Nuevas tendencias financieras


Un amigo mío me comentó que, a finales de los años 90 y durante los primeros años del siglo actual, en su calidad de director financiero de una empresa española, operaba en el mercado de futuros de Chicago negociando productos agrícolas y que, a veces, eran tan complejas las operaciones, que él no sabía si estaba comprando o vendiendo. La anécdota refleja una de las características de algunos productos financieros innovadores de la época, que eran de tal complejidad que pocos profesionales los comprendían en su totalidad.

Complejidad de productos financieros innovadores y debilidad del sistema financiero son algunas de las causas que originaron la crisis financiera que comenzó el año 2007, y que constituyen una fuente de información para la adopción de medidas que eviten que se repita en el futuro.

Los productos derivados tienen en general un riesgo alto y pueden ser de una complejidad muy elevada, y una buena práctica consiste en conocer detalladamente su funcionamiento y valoración para evitar pérdidas económicas considerables y para gestionar el riesgo de manera prudente. Cuando estos productos forman parte de una cartera es necesario aplicar unos mecanismos de control adecuados, estableciendo límites al endeudamiento, gestionando las posiciones y las garantías que requieren y conociendo su valor de mercado diariamente.

Debido a la debilidad del sistema financiero, una gran parte de las instituciones no tenía los recursos propios necesarios para afrontar situaciones de crisis. En el año 2009, los reguladores de Estados Unidos establecieron normas para que los bancos aumentaran sus niveles de capital de forma voluntaria o tuvieran que hacerlo siguiendo sus instrucciones. En este caso, se establecieron criterios de gestión y, como consecuencia de estas medidas de recapitalización, los bancos mejoraron su situación financiera y, en general, en la actualidad se encuentran en mejor posición que bancos europeos que no se recapitalizaron o lo hicieron más lentamente. Para el saneamiento del sistema financiero, en Estados Unidos se implantaron medidas rápidas, y esa velocidad de reacción fue un factor fundamental para superar la crisis económica.

Se precisan requerimientos de capital razonables y normas adecuadas de liquidez para garantizar la solvencia de las entidades. Los mercados financieros necesitan una regulación razonable, porque cuanto más compleja es la regulación, más difícil es la supervisión. Los organismos competentes de la Unión Europea han establecido normas para reforzar la solvencia de las instituciones financieras.

Medios humanos

Los organismos reguladores necesitan medios humanos y sistemas de gestión apropiados para realizar una función efectiva de supervisión, y los inversores deben tener la información necesaria para conocer perfectamente los riesgos que asumen cuando adquieren productos financieros. En noviembre de 2014, entró en funcionamiento el Mecanismo Único de Supervisión que supone la gestión por parte del BCE de la supervisión de un porcentaje muy elevado de los activos bancarios del área.

La crisis financiera incrementó los niveles de deuda pública y privada de gobiernos y empresas y generó en los inversores diferentes percepciones sobre la deuda pública libre de riesgo. Los reguladores están analizando la idea de que la deuda pública pueda considerarse libre de riesgo o totalmente segura y una de las propuestas de reforma consiste en considerarla, en algunos casos, un activo con riesgo que podría variar según el «rating» del país.

En los años previos al comienzo de la crisis se consideraba que el precio de los inmuebles aumentaba con el tiempo y, en consecuencia, la concesión de préstamos a particulares y empresas para financiar esas adquisiciones se realizaba considerando que la cantidad prestada representaría una proporción cada vez menor del valor de mercado del inmueble. Se prestaba dinero para financiar la compra de activos inmobiliarios en la creencia de que su precio no podía disminuir en términos nominales. Otra de las lecciones aprendidas es que, a largo plazo, los precios de los inmuebles pueden bajar y esto tiene consecuencias directas sobre las garantías exigidas en préstamos.

Un trabajo de investigación realizado por Gonzalo Ortega analizando los periodos de precrisis, de 2005 a 2007, y de crisis, de 2008 a 2010, llega a la conclusión de que el impacto de la crisis financiera en la cuenta de pérdidas y ganancias de las empresas cotizadas españolas ha sido más severo que en las empresas cotizadas de otros países de la Unión Europea. Las empresas españolas registraron una mayor disminución de la rentabilidad y tenían una mayor proporción de deuda en sus balances de situación, que las compañías cotizadas europeas. Otra causa de la crisis financiera fue la codicia de algunos directivos obsesionados por aumentar sus ganancias. Estos directivos asumieron riesgos excesivos porque, en general, no eran propietarios de la firma y su remuneración estaba ligada a la consecución de objetivos que implicaban riesgos muy elevados, y en el peor escenario podían ser despedidos pero cobrando indemnizaciones millonarias. Durante años, el sistema de incentivos de algunas instituciones financieras premió con más remuneración a aquellos profesionales que más riesgos asumían con el dinero de los demás. Con frecuencia, los incentivos de los directivos están vinculados con los objetivos conseguidos a corto plazo, lo que puede inducir a adoptar decisiones para generar ganancias a corto plazo sin considerar su incidencia en el largo plazo. Los incentivos de los directivos deberían estar vinculados a objetivos a largo plazo. Las lecciones aprendidas de la crisis de 2007 han constituido una referencia básica para fortalecer el sistema financiero y mejorar la solvencia de las empresas.

Las medidas adoptadas han contribuido a que mejore la situación económica, pero mientras siga existiendo un paro del 17%, las instituciones y la sociedad en general, deben continuar trabajamdos para reducir sustancialmente esa tasa de desempleo.

Source: The PPP Economy

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