El malvado FMI y el sordo que no quiere escuchar


El Fondo Monetario Internacional (FMI), el gran oráculo de la economía mundial ha vuelto a desgranar sus previsiones y recomendaciones sobre España. Buenas o malas, se perderán en medio de la vorágine política española. Algunas apuntan soluciones para problemas históricos, como lo poco que recauda el fisco en relación con otros países, el mantra de parte de la izquierda y, sobre todo, del populismo-leninista-radical de Pablo Iglesias.

El FMI ha hablado en Madrid, solo horas antes de que el Tribunal Supremo confirmase la condena de cárcel, por el caso de las llamadas ”tarjetas black”, a Rodrigo Rato, el hombre que dirigió ese mismo organismo internacional (2004-2007), hasta que dimitió, tras esgrimir razones personales, aunque nunca quedó claro cuáles eran. Ahora manda Christine Lagarde, una francesa, muy francesa de pelo cano, tanta personalidad como nariz, que fue ministra en la época de Nicolás Sarkozy y que parece salida de las páginas de una revista -francesa o americana- de moda.

El Banco de España, en su imponente edificio con vistas a la diosa Cibeles, donde el Madrid derrotado en Moscú celebra sus triunfos, acogió a la enviada de Lagarde para que desde allí lanzara su mensaje, sus augurios sobre la economía española. Andrea Schaechter, una alemana severa, pero en apariencia menos que Angela Merkel, es la jefa de la denominada ”Misión del FMI para España”, encargada de escrutar la situación económica del país, valorarla y emitir recomendaciones. El Fondo hace lo mismo con todos los países y luego, los Gobiernos le hacen más o menos caso. Como los oráculos de la antigüedad, el FMI también se equivoca, aunque sus errores suelen estar difuminados en el criptolenguaje que utiliza con frecuencia, para decir lo que quiere decirlo y así no ofender a los Gobiernos de turno.

En Madrid, Andrea Schaechter, en nombre del FMI, no se salió del guión esperado. Insistió en sus verdades del barquero y dejó ahí sus advertencias. Algunas son casi perogrulladas aunque haya quien, en la izquierda más radical, se rasgue las vestiduras. ”Se están acumulando los riesgos a la baja para la economía”, apuntó la sacerdotisa monetaria. Y los más importantes son ”las presiones para derogar las reformas y la continuación de una política fiscal procíclica”. Traducción: los anuncios de más gasto hechos por el Gobierno y las exigencias de Podemos son el gran peligro de la economía española. Y las pensiones son la primera línea de alarma. El Fondo Monetario Internacional no está en contra de que mejoren las pensiones. Lo único que reclama es que se adopten las medidas necesarias para aumentar los ingresos, porque si no se hace ”no podrá evitarse una futura reducción de la cuantía de las pensiones”. Sugiere cómo hacerlo, pero no gustará a casi nadie, porque propone incrementar la cotización de los autónomos, subir también la base máxima cotización o vincular la edad de jubilación a la esperanza de vida. Todo es muy impopular y, claro, caerá en saco roto. El FMI tampoco hace amigos cuando advierte que subidas alocadas del salario mínimo pueden ser contraproducentes y podrían poner en peligro el acceso a un empleo de los menos cualificados y de los jóvenes.

Andrea Schaechter, en una mañana en la que el otoño por fin avanzaba en Madrid, recordó -una vez más- una vieja recomendación del FMI, que siempre ha caído en saco roto en España. Recomendó que, como fórmula para recaudar más, más productos y servicios tributen en el IVA al 21% y no al tipo reducido del 10%. Eludió entrar en detalles, pero según cálculos independientes, el fisco podría recaudar entre 15.000 y 20.000 millones más todos los años. Es lo que hacen la mayoría de los países europeos que se ponen de modelo cuando se compara la presión fiscal y, sobre todo, los ingresos públicos. Dinamarca, tantas veces vista como ejemplo, aplica un IVA del 25% para todo, sin excepción. Sin ser tan radicales, los países nórdicos, pero también Alemania y Francia ingresan, proporcionalmente, mucho más por IVA que España.

La recomendación del FMI, por supuesto, ya camina hacia el desván del olvido. El Gobierno, quiénes le apoyan, y también partidos en teoría liberales en lo económico, como Ciudadanos e incluso el PP, no quieren ni oír hablar del asunto. Los impuestos indirectos, y el IVA lo es, están estigmatizados en España. Ha calado la creencia -una postverdad más- que son regresivos y los más antisociales, algo que los expertos más independientes han demostrado en numerosas ocasiones que es falso. Un vaso de vino o una cerveza en un bar están gravados con un 10%; lo mismo que una botella del mejor champagne o del mejor vino del mundo. Una caña de cerveza en un bar puede costar 1,30 euros, de los que 11 céntimos corresponden al IVA. Una copa de un muy buen vino o champagne puede llegar valer 12 euros, de los que 1,1 euros son la repercusión del IVA. Pues bien, si se aplicara el tipo normal de IVA, la caña pasaría a costar 1,43 euros y la copa de vino o champagne 13,3. Parece poco, pero la caña subiría 13 céntimos y el vino o el champagne 1,3 euros, ¡diez veces más! Es evidente que el producto de lujo y el consumidor de lujo, que se lo pueden permitir, pagarían más.

El malvado para tantos Fondo Monetario Internacional lo ha vuelto a decir. España puede recaudar más y por lo tanto gastar más, que es lo que tanto gusta, si optara por aplicar el IVA como lo hacen en la mayoría de los países de Europa. Sin embargo, una vez más, las palabras del gran oráculo económico, se perderán en el viento, porque no hay peor sordo que el que no quiere escuchar y en España hay demasiados que no quieren escuchar lo que consideran que es impopular y que podría quitarles votos. El problema es que la experiencia de hacer oídos sordos suele conducir al desastre. Ahí está la experiencia de la última crisis, de la que España fue uno de los últimos países en salir y en donde todavía no se ha recuperado el empleo. Nada nuevo bajo el sol. En la Grecia clásica y en Roma, los gobernantes y los emperadores hacían caso de los oráculos sólo cuando les convenía y cuando les incomodaban arremetían contra ellos. La historia no se repite, pero se parece. Eso sí, pase lo que pase, la señora Lagarde nunca dejará de ser y parecer muy francesa.

Source: The PPP Economy

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