"Mi marquesado es vitalicio porque algunos de mis hijos han querido andar solos"
Cuando David Álvarez nació en Crémenes, un pueblo en un valle leonés pegado a los Picos de Europa atravesado por el río Dueñas, que mueve el molino propiedad del nuevo marqués, lo poblaban 250 habitantes, ahora quedan 60. Con tres años, el presidente de Eulen emigra a Bilbao con sus padres y sus hermanos y allí vive 50 años, antes de instalarse definitivamente en Madrid. Su padre «que ganaba 300 pesetas, no podía pagarme los estudios de ingeniero industrial en Madrid porque la beca del Estado nunca llegaba a tiempo y no pude seguir estudiando. La necesidad es buena escuela. Con 18 años regresé a Bilbao y con 19, ya tenía una academia que se llamaba Minerva, diosa de la sabiduría, que llegó a tener 1.000 alumnos». A Minerva se la representa con un búho, que es la imagen de Eulen, el grupo que funda y que da trabajo a 82.000 personas. David Álvarez es un hombre coqueto «desde hace 50 años me hago los trajes en el mismo sastre de Bilbao» y se ríe picarón, cuando reparo en ello. La verdad es que tiene la planta que muchos marqueses de toda la vida quisieran: «Yo he sido una persona que he trabajado mucho en la vida y Su Majestad ha tenido la delicadeza de fijarse en mí concediéndome el título de marqués de Crémenes».
–¿Cómo se lo comunican?
–Estaba desayunando en casa y me llamó el asesor jurídico de la empresa para darme la noticia. Y le pregunté: «¿Pero tú, cómo te has enterado?». «Porque estás en el Boletín Oficial del Estado». Mucha gente lo merecerá tanto o más que yo, pero a unos les toca esto y otros pasan desapercibidos, como yo lo he estado toda mi vida.
–¿La Casa Real no se lo consulta previamente?
–No, la Casa Real no me dice nada porque no tiene por qué decírmelo. Lo recibo como un regalo, quién no quiere serlo, si me hubiesen condenado a 30 años de prisión, me lo hubiesen consultado, pero hacerme marqués, no es necesario consultarlo. Cuando colgué el teléfono, después de que mi asesor me lo hubiese dicho, lo primero que hice fue decirle a mi mujer que era marquesa y no reaccionamos, ni saltamos, ni abrimos botellas de champagne. Mi madre seguro que hubiese llorado dos días enteros, pero no de alegría, me hubiese dicho: «David, que nosotros no somos de eso, ten cuidado, que eso te traerá disgustos».
–¿No está contento?
–Yo he andado con muchos marqueses y me respetan. He estado en sus casas y he comido con muchos, ahora estoy en otra época distinta a la de mi madre y considero que Su Majestad ha entendido que tengo los méritos profesionales y humanos para nombrarme marqués, y como lo entiendo así, así lo admito y lo agradezco, pero mi mayor título ha sido ser hijo de mis padres y ser leonés. Yo no soy un prototipo. Soy un hombre normal con todos los defectos, y como tengo que pagar las nóminas de 82.000 familias todos los meses, sigo al frente de la empresa porque no tengo necesidad de jubilarme. La necesidad no es mía, es de otros que necesitan que yo esté aquí porque soy el creador de todo esto y la gente en quien confía es en mí. Saben que si estoy cogiendo la mancera del arado, el arado irá por el camino que yo quiera. Los padres están hasta que se mueren, no se jubilan nunca, los jubilan los hijos. La empresa se hace para los hombres ganando dinero, no se hace ganando dinero a costa de los hombres. Éste es el resultado de la herencia que me dejaron mis padres.
–¿El Rey tampoco le ha llamado para darle la bienvenida a la aristocracia?
–Sí, me llamó y estuve con él, el miércoles por la tarde, pero no hemos hablado nada más que de la enfermedad suya y de la mía, que es algo que le ha preocupado mucho. Hemos estado los dos enfermos al mismo tiempo. Al rey no le hago preguntas, lo más que le pregunto es por su salud, claro que hablamos de cosas, pero no le pregunto sobre sus intenciones. Él me llama David y yo le llamo Majestad porque siempre seré David Álvarez, además de marqués. El miércoles me distinguió recibiéndome con un abrazo y acompañándome hasta el ascensor con otro abrazo. Creo que el Rey tiene buen concepto porque me conoce de otras ocasiones. Anda bastante bien, me dio el brazo para que le cogiese yo y le dije: «Sí, sí, voy a agarrarme porque usted lleva tres pies y yo dos».
–¿Brindaron con un Vega Sicilia «Único»?
–No, pero me consta que el Rey tiene mucho interés por nuestro vino. Él beberá Vega Sicilia cuando tenga cosas excepcionales, pero no creo que lo haga a diario. Su Majestad tiene cupo y paga el vino que pide y, por otra parte, la Casa Real también tiene cupo y lo que piden para sus actos oficiales también lo pagan. El Príncipe no tiene, yo creo que bebe poco.
–¿Qué uso piensa darle al marquesado?
–Ninguno que no esté dentro de mi modo de ser. Cuando antes de ayer, me despedía un ujier en La Zarzuela, me dijo: «Adiós, señor marqués», y le dije: «Yo me llamo David Álvarez», y lo aclaré. A mí el marquesado me honra, el Rey me honra y reconoce ante la sociedad que he trabajado mucho, no más que otros, pero sí mucho. Eso es lo que hace que me nombre marqués, pero a mí no me pide nada. Yo siempre seré David Álvarez Díez y el marquesado no podrán ponerlo por encima de mi nombre, porque mi nombre es mi hombre.
–¿Por qué es vitalicio?
–Porque yo tengo un problema familiar de varios de mis hijos que están fuera de mi jurisdicción porque han querido andar solos y sin mi autorización. El Rey sabe eso y sin conocer quiénes están conmigo y quién no, supongo que la opinión de su Majestad ha sido: «Vete tú a saber dónde cae este marquesado», y por eso es vitalicio.
–¿Cómo es el título de Crémenes?
–Lleva una corona, pero no me he enterado todavía de las puntas que tiene porque no he tenido tiempo, ni tampoco he encargado papeles.
–Su vida es un ejemplo de triunfo, ¿porqué no concede entrevistas?
–Porque el triunfo lo llevo puesto por dentro porque yo duermo muy bien. Mi mujer dice que tardo cinco minutos en dormirme. Soy así, no necesito nada. Termino de trabajar sobre las cuatro y media y me voy a casa a comer. El desorden mío lo tengo que respetar yo porque así por la tarde no vuelvo a la oficina. Al cine y al teatro voy excepcionalmente. El fútbol me gusta, pero verlo en la televisión. He tenido el número 126 del Atleti de Bilbao, hoy sería el dos porque los otros se han muerto. No voy al fútbol y tengo dos palcos, uno en el Madrid y otro en el Atlético, pero van los invitados. Las muchedumbres me asustan. He sido valiente para muchas cosas de la vida, pero meterme entre mucha gente me descentra.
–Como leonés, ¿hará honor a la cofradía de la buena mesa?
–Me gusta comer bien y antes comía mucho. Ahora como poco con una dieta que me he puesto yo de las cosas que me gustan. Lo que no como es lo que me diga un nutricionista. Como verduras y frutas y para tomar proteínas animales, me mandan todos los miércoles desde mi pueblo unos litros de leche de vaca hervida y eso ceno muchas noches. Sólo al mediodía tomo medio vaso de vino.
–¿Por qué se hace con Vega Sicilia, sin tener tradición?
–Yo compré Vega Sicilia y, cuando llegué a casa, viviendo ya en Madrid en el año 82, le dije a mi mujer, la vasca con la que tuve a mis hijos: «He comprado una bodega de vino». Y ella me preguntó: «¿Pero qué bodega has comprado, si nosotros no entendemos nada de vinos?». Y entonces mandó comprar dos botellas de Vega Sicilia para probarlo. Compré la bodega porque era propiedad de un checoslovaco nacionalizado venezolano que tenía dos ofertas, una suiza y otra árabe, a los árabes no se le podía vender porque estropean el vino y, sin verla antes, la adquirí porque el nombre de Vega Sicilia vendía lo que yo quisiera. La casa francesa Dior nos pidió el color Vega Sicilia en exclusiva para hacer prendas y no se lo dimos.
–¿De qué está más orgulloso?
–De mis padres, Emilio y Eladia, sobre todo, de mi madre, que tenía destellos de ser santa. He visto a mi madre en esa época del hambre, viviendo en Bilbao, cómo salía a la puerta de mi casa con un plato de comida para dárselo al pobre que llamaba y estoy seguro de que muchas veces les dio lo de ella. Ahí se forja el espíritu de sacrificio, la cautela y la austeridad. Jamás la vi discutir y así murió. El reconocimiento como marqués es para ellos porque soy el producto de mis padres. Ellos son los que me han traído hasta aquí, junto a muchos hombres leales que han estado y están conmigo.
–¿De qué se arrepiente?
–De los pecados que cometo, pero de unos hechos concretos no porque hice siempre lo que mi conciencia me dictó y mi conciencia fue formada de niño. Me ha tocado mucha gente leal y algún traidor que siempre te los da la vida, pero de los que también recibes lecciones de lo que no debes hacer.
–¿Cómo es Crémenes?
–Es un pueblo precioso. Son mis raíces en casa de mis abuelos, que eran ganaderos, tenían muchas ovejas y ellos también se merecen el honor que me hace el Rey. Las raíces no las pierdo, es mi pueblo y allí voy a misa, vivo con mis paisanos ahora como antes, tengo una calle dedicada, allí compré un molino, donde tengo una huerta. Yo soy entendido de comer y claro que sé de frutales. Las verduras que comemos en casa son de mi pueblo y, como me mandan tanta cantidad, la mayoría las entregamos a las monjas de la Caridad.
Familia numerosa
Al margen de su éxito empresarial, David Álvarez, presidente de Eulen, supo cosechar en paralelo una familia numerosa: padre de siete hijos (Juan Carlos, Marta, Pablo, María José, Jesús David, Elvira y Emilio) y casado en terceras nupcias con María Teresa Esquisabel (su primera esposa y madre de todos sus hijos fue María Vicenta Mezquiriz, que murió en 1985, y su segunda mujer, María Teresa Vidaurrázaga, que fallecería en 1999), ha sufrido el envite de algunos de sus hijos por hacerse con el control de su empresa.
Source: The PPP Economy