Bruselas lamina las cuentas de Sánchez


España es el único país de toda la Eurozona que sigue inmerso dentro del llamado Procedimiento de Déficit Excesivo, el protocolo que se activa cuando un país incumple el Pacto de Estabilidad y Crecimiento que a medio plazo garantiza la sostenibilidad del euro. Llevamos así, de hecho, desde 2009, momento en el que nos sumergimos en una recesión cuyas secuelas todavía no hemos saneado en su totalidad.

En principio, cabe esperar que a finales de este año salgamos del Procedimiento de Déficit Excesivo, en tanto en cuanto nuestro déficit caerá por debajo del 3% del PIB. Pero eso no significa que hayamos revertido plenamente todos los desequilibrios financieros del sector público. A medio plazo, nuestros pasivos estatales no deberían superar el 60% del PIB y, en la actualidad, rondan el 98%. Por eso la Comisión nos exige esfuerzos adicionales para avanzar decididamente en el ajuste de nuestro excesivamente grande stock de deuda, lo mismo que le reclaman a Italia pero con algo menos de preocupación (de momento).

Sucede que el borrador de presupuestos que ha presentado Sánchez para el próximo año no se ajusta a estas coordenadas. De acuerdo con Bruselas, no garantiza una sólida reducción del déficit y de la deuda pública por, al menos, tres razones.

Primero, no hay garantía de que esos presupuestos salgan aprobados, es decir, de momento se trata de una mera declaración de intenciones sin apoyos suficientes como para superar su trámite parlamentario. La Comisión nos reclama unas nuevas cuentas que vayan más allá de prorrogar los presupuestos del año pasado y eso es algo que el PSOE no tiene capacidad de ofrecer.

Segundo, dejando de lado la inverosímil aprobación del borrador, éste es inadecuado, porque incrementa demasiado los gastos. En particular, Bruselas estima que el gasto nominal crecerá un 1,7% con respecto al volumen del año en curso, lo que equivale a alrededor del 0,2% del PIB. Sánchez pretende compensar ese sobregasto con subidas de impuestos masivas que, por su parte, confía en que le proporcionen una recaudación del 0,6% del PIB, arrojando consecuentemente un ajuste fiscal del 0,4%. A juicio de la Comisión, aun cuando estas previsiones fueran ciertas, el ajuste sería insuficiente. Bruselas reclama que estrechemos nuestro desequilibrio estructural en un 0,65% del PIB, no en un 0,4%.

Pero, además, y en tercer lugar, Bruselas nos acusa (suavemente, eso sí) de estar haciendo trampas. Vamos a gastar más e ingresar menos de lo que Sánchez pronostica. En concreto, el gasto crecerá un 0,3% (no un 0,2%) y los ingresos, aun creyéndonos que todos los nuevos impuestos saldrán aprobados desde el 1 de enero de 2019, un 0,4% (no un 0,6%). El ajuste fiscal, pues, no será de cuatro décimas sino de una, prácticamente nada (frente al 0,65% reclamado por Bruselas).

En conjunto, por tanto, el mensaje es muy claro. Redacten unos nuevos presupuestos porque éstos no sirven para cumplir con sus compromisos financieros. El problema para Sánchez, claro, es que se encuentra entre la espada de Podemos y la pared de Bruselas. Si hace caso a la Comisión y aplica ajustes adicionales por el lado del gasto, los de Pablo Iglesias rechazarán prestarles su voto; si no hace caso a la Comisión y abraza el populismo fiscal de Podemos, la Comisión continuará presionando en un contexto de progresiva reversión de la laxitud crediticia del Banco Central Europeo. Todo apunta a fin de partida, es decir, a la convocatoria de elecciones.

Source: The PPP Economy

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