El éxito de Portugal se basa en las políticas liberales


Abundan los milagros en la historia de Portugal. Se dice que los peces se reunían a las orillas del Tajo para escuchar los sermones de Santo António de Lisboa en el siglo XIII, y los cronistas de la Guerra de la Restauración aseguran que Jesucristo apareció ante el rey João en 1640 para confirmar que su lucha para expulsar a los españoles era una causa santa. Más recientemente, las apariciones marianas de Fátima atraen a millones de peregrinos cada año.

Pero hoy el mundo se fija en Portugal por un nuevo milagro, de carácter marcadamente secular: el de la increíble recuperación económica del país de la mano del Ejecutivo del socialista António Costa.

Cuando Costa juró el cargo de primer ministro a finales de 2015 pocos pensaban que su Gobierno duraría hasta el verano siguiente. Había perdido las elecciones legislativas del otoño y sólo se hacía con el poder gracias a una inédita alianza parlamentaria de la izquierda. A cambio del apoyo del Partido Comunista Portugués (PCP) y el Bloque de Izquierda (BI), Costa prometía «pasar página a la austeridad» y poner en marcha costosas medidas sociales, entre ellas la reposición de los salarios recortados por la Troika. Los analistas alertaron que lo pactado era inviable: hacerlo implicaría romper los compromisos de reducción del déficit suscritos con Bruselas y pondría en riesgo la tímida recuperación económica del país. El fracaso parecía estar garantizado.

La austeridad continúa

Un año y medio más tarde, sin embargo, Costa no sólo ha logrado cumplir con lo pactado con la izquierda, sino que también ha conseguido unos resultados económicos sorprendentes. El país vecino crece a buen ritmo y el paro ha disminuido, las exportaciones se han disparado, y el déficit está en mínimos históricos. Este pasado mes de mayo la Comisión Europea autorizó la salida de Portugal del procedimiento de déficit excesivo, mecanismo al que se encontraba sujeto desde 2009.

Ante semejantes resultados, los medios han señalado a Portugal como ejemplo a seguir para la izquierda europea, un modelo de cómo se puede acabar con la austeridad. La realidad, sin embargo, demuestra que la reducción del déficit y el crecimiento de la economía se deben a fórmulas más complicadas –y menos milagrosas– de lo indicado.

Durante este último año y medio, Costa ha cumplido con sus pactos con la izquierda, reponiendo los salarios de los funcionarios públicos, rebajando la jornada laboral a 35 horas semanales, eliminando los recortes de las pensiones y paralizando la privatización de los transportes de Lisboa y Oporto. También aumentó el salario mínimo y se dieron nuevas ayudas económicas a las personas más vulnerables. Pero cumplir con estos pactos sin violar los compromisos de reducción del déficit suscritos con las autoridades comunitarias ha implicado recortar por otro lado.

Paulo Barradas, columnista financiero del diario «Expresso», explica que, lejos de haber desaparecido, «la austeridad sigue vigente en Portugal: los actuales resultados se deben a la reducción drástica del gasto público».

La impresionante reducción del déficit del 7,2% del PIB en 2014 a 2,1% el año pasado sólo se explica de esta manera. Datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) luso demuestran que el gasto de las administraciones públicas ha pasado del 51,8% de 2014 al 45,1% el año pasado1, lo que supone un ajuste de casi el 7% del presupuesto, o unos 6.200 millones de euros. Simultáneamente, los ingresos públicos del país se han reducido –del 44,6% del PIB en 2014 al 43,1% en 2016–. «Es curioso que sea un Gobierno de izquierdas quien estrangule a las administraciones públicas y recorte los gastos para conseguir el déficit más bajo de la historia democrática del país», señala Barradas. «Si lo hiciera la derecha, la gente se tiraría a las calles; el Ejecutivo lo evita gracias a su alianza con la izquierda radical, que controla los sindicatos».

Crecimiento gracias al turismo

La economía portuguesa crece desde 2013, y con Costa en el Gobierno lo ha vuelto a hacer, creciendo un 1,4% en 2016. No obstante, los expertos sostienen que el crecimiento se debe a la reactivación de la economía mundial, y no a las políticas del Ejecutivo.

«Portugal sigue siendo un país poco amable con las empresas», explica João Duque, profesor catedrático y presidente del Instituto Superior de Economía y Gestión. «Portugal es un país ideal para ‘‘start-ups’’, pero la carga fiscal hace que empresas prometedoras o ya establecidas no se asientan aquí; las que lo hacen utilizan tácticas financieras creativas para aprovechar la mano de obra barata facturando desde terceros países».

Duque también señala que el crecimiento del PIB no se debe al consumo interior, que sigue siendo reducido, ya que «lo poco que gastan los lusos va para comprar productos chinos baratos, o cosas alemanas de buena calidad». Por lo contrario, el catedrático afirma que el crecimiento de la economía se debe al boom del turismo –debido en parte a su colapso en el norte de África y Turquía– y el aumento de las exportaciones.

«La recuperación de Portugal se debe a la recuperación económica de Europa», coincide Barradas. «Si hay milagro, es el del turismo, y es difícilmente sostenible. El Aeropuerto de Lisboa ya es incapaz de lidiar con el exceso de pasajeros y vuelos. Es señal de un ‘‘milagro’’ que se gestiona mal y que no ha sido planificado».

Fernando Alexandre, profesor de Economía de la Universidad del Minho, afirma que, como mucho, «la contribución del actual Gobierno al crecimiento ha sido la de dar una imagen de estabilidad para tranquilizar a los inversores. Han demostrado que se puede confiar en un Ejecutivo apoyado en la extrema izquierda, que no decreta nacionalizaciones o subidas de impuestos».

Para milagros, mejor ir a Fátima

Factores como el aumento imparable de la deuda pública o el mal estado de la banca preocupan a los economistas, pero en general hay consenso en que Portugal va bien. No obstante, el economista Alexandre resume la perspectiva de los especialistas al sentenciar que «no hay milagro económico en Portugal».

«Hay buenos indicadores, como el histórico equilibrio de las cuentas externas, y la importantísima contribución del turismo a las cuentas públicas, y alguna señal de dinámica fuerte en el sector de innovación. Pero los buenos resultados existen a pesar del Estado, y no como resultado de las políticas económicas que sigue. Éstas sólo atrasan la transformación estructural de la economía, algo que necesitamos urgentemente».

Source: The PPP Economy

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