Daniel Lacalle: "El programa económico de Ciudadanos es como un gazpacho caliente"


La calle pregunta y Lacalle contesta. ¿Cómo acabar con el paro? En su último libro plantea la solución. Piensa que hablando se entiende la gente y no deja a nadie indiferente. Lúcido y sin pelos en la lengua, atiza a diestro y siniestro. Hoy lleva traje y corbata, por lo que decido no darle demasiado la lata. Escucha, piensa y dispara. Siempre dispuesto a sumar.

–¿Es el paro la mayor lacra social y económica en España?

–Sí, incuestionablemente. Tiene un impacto en el crecimiento y sobre los hábitos de consumo.

¿Receta para acabar con él?

–Existen muchas. Otra cosa es que intentemos hacer un pastel de manzanas sin manzanas. Fijémonos en Reino Unido, Estados Unidos o Alemania.

–¿Tenemos los ingredientes necesarios?

–Por supuesto, todo el mundo los ve, aunque por rémoras del pasado quizás decidamos colectivamente no aplicarlos.

–El desempleo provoca bastantes pesadillas.

–Genera frustración y sensación de fracaso. Nos culpamos a nosotros mismos de haber perdido el trabajo. Cuando terminé la carrera, en 1991, decían que nunca bajaría del 25% en España. Llegamos a tener un 8% y podemos volver a estar cerca del pleno empleo. La pesadilla terminará cuando nos olvidemos de la quimera y el espejismo de que el Gobierno solucionará el problema.

–¿Confiamos demasiado en «papá Estado»?

–Desde luego. De hecho, usamos el concepto de «colocarse». En realidad desconfiamos, pero creemos en las soluciones mágicas.

–El empleo no lo crea el Gobierno, sino las empresas. Pero, ¿qué se puede hacer desde arriba?

–Dejar de poner palos en las ruedas. Necesitamos una fiscalidad que no penalice el crecimiento y una normativa fácil, predecible y clara que siempre vaya en la misma dirección para no convertir la decisión de invertir en una maraña burocrática imposible. Ante un notorio fracaso de las políticas activas de empleo la solución no puede ser gastar más en políticas activas de empleo.

–¿Requiere la reforma laboral una vuelta de tuerca?

–Sí. Fue esencial para frenar la sangría y empezar a crear empleo con intensidad, pero todavía tenemos más de cuatro millones de parados.

–¿Mayor flexibilidad?

–Todos los organismos internacionales coinciden y hablan de la necesidad de más reformas. Tenemos algunas de las cuotas sociales más altas, una legislación extremadamente cara y burocrática. Flexibilidad no es facilitar el despido, sino la contratación.

–El paro no es irremediable.

–Odio el concepto de paro estructural, porque significa rendirse. En una sociedad globalizada no tiene que existir este término. Tenemos una educación orientada a la Administración y a la gran empresa, en vez de a la pequeña y mediana, que es la que crea empleo y la que genera crecimiento.

–¿Cómo superar la demonización de los empresarios?

–En España están, injustamente, fatal vistos. Los empresarios son un trabajador más. Durante la crisis, el 57% no se han pagado un sueldo a sí mismos. Luchan contra viento y marea por montar un negocio en un entorno francamente hostil.

–¿Qué papel deberían cumplir los sindicatos?

–Tienen que salir del bucle de la lucha de clases. Forman parte del sistema clientelar que tanto critican. Desde el momento en que un porcentaje tan amplio de sus ingresos viene de gestionar cursos para parados se genera un incentivo perverso a que no baje el desempleo. Han pasado de vivir de las cuotas de sus afiliados a vivir de subvenciones, y están orientados a la empresa industrial anquilosada. No dan respuesta ni apoyo al 80% de los trabajadores en España.

–El español que lleva cinco años sin trabajar o el joven que no llega a los 800 euros al mes se echan las manos a la cabeza cuando escuchan hablar de la recuperación.

–A lo mejor piensan que el Gobierno se lo tiene que solucionar. La mayoría de los españoles nace y muere a menos de 30 kilómetros, lo que es una locura. Si una persona no llega a los 1.000 euros, y considera que eso es injusto, tiene a su alcance una oportunidad absolutamente global. Los parados de larga duración deben entender que no tienen que buscar un trabajo exactamente en lo mismo que hacían, sino en lo que han creado valor durante su carrera.

–¿Es la productividad el antídoto contra la precariedad?

–Sin duda.

–En España, ¿mucha titulitis pero poca formación?

–Se ha perdido el valor auténtico de la formación universitaria. Son pocos los que no terminan la carrera o a los que echan de la Universidad. Estamos autoengañándonos. La formación no es una panacea. En España tiende a ser de memorizar y está despegada de la realidad. Mientras que la estructura económica ha cambiado por completo, algunos planes de estudios continúan intactos.

–Estamos en plena campaña electoral…

–Hay dos tipos de programas económicos. Los de IU, PSOE y Podemos se pueden englobar bajo el lema de volvamos a 2008. Se trata de repetir los errores del pasado. Ciudadanos, PP y VOX tienen medidas encaminadas hacia los países líderes. El programa económico de Ciudadanos, al menos, no busca retroceder a la peor época de nuestro mercado laboral. Pero no me gusta nada. Yo lo llamo el gazpacho caliente, porque es extremadamente intervencionista, pero a la vez tiene medidas liberalizadoras. Introducen el impuesto de Sucesiones, aunque dicen que no va a afectar a nadie… El complemento salarial garantizado me parece atroz, una idea horrorosa, una monstruosidad en un país con un 20% de economía sumergida.

–¿Qué piensa de la renta básica universal?

–Es la mayor estupidez que he escuchado en mi vida, es infinanciable. España ya tiene un nivel de asistencia espectacular. Ponerla significa echar del mercado a gente que podría estar contribuyendo. Si te doy una renta de 650 euros y hay sueldos de 800, ¿para qué trabajar?

–¿Cuál será el mayor reto para el próximo Gobierno?

–Lograr que la economía continúe creciendo, aumentando exportaciones y atrayendo capital en un entorno de ralentización global y sin posibilidad de más expansiones fiscales ni monetarias. El reto será estructural.

Source: The PPP Economy

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