Menos crecimiento, más gasto e ingresos dudosos


Las ministras Isabel Celaá (Portavoz), Nadia Calviño (Economía) y María Jesús Montero (Hacienda) –por orden de intervención– presentaron ayer, como un remedo de «tres sopranos» gubernamentales, la letra y los números del pacto suscrito la semana pasada por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, el embrión de los Presupuestos Generales del Estado para 2019, cuya aprobaciòn dejaría expedita la legislatura, tanto para el inquilino de la Moncloa como para su socio de Podemos.

Las ministras desgranaron las grande cifras de unos Presupuestos todavía pendientes de elaborar de forma detallada, es decir, real. Ayer, el Gobierno se aplicó en dos tareas. Primero: tener listas unas cifras que enviar a Bruselas en octubre como exigen las autoridades europeas. Segundo: con unos cuantos números encima de la mesa –en el Power Point, el programa informático para las presentaciones– enviar una serie de mensajes políticos a su clientela. Isabel Celaá, la ministra Portavoz, más allá de su pericia económica, fue la encargada de hacerlo. Las ideas–fuerza que quería transmitir se resumen en que estos Presupuestos: «1) Blindan el Estado del Bienestar; 2) Dignifican las pensiones; 3) Eliminarán las reformas lesivas que han sufrido los ciudadanos; 4) La recuperación llega a las familias; y 5) Mejorarán la vida de los españoles».

Nadia Calviño, alta funcionaria europea, buena amiga de los gerifaltes de la Comisión Europea, está en el Gobierno para negociar con las autoridades de Bruselas y obtener las mejores condiciones. También debe ser la imagen de la ortodoxia económica –desde una óptica de izquierda– del equipo de Pedro Sánchez. Ayer recordó que se cumple el décimo aniversario del inicio de una crisis que ha tenido un coste muy alto –aludió al Estado del Bienestar sin dar más detalles– y se centró en explicar que los Presupuestos para 2019 intentan «conjugar la disciplina fiscal y la lucha contra la desigualdad», es decir, contentar a todos. A Bruselas y los mercados, por una parte, y a la clientela socialista, por otra. Su mensaje es que las cuentas de Sánchez e Iglesias «cumplen con los ciudadanos» y ofrecen «una función redistributiva de la política fiscal más justa». Además, son «sostemibles».

Nadia Calviño reconoció que España crecerá un 2,3% en 2019, una décima menos de lo previsto, pero insiste en que la economía española todavía está en la fase positiva del ciclo. La ministra obvió las advertencias de expertos españoles e internacionales, FMI incluido, sobre los nubarrones económicos que se divisan en el horizonte. La titular de Economía quiso demostrar que está asentada en el optimismo, porque anunció un superavit fiscal primario –más ingresos que gastos sin contar los intereses de la deuda–, que a efectos presupuestarios sería un déficit del 1,8%, 0,5 puntos mayor del pactado el año pasado con Bruselas. Además, pronosticó un descenso importante de la deuda pública, que se quedaría al final de 2019 en el 95.5% del PIB, aunque los detalles quedaron en el aire. Sus explicaciones presupuestarias quizá provoquen algún rifirrafe con Podemos, porque habló de una reducción del gasto público en porcentaje de PIB, aunque en términos reales sube, pero quizá no sea suficiente para Iglesias y los suyos y, también apeló a un «ajuste estructural», aunque en los números presentados no queda suficientememente claro.

María Jesùs Montero, ministra de Hacienda, es la responsable de solucionar este sudoku, como diría su predecesor Pedro Solbes, quien –en una situación parecida a la actual– no percibió la crisis que venía. La realidad de Montero, dicha por ella misma, es que el Gobierno prevé el mayor gasto de la historia para el conjunto de las Administraciones, nada menos que 515.552 millones, un 3,1% de aumento o 15.711 millones más. También hay una previsión récord de ingresos: 493.239 millones de euros, 26.438 más que el año anterior, equivalentes a un 5,7% más. Todo eso arroja la previsión de un 1,8% de déficit. Es decir, el Gobierno confía en aumentos espectaculares de ingresos que le permitan abordar gastos mayores, algo que le parece plausible a la AIReF –Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal–, pero no a bastantes expertos independientes.

El pacto con Podemos prevé 5.098 millones más de gasto, de los que gracias a la técnica/magia presupuestaria, sólo se contabilizan 1.992 en el «techo de gasto»1.992, aunque se gastarán todos y habrá que pagarlos. Los nuevos ingresos derivados del acuerdo Sánchez-Iglesias suman 5.678 millones –4.489 a efectos presupuestarios–, a pesar de que algunos son tan etéreos como los 1.200 millones del nuevo impuesto sobre servicios digitales, los 850 del impuesto de transacciones financieras –como gasto podría ser deducible– o los 500 millones de las medidas de lucha contra el fraude. Es decir, 5.000 millones más de gasto y 4.489 de ingresos. Sin embargo, las cifras globales son más ilustrativas, porque arrojan los citados 15.711 millones más de gasto y los extraordinarios 26.438 de ingresos –en donde se incluyen cotizaciones sociales y pensiones–y no parece tan obvio que sea una previsión muy realista, por mucho que 2018 pueda terminar con una recaudación récord –sin cotizaciones y otros especiales– de 210.000 millones. Si en 2019 crecen como la economía serían otros 5.000 que sumar a los 5.000 de nuevos impuestos, En total, 10.000. Todavía faltarían 5.000 para llegar a los 15.711 y no parece fácil con una economía que crecerá algo menos. Quizá las «sopranos» hagan magia.

Ayer, la prima de riesgo fue la única de Europa que subió, hasta situarse en 119.9 puntos básicos.

Source: The PPP Economy

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