El BCE confirma que cerrará a partir del verano el grifo del dinero barato


Hace ya un mes que la Reserva Federal estadounidense anunció su primera subida de tipos de interés, pero el BCE mantiene congelada su política monetaria. Christine Lagare dice que «es como comparar manzanas con naranjas» porque «lo que le está ocurriendo a la economía estadounidense es diferente que lo que le está ocurriendo a la economía europea, lo vemos fácilmente si miramos al empleo».

La presidenta del BCE señala además que la economía euro está en una situación de exposición a la guerra de Ucrania no comparable a la de Estados Unidos y justifica que «aunque subiésemos los tipos no bajaría el precio del petróleo». Reconoce que «los riesgos al alza para la inflación se han intensificado a corto plazo», pero sigue pensando que a medio plazo desaparecerán. Esos son los motivos por los que el Consejo de Gobierno no ha variado su política: los tipos de interés siguen en mínimos históricos, a pesar de la inflación desbocada, y se mantiene el ritmo de la compra de bonos bajo el programa APP (40.000 millones este mes, 30.000 millones en mayo y 20.000 millones en junio), que «debería concluir en el tercer trimestre», tal y como figuraba ya en la hoja de ruta. Cuando se le pidió alguna pista más concreta, señaló que el tercer trimestre tiene tres meses: «podría ser pronto (junio) o tarde (septiembre), dependiendo de los datos».

Esta estrategia denota que al BCE le preocupa la recesión más todavía que la inflación fuera de control, a pesar de que su mandato le limita estrictamente a mantenerla en torno al 2%. «Varios factores apuntan a crecimiento lento también en el futuro», lamentó Lagarde, que intervenía por videoconferencia porque está contagiada de Covid, «la guerra ya pesa en la confianza empresarial y de los consumidores», dibujó el sombrío escenario, y añadió que «la guerra ha creado nuevos cuellos de botella, al mismo tiempo que una nueva serie de medidas contra la pandemia en Asia contribuyen a las dificultades en la cadena de suministro».

La parálisis del BCE también evidencia que está dando tiempo a los países más retrasados del euro, como España, cuyo nivel de deuda pública se ha duplicado en la última década y alcanza el 122% del PIB. En cuanto empiecen a subir los tipos, la prima de riesgo española se disparará, abocando a la quiebra a un Estado deficitario al que habrá que volver a rescatar. A diferencia de buena parte de la zona euro, nosotros seguimos sin superar la crisis. Nuestro PIB sigue 5 puntos porcentuales por debajo del anterior a la pandemia y los 220.000 empleos creados en los dos últimos años por el sector público maquillan una situación crítica de fondo.

Blommberg ha publicado recientemente que el BCE está trabajando en una nueva herramienta para evitar la quiebra de los farolillos rojos, un nuevo programa que permitiría la compra selectiva de determinados bonos para evitar el desastre en un contexto de retirada de liquidez y aumento de los tipos de interés. Lagarde no ha querido confirmar esta información en la rueda de prensa, aunque tampoco la ha desmentido. «No he dicho que estemos construyendo un nuevo instrumento», ha acotado, «he dicho que la flexibilidad es un principio de nuestra política que mantendremos con determinación».

El problema es que cada minuto que araña Lagarde nos sale carísimo a los españoles, porque también tenemos una inflación muy por encima del promedio de la zona euro y lo peor está por llegar, como ha confirmado el banco emisor. «La inflación ha aumentado significativamente y continuará siendo elevada durante los próximos meses», ha estimado la francesa.

Lo que significa que seguiremos perdiendo capacidad adquisitiva al menos hasta que el BCE deje de comprar nuestra deuda. Cuando esto suceda, y será en verano, España tendrá que salir a vender a los mercados para financiar el nuevo déficit y volveremos a hablar de la prima de riesgo. Los mercados ya están descontando por anticipado las subidas de tipos, pero el BCE mantiene fijo el timón y no dará ese paso hasta que no hayan concluido las compras de bonos.

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