Un calzado a prueba de niños


Como cada año por estas fechas de inicio del curso, los gorilas han regresado a las aulas y los patios de colegios. Una manada silenciosa y sufrida, dispuesta a superar otra larga temporada de carreras, saltos, patadas, roces, manchas y todo tipo de torturas que puedan padecer unos zapatos infantiles. Su mérito no solo está en que resistan esa frenética actividad, sino que lo hayan hecho durante décadas. Gracias a ello, la marca Gorila puede presumir de haber cumplido 75 años, un hito al alcance de muy pocos.

Sus zapatos han acompañado durante la infancia a unas cuantas generaciones de españoles, que no olvidan el gorila de su logotipo, ni los ratos de juego con aquella pelota verde de goma que venía –y sigue viniendo– en la caja, ni mucho menos la resistencia que los hizo famosos.

Esta relación con la infancia se ha convertido con el tiempo en un elemento de gran valor, puesto que muchas personas han establecido en un vínculo emocional con la marca, como explica Basilio García, director general del Grupo Helgar, actual propietario de Gorila: «Cuando sacan la pelotita de la caja, los padres que han sido usuarios ponen cara de niño, retroceden en el tiempo. Y eso es muy difícil de realizar. Con dinero pueden hacerse bastantes campañas, pero tener un trocito del corazón de la gente es realmente un valor muy difícil, que se consigue con un trabajo honesto a través de generaciones».

El origen de Gorila se remonta a principios de los años 40, en un minúsculo taller instalado en un garaje de Palma de Mallorca, el mismo en el que Jaime Salom, el fundador de la marca, guardaba el taxi con el que se ganaba la vida. En sus trayectos por Palma, Salom se dio cuenta de que los muchos niños no utilizaban zapatos, o que los tenían en malas condiciones tras heredarse de unos hermanos a otros. Y apenas había empresas que fabricaran este calzado. Ahí, vio Salom la oportunidad para empezar un nuevo negocio, que echó a andar con la ayuda del empresario Alberto Gomila.

Pero la decisión más trascendente de Salom fue la adquisición de una patente que le permitió empezar a fabricar zapatos de piel con suela de goma vulcanizada, una revolucionaria técnica («sistema vulbatemcuero», decía la publicidad) que dotaba al calzado de una extraordinaria resistencia. Aquella característica tan especial hizo famosa a la marca y facilitó su crecimiento por todo el país, de modo que fue una referencia en el sector durante décadas. En los 80, el fallecimiento de su fundador y la falta de modernización hicieron que Gorila entrara en declive, hasta que en 1991 fue adquirida por la riojana Helgar.

«Mi padre tuvo la visión de comprar una marca que estaba prácticamente desaparecida –apunta Basilio García–. A partir de ahí, con mucho sacrificio, trabajo y cariño, hemos conseguido ponerla otra vez en el sitio que merece». No ha sido una tarea fácil, porque Gorila ya tenía una serie de atributos muy arraigados en la marca. «Nosotros lo que hemos hecho ha sido coger esa herencia y traerla al siglo XXI, incorporando los últimos materiales con propiedades de amortiguación, de agarre», añade el director general.

La calidad es el principal valor sobre el que descansa la estrategia actual de la marca, centrada en un sector, el del calzado escolar e infantil, en el que se nota la competencia de las multinacionales de ropa deportiva y de los zapatos baratos de fabricación china. Según argumenta García, «tener ese trocito de mercado donde puedas defender tu valor no es fácil. Te requiere siempre esforzarte al máximo en diseño, en evolución de materiales,… para que finalmente el consumidor diga: tengo confianza en Gorila porque sé que es un producto sólido, que me va a salir bien y, encima, es chulo».

Con vistas al futuro más inmediato, el objetivo es abrir mercado en el exterior, sobre todo en Europa, pero con posibilidades también de dar el salto a China. «Gorila ha sido una marca muy española. Ahora ya estamos planteando para 2017 empezar a salir a otros mercados, porque por las características del producto puede tener una cabida en esta vorágine de competición internacional», asegura el director de Helgar.

Una marca pionera en el sector

Hay un buen número de elementos sin los cuales Gorila no habría llegado a ser una marca tan reconocida. En primer lugar, para su nombre y su imagen original, Jaime Salom se inspiró en King Kong, el monstruo cinematográfico que aterrorizó al mundo en 1933. Con ello reforzaba el valor de fortaleza de sus zapatos. También fue clave la implantación de la suela de goma vulcanizada, una gran innovación en su época. Con los restos de aquella goma se le ocurrió fabricar una pelotita verde que acompañaba como regalo a cada par de zapatos y que para muchos fue uno de los pocos juguetes de su infancia, un detalle considerado como la primera acción de marketing directo en el sector del calzado. «El principal acierto de Salom –asegura Basilio García– fue tener un valor añadido asociado a la marca y luego saber comunicarlo al consumidor final. Es muy difícil, porque no es una cuestión de tener dinero, sino que es también una cuestión de talento».

Source: The PPP Economy

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