Los universitarios españoles tienen menos empleo e los europeos


En la mayoría de los países de la OCDE las oportunidades de acceder al mercado laboral aumentan con el nivel de educación. Así pues son mejores para adultos con un doctorado o equivalente que para adultos con un programa universitario de ciclo corto o equivalente, según se desprende del informe «Panorama de la Educación» de 2016 publicado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. En España las posibilidades de estar ocupado también son más altas para adultos con niveles más elevados de estudios superiores: de un 75,2% para los universitarios con un programa de ciclo corto, un 78,2% para los estudiantes con un título de Grado, un 80,8% con título de máster y la cifra asciende a un 90,4% para los que tienen un doctorado. A pesar de ser elevados son inferiores a los promedios de la OCDE y de la UE. En cuanto al desempleo, éste es menor en los estudiantes con doctorado o equivalente (4,9%) respecto al resto de niveles educativos –es de un 12,4% en el caso de los estudiantes universitarios,–, pero si nos comparemos con nuestros países vecinos la tasa de paro de los universitarios es superior en España respecto a los países de la OCDE (5,3%) y de la UE 6,3%. Si bien es cierto que los resultados son peores, es una realidad que las expectativas de empleo de los universitarios son mejores, como también lo son las rentas del trabajo obtenidas a lo largo de su vida laboral, según señala Juan F. Juliá, vicepresidente ejecutivo de la Confederación de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE). En España los ingresos de un titulado en educación terciaria o universitaria son un 40% más altos que los de un titulado en la segunda etapa de Secundaria. Mientras que los trabajadores con niveles educativos inferiores a la segunda etapa de este nivel perciben un 20% menos de ingresos que los que sí completaron esa etapa.

Juliá atribuye, esencialmente, la menor empleabilidad de los universitarios españoles respecto a los europeos «a las condiciones del mercado laboral, muy condicionadas por la estructura y orientación de nuestro modelo productivo, poco intensivo en conocimiento y tecnológicamente menos desarrollado». Según el informe Ábaco, mientras en algunos de los países más avanzados el peso de las actividades basadas en el conocimiento llega a ser del orden del 70% de su PIB, en España, aun habiendo crecido en las últimas décadas, tan sólo se sitúa en el entorno del 55%, lo que, según F. Juliá, «nos conduce a una menor capacidad de absorción de empleo cualificado que en el resto de países, donde sí encuentran empleo muchos de nuestros jóvenes titulados».

Otros especialistas atribuyen este mayor desempleo a la falta de alineamiento entre lo que la Universidad ofrece y lo que las empresas demandan en un momento concreto. «La Universidad y las empresas vamos a velocidades diferentes, porque la empresa necesita algo específico en un momento determinado y la Universidad necesita tiempo para adaptar su oferta académica», asegura Carmen Palomino, directora de Talento de Fundación Universidad-Empresa (FUE). «No se trata de falta de calidad de la enseñanza –las universidades españolas se encuentran entre las 50 mejores del mundo– sino de falta de inquietud por las carreras científicas, las llamadas STEM», opina esta experta. Su peso en el mercado laboral es más elevada que otro tipo de estudios. Para ingeniería, producción industrial y construcción, la tasa de empleo en España es del 84%, seguida de Ciencias, Matemáticas e Informática (83%), Salud y Servicios Sociales (82%) y Ciencias Sociales, Empresariales y Derecho (ambos con un 83%), mientras que las tasas más bajas de empleabilidad se dan en Humanidades y Arte (72%) y Educación (76%), según el informe del Ministerio de Educación.

El profesor de Economía y Mercados Internacionales / Economía Española de la Universidad CEU San Pablo, Gonzalo Sanz-Magallón, también recalca que «el problema del desempleo entre los universitarios se explica por el elevado número de matriculados en algunas ramas como Filosofía y Letras, Ciencias Políticas, y Estudios de Arte, en las que la empleabilidad es muy baja. Mientras que la demanda de estudios como Arquitectura, Ingeniería y Ciencias de la Salud han estado penalizados en los últimos años por la crisis económica, algo que cambiará en los próximos años». Afirma categórico que «falta conexión entre la Universidad y la empresa y que las última reformas educativas las han alejado todavía más» y se muestra crítico con la Universidad. «En general, las universidades españolas no responden bien a las necesidades del sistema productivo, permanecen fiel a sus tradiciones, con una lenta capacidad de adaptación a los cambios. No están a la altura en cuanto a conocimientos y capacidad innovadora y en los últimos años no han atraído suficiente personal con el talento necesario. Por el contrario, las empresas están sometidas a un entorno de rápidos cambios, tecnológicos, económicos y sociales y necesitan reinventarse casi a diario para sobrevivir», sostiene este profesor del CEU. Cree que «faltan profesores que sepan dar una visión práctica de las asignaturas, ya que la mayoría de los académicos no tienen experiencia fuera de la Universidad, pero en cualquier caso debemos considerar los estudios superiores como una formación intelectual completa, no sólo dirigida a la empleabilidad de los universitarios».

El vicepresidente ejecutivo de la CRUE defiende por su parte que «tenemos los universitarios mejor formados, como prueba su incorporación en el mercado laboral, especialmente en compañías líderes en distintos sectores, en muchas ocasiones fuera de nuestras fronteras y en algunos de los países más avanzados». Si bien admite que las universidades «deben continuar mejorando sus programas formativos y que éstos deben estar cada vez más en sintonía con las demandas y necesidades de la sociedad y de su mercado laboral pero sin olvidar que los primeros ofertantes de empleo son las compañías». Carlos Martínez, CEO de la escuela de negocios internacional, IMF Business School, sostiene que para reducir los niveles de paro entre los estudiantes, «es necesario conjugar lo que nos gusta estudiar y lo que necesita el mercado». Opina que «en general no hay conexión entre el mundo universitario y la empresa».

El Ministerio de Educación constata que las personas que alcanzan niveles educativos altos suelen tener una mayor participación social, unas tasas de empleo e ingresos relativos más elevados y una mejor salud. Durante el periodo 2005-2015, el porcentaje de población adulta española con estudios inferiores a la segunda etapa de Secundaria se redujo en 8 puntos porcentuales hasta el 43%, lo que es muy positivo.

Pero a pesar de la mejora, estos valores distan mucho de los de la OCDE (del 29% al 23%) y la UE (del 28% a 21%). Carlos Martínez concluye que habría que impulsar la formación profesional donde el porcentaje de estudiantes es todavía bajo, mientras que Sanz-Magallón afirma que «la Universidad debería recuperar su condición de lugar de excelencia académica, al que sólo los alumnos más trabajadores, aventajados y con verdadera inquietud intelectual deben llegar».

Source: The PPP Economy

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