga falta hacer para preservar el euro… y, creánme, será suficiente». Hacía poco más de ocho meses que había sustituido a Jean-Claude Trichet con una herencia muy pesada: tenía que luchar contra «los irracionalmente altos costes de financiación de algunos estados». Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de EE UU entre 1987 y 2006 ya había advertido, en 1996, de la «exuberancia irracional de los mercados». Eran los tiempos de la burbuja financiera, del «boom» inmobiliario. Los años locos de la banca.
La historia de la crisis financiera internacional –hay pocas que no traspasen fronteras– se remonta a hace más de 20 años. Pero permaneció larvada durante un decenio. Hasta que explotó. El mismo Banco de España, al analizar el balance del proceso de reestructuración del sistema financiero reconoce que el «sistema bancario español resistió razonablemente bien los primeros efectos de la crisis de las ‘‘subprime’ en Estados Unidos, favorecido, entre otros aspectos, por la práctica supervisora que exigía que los vehículos estructurados de inversión se incluyeran en el balance de las entidades». Hubo que esperar a 2009 para los desequilibrios acumulados durante tantos años de expansión empezaran a aflorar en una parte de las entidades (las cajas de ahorros).
¿Cuál fue la razón? A las entidades financieras les salía más barato financiarse en los mercados que mediante la captación de depósitos entre sus clientes. Esa necesidad creciente colocó al sector bancario y a la economía española en una posición muy vulnerable. Tanto, que el 25 de julio, la víspera del histórico discurso de Draghi en una cumbre empresarial, en principio más protocolaria que trascendente, la prima de riesgo española marcó máximo histórico en 649 puntos básicos, con el bono a 10 años en el 7,7%. Teniendo que pagar un interés menor sólo unos meses antes, algunos países como Grecia, en 2010, tuvieron que ser rescatados por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, o Portugal, en abril de 2011.
Compra de deuda
¿Y por qué? Porque los principales tenedores de la deuda pública de un país son las entidades financieras: bancos y compañías de seguros. Y es que desde marzo de 2015, hace más de dos años y medio, la máxima autoridad monetaria europea ha comprado deuda soberana de España a los bancos por importe de 212.300 millones de euros. Las entidades financieras españolas mantienen una deuda con la institución que preside Mario Draghi de 171.677 millones, un 21,6% más que hace un año.
¿Se repite la historia 10 años después? Las condiciones de la banca son bastante diferentes hoy, pero la máxima económica que reza que «a precio cero, demanda infinita» vuelve a cumplirse. Y a Draghi no le quedan ya más balas en la recámara. Seguro.
La banca española ha sufrido un profundo proceso de transformación en los últimos años. Como dice el Banco de España, particularmente desde 2009. El domingo 29 de marzo, el Gobierno decide intervenir Caja Castilla–La Mancha, le otorga una liquidez inmediata de 9.000 millones para resolver sus problemas inmediatos (la apertura de sus oficinas al día siguiente) y sustituye todo el Consejo de Administración, con su presidente, Juan Pedro Hernández Moltó, a la cabeza. Fue el principio de un rosario de problemas que afectó de lleno a las cajas de ahorros, y que representaban la mitad del sistema financiero español. Un conjunto de entidades que estuvo más pendiente de satisfacer la financiación de las ciudades o comunidades autónomas que representaban que por la cuenta de resultados.
El sistema financiero llegó a 2011 con cerca de medio centenar de entidades financieras y con un riesgo relacionado con el sector inmobiliario que hicieron mella en su financiación. Ese año había 40.103 oficinas en España; hoy quedan 28.553. Trabajaban 242.726 personas y ahora, poco más de 189.000. Un precio muy alto. Demasiado.
Source: The PPP Economy