Mercados incrédulos pero cautelosos
Una de las máximas más extendidas en economía es que el dinero es «temeroso por naturaleza». Si se utililizara un argot más coloquial, se podría decir que «no quiere líos». Los últimos mensajes enviados desde Cataluña que urgen a aprobar ya, aunque sea a golpe de «decretazo», la Ley de Ruptura no sirven, ni mucho menos, para apaciguar unas aguas que ya llevan varios años revueltas. En un momento en que España crece muy por encima de la media de sus socios comunitarios, la utópica Cataluña independiente que se pretende fabricar a partir del próximo 1 de octubre afectaría, y mucho, a la imagen de marca de nuestro país, abonando el desasosiego y, por ende, ahuyentando la inversión.
Los elementos distorsionadores, como los ecos de una posible secesión, y encima desordenada, unilateral y sin ningún tipo de concierto, son un motivo más que suficiente para optar por otras alternativas diferentes a Cataluña y España. Aunque los mercado parecen no creerse, por el momento, que el «procés» llegue a buen puerto, sobre todo porque Cataluña necesita a España tanto como España a Cataluña, lo cierto es que este tira y afloja genera inestabilidad, lo que implica riesgo, y de eso es de lo que precisamente huye el dinero. De hecho, al igual que ocurriera con la crisis griega y el Brexit, muchos bancos de inversión ya incluyen en la documentación a la hora de firmar los contratos con sus clientes «cláusulas antiindependencia».
A la espera
La opinión de que los mercados recelan de que Cataluña se convierta en un Estado independiente es unánime entre los expertos. Pero también coinciden en que todo este ruido introduce una inestabilidad que irá a más a partir del próximo 1 de octubre, lo que paralizará, si no revocará, todavía más las decisiones de inversión. «El ‘‘proceso’’ hace daño tanto a España como a Cataluña. Hay fondos que están reduciendo su cartera de inversiones en nuestro país a la espera de que se despejen las dudas», asegura Enrique Quemada, presidente de One to One Corporate Finance. Considera, además, que hay muchos lugares donde invertir en el mundo, por lo que algunos inversores institucionales están desviando sus intereses a otros países a la espera del 1-0. «A partir de lo que suceda entonces, decidirán o no volver a la bolsa española», añade.
Aunque, por el momento, es incuestionable que los inversores ponen en duda que la secesión se haga realidad –«de lo contrario, las consecuencias habrían sido devastadora», tal y como apunta Joaquim Coll, historiador experto en Cataluña–, lo que sí es cierto es que los efectos negativos ya comienzan a notarse, como la huida de empresas e inversiones del territorio catalán. Manifiesta que, contrariamente a lo que dicen los separatistas, no es que el proceso no dé miedo, sino que, hasta ahora, no ha sido creíble. «Nadie piensa que vaya a haber una secesión, y más si se plantea como unilateral en el marco de un Estado democrático de la Unión Europea», afirma el ensayista. Sin embargo, advierte de que las cosas pueden cambiar, sobre todo si finalmente el 1 de octubre se lleva a cabo algo parecido a un referéndum. «Si el Parlament aprueba la autoritaria Ley de Transitoriedad Jurídica y si proclama al cabo de dos días la independencia tal como sostiene, se entraría en un escenario de incertidumbre. Si en Cataluña se llega a un momento en el que no se sabe quién manda, con un ruptura real del orden constitucional, entonces el daño para la economía puede ser importante. Pero no sólo para Cataluña, también para el conjunto de España. No obstante, estoy convencido de que eso no se producirá porque hay mecanismos jurídicos, políticos y coercitivos para abortarlo», destaca.
Revertir los posibles daños colaterales producidos por este proceso sería muy complicado, ya que cuando se pierde el atractivo para los inversores, es difícil recuperarlo. En este sentido, Victoria de la Torre, analista de Self Bank, explica que cualquier freno que se le ponga a la economía y al crecimiento, puede pasar factura. «Costó mucho recuperar la confianza de los inversores extranjeros en la deuda española y que regresaran a los mercados de renta variable. La situación vivida en el pasado se podría volver a producir si los inversores institucionales ponen de nuevo en cuarentena a nuestro país», sentencia. Asimismo, recuerda que ya ha habido varias casas de análisis que han recomendado huir directamente de la deuda catalana y que han mostrado una mayor cautela hacia la española en general.
Prima de riesgo
Otra prueba de que la secesión no inquieta a los mercados es que la prima de riesgo española se mantiene estable en torno a los 120 puntos básicos y que el sector financiero no ha experimentado fluctuaciones bursátiles de interés. «Los mercados no le están dando ninguna posibilidad al desafío independentista. Dado que la prima de riesgo se encuentra controlada por las compras del BCE, lo mejor es mirar la cotización de los bancos para hacerse una idea de ello. A pesar de la cercanía del ‘‘caso Popular’’, las cotizaciones de las acciones de las entidades financieras están bastante tranquilas y no han sufrido por la cercanía del posible referéndum. Tampoco los dos principales bancos de Cataluña, La Caixa y Sabadell , muestran en su precio nada que haga prever la secesión», asevera Miguel Ángel Bernal, profesor del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB).
No obstante, pese a esta «calma chicha», Bernal mantiene las cautelas y alerta de que los enfretamientos siempre preocupan. «Hay posibilidad de ver situaciones no deseadas. Creo que la gran pregunta que hay que plantearse es si este proceso frenará el crecimiento de España. La preocupación es la inestabilidad generada, no la secesión», aclara.
Compensado por otros factores
En el ranking Marca País 2016, que elabora anualmente IPMark, basado en seis baremos, los puestos tercero y cuarto a nivel mundial los ocupan el Reino Unido y Canadá, dos naciones con procesos parecidos al que está viviendo nuestro país. En esta clasificación, España incluso avanza, alcanzando la undécima posición y mejorando, precisamente, en el concepto de inversiones. Este hecho lleva a pensar a Juan Francisco Pérez- Carballo Veiga, profesor de Esic Business School, que estamos más ante un tema de asuntos internos que de proyección internacional, siempre y cuando, «el problema» no vaya a más. «El posible daño por el ‘‘procés’’ y un referéndum ilegal quizá se repararía por algún éxito de los factores que, según los expertos, ejercen mayor influencia sobre la imagen de España, como son los deportes, la fiesta y el turismo», indica. Lo que probablemente está favoreciendo y alimentando el desafío catalán y el 1-O son, a su juicio, las inversiones especulativas, que tienden a aprovechar la sobrerreacción de los mercados a la incertidumbre, mientras que las inversiones de más duración pueden retrasarse para elegir su ubicación una vez aclarado el asunto. «En conjunto, la inversión extranjera en España parece seguir una senda satisfactoria, aunque haya altibajos. Cabe resaltar que la inversión en las entidades financieras ETVE, que cuentan con ventajas fiscales para la tenencia de valores extranjeros, viene experimentando fuertes crecimientos en los últimos años, así como la inmobiliaria, que siempre supone una apuesta del comprador foráneo en el futuro de España», explica.
La evolución Ibex 35, en línea con la senda del Euro Stoxx50; la inversión extranjera en España, que se ha recuperado desde el inicio de la crisis, y las buenas expectativas de futuro no hace pensar que el «procés», que dura ya más de cinco años, estén afectando significativamente a España respecto al resto de Europa. «El desafío catalán no debe ocultar que hay otros aspectos a los que urge atender prioritariamente por su fuerte repercusión sobre la reputación del mercado de capitales español como los relacionados con la corrupción, la fiabilidad del sistema financiero, los quebrantos provocados a inversores institucionales y pequeños ahorradores o las demandas por esas pérdidas formuladas por inversores nacionales y extranjeros», concluye.
Pese a que no la contemplan, la independencia de Cataluña tendría uno efectos perversos que, a todas luces, resultaría un desastre. En ese caso, las inversiones podrían retraerse por el escenario de inseguridad jurídica y financiera que se generaría, produciéndose deslocalizaciones de empresas, ya que las compañías buscarían enclaves más estables. Al final, estás circunstancias tendrían repercusión en la creación de empleo y, en definitiva, en el bienestar de los catalanes. El proceso afectaría a pymes, comercios y autónomos, ya que una reducción de la capacidad de consumo tendría incidencia sobre sus negocios.
El impacto sobre la inversión extranjera sería brutal, ya que tal y como recuerda Natixis, el 80% de la misma procede de la UE. Por no hablar de los efectos que tendría sobre el ahorro, la abrupta ruptura dejaría a Cataluña en una situación de vulnerabilidad absoluta y las exportaciones, verdadero motor de su economía, se encarecerían y perderían competitividad, ya que los productos catalanes que se vendieran en España pasarían a ser gravados por una Tarifa Exterior Común que se aplica a los estados no comunitarios.
El ministro de Economía, Luis de Guindos, calculó antes del verano que la independencia hundiría el 30% del PIB catalán, lo que supondría un coste cercano a los 65.000 millones de euros. La factura para España también sería notable, ya que superaría los 50.000 millones de euros, con una abrupta caída del PIB.
Source: The PPP Economy