Si no llegan, no ayudan


La intervención directa en la economía por parte del gobierno es siempre una cuestión compleja. Nunca es difícil encontrarle una justificación. Por un lado tenemos las habituales ganas de agradar de los políticos en especial si se trata de apoyar a colectivos numerosos y poco poderosos, individualmente considerados y, además, contamos en esta época con la absoluta falta de respeto por las apreturas del déficit público. Entre ambas se liberado la mente de los gobernantes de cualquier restricción. Por otro, la tendencia de todos los colectivos a mirar al gobierno en cuanto se tuerce la coyuntura amplía las demandas de ayuda y amplifica su urgencia. Pero, si la justificación es sencilla, la operativa es siempre compleja. Para ser útiles, las ayudas han de llegar pronto, cuando la necesidad acucia y los trámites han de ser ágiles y sencillos para no impedir el acceso o desanimar a los solicitantes por su complejidad.

Cuando se implantaron las restricciones de la pandemia y se desató la crisis, el gobierno diseñó, entre muchos otros, un programa de apoyo a autónomos y Pymes que siempre han sido catalogados, con razón, como colectivos sensibles por su debilidad individual e importantes por su impacto global. Sin embargo, si juzgamos el programa por los resultados obtenidos comprobaremos con facilidad que no ha cumplido con los objetivos propuestos. Ni de lejos. El número de solicitantes ha sido muy pequeño y alcanza a poco más de 300.000 en un colectivo de 3,3 millones de autónomos que están afiliados al RETA. La falta de solicitudes ha obligado incluso a ampliar los plazos de solicitud. Ni aún así.

La razón no puede ser su falta de necesidad, que es evidente, hay que buscarla en los escollos que plantean los requisitos exigidos en el RD 5/2021 para poder optar a las ayudas y en la complejidad de los trámites previstos para recibirlas. Como las peticiones de los beneficiarios son de parte, es posible que no sean todas ellas atendibles, pero no puede ser que en una situación de emergencia como ésta, la burocracia administrativa acabe ahogando las medidas necesarias antes de llegar a su destino.

El reto es conjugar el obligado respeto a las normas, para evitar abusos, con la necesaria agilidad que canalice el apoyo programado de manera eficiente desde las intenciones iniciales a las necesidades finales. Las ayudas, si no llegan, no ayudan.

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