El incierto fin de año de las ‘uvas de la suerte’


Cuentan muchas historias sobre el origen de la tradición de tomarse una docena de uvas con las campanadas de Nochevieja para atraer la buena fortuna sobre el año a estrenar. La principal remite a finales del siglo XIX, cuando las clases más acomodadas de Madrid tomaron la costumbre francesa de tomar un ‘lunch’ en Nochevieja con uvas y champán. En 1882, el entonces alcalde José Abascal y Carredano emitió un bando estableciendo una tasa municipal a quienes celebrasen los Reyes Magos, que entonces era una festividad mucho más popular. Tanto fue el enfado de una parte de los madrileños que muchos decidieron concentrarse en la Puerta del Sol para tomarse doce uvas el 31 de diciembre a modo de burla. Hay constancia de esta tradición desde, al menos, el año 1896. Varios empresarios vieron una oportunidad y comenzaron a ofertar las ‘uvas de la suerte’.

En los últimos años el consumo de uvas el día de Nochevieja en España se ha situado entre 1,5 y 2 millones de toneladas. La mayoría de la variante Aledo – la más tardía – proveniente en una elevada proporción de la Denominación de Origen Protegida (DOP) ‘Uvas de Mesa Embolsada Vinalopó’ (Alicante), que emplea directamente a 13.000 personas. Un territorio salpicado de medianas y pequeñas explotaciones al que pertenecen los municipios de Agost, Monforte del Cid, Novelda, Aspe, Honfón de las Nieves, Hondón de los Frailes y La Romana. Solo Carrefour ha comprado esta campaña 4.000 toneladas de uva alicantina y murciana para sus lineales, un 4% más que en 2020.

Este año la única uva de mesa con denominación de origen en España afronta su ‘agosto’ con unos costes de producción disparados, menos cosecha y un consumo similar al de años anteriores. «El consumidor va a tener que pagar la uva más cara, porque hay menos y toca repartirla», reconoce el presidente de la sectorial de uva de mesa de Asaja, Pedro Rubira. En cualquier caso, desde la denominación de origen apuntan que «no hay ningún riesgo de desabastecimiento» y esperan «volver a demandas más habituales, anteriores a 2019, un año muy malo por la DANA que azotó Valencia».

Desde la DOP, antes de iniciarse la presente campaña (septiembre-enero) estimaban una producción de 51 millones de kilos entre todas las variantes (Victoria, Ideal, Doña María, Red Globe, Rosseti, Gominga y Aledo). Con la recolección de la variedad más tardía, la uva Aledo, se da por hecho que se quedarán por debajo de esta cifra. Desde Asaja calculan siete millones de kilos perdidos por el pedrisco y el abandono de cultivos, por lo que de 20 millones de kilos de Aledo solo se están comercializando 13 millones. En total, esta organización agraria habla de 28 millones de kilos recolectados a los que sumar 30 millones de kilos de fuera de la denominación frente a los 40 millones estimados inicialmente. En este sentido, el Observatorio de Precios de Asaja estima unos precios en origen en la semana del 13 al 17 de diciembre de entre 0,9 y 1,10 euros/kg, así como valores de venta en los supermercados desde poco más de dos euros a casi seis euros.

Rubira recuerda que «hace 25 o 30 años la producción de Aledo era de casi 50 millones de kilos, cuando la previsión para este año es de 19 millones de kilos», y no duda en hablar de falta de relevo generacional. «No hay rentabilidad, para que la hubiera debería de valer como mínimo un euro en origen», apunta el representante de Asaja, quien asegura que de media los agricultores reciben entre 80 y 82 céntimos por kilo cuando en algunos supermercados -asegura- los venden a tres euros. «Este año salvamos la inversión y hay algo de beneficio», reconoce.

Costes elevados

Desde la denominación de origen reconocen que «el embolsado encarece considerablemente, tanto en términos de trabajadores como de materia prima». Un proceso que aumenta la protección de la uva frente a hongos y las inclemencias. Desde Asaja constatan que «el papel de las bolsas ha subido más que la mano de obra», pero recuerdan que llevan años sufriendo la escalada de costes.

Solo en el último año, estiman, los fertilizantes han subido entre un 239%-307%, los fitosanitarios un 48%, las semillas un 19%… aunque el impacto de estas alzas se notará más en 2022 y, sobre todo, la electricidad, que se ha disparado un 270%. Por su parte, el salario mínimo acumula casi un 30% de subida en los tres últimos años.

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