Reenamorarse del trabajo empieza por uno mismo


Cuando la insatisfacción laboral nos abraza, olvidémonos de que son los demás los que deben cambiar nuestra realidad. Generalmente, cuando nos sentimos mal tendemos a pensar que la empresa está en «deuda» con nosotros, no nos cuida y que es responsabilidad suya nuestra falta de progreso. También es frecuente creer que nuestro superior no confía en nosotros, una serie de factores relacionales que nos conducen a la infelicidad absoluta en el trabajo.

Revertir esa situación, recuperar esa chispa que en un momento sentimos con nuestro empleo depende sólo de nosotros, de nuestro esfuerzo por ver la realidad desde otra perspectiva y tomar de manera decidida las riendas que reconduzcan esta situación. Así lo cree José Manuel Sánchez, socio director del Centro de Estudios del Coaching (CEC), quien ha trabajado con muchos directivos que han llegado hasta él por encontrarse en esta mismo situación, en un entorno laboral que consideran opresivo o porque su relación con su jefe no funciona. «Siempre esperamos una intervención divina, que sean los demás, los compañeros, los jefes o la empresa en general quienes cambien nuestro mundo. Pero la única persona que tiene la llave para que ese cambio llegue somos nosotros mismos», explica este experto.

Negarse a tiempo

Luis Pérez, «country manager» del sector de la consultoría, sufría un problema de relación con los demás. Se desmotivó porque no conseguía vender sus ideas, que él consideraba «geniales», hasta que asumió que el problema radicaba en su manera «desacertada» de comunicarse con sus superiores y captar su atención.

El caso de Antonio Rubio es diferente. Este trabajador casi pierde la salud por no saber responder a tiempo con un «no» a sus jefes cuando le cargaban de trabajo y de forma recurrente dedicaba parte de su tiempo libre a realizar las tareas. «Siempre hay maneras de gestionar los problemas de logística sin “tocar las narices”, por ejemplo, negociando los plazos de entrega del trabajo o haciéndole ver a nuestro jefe que tenemos que abandonar ciertas tareas para dedicarnos a otras», comenta Sánchez.

Tendemos a pensar que abarcar todos los trabajos que nos encargan nos hará mejores profesionales y más reconocidos dentro de la empresa y, sin embargo, corremos el riesgo de acabar detestando nuestro empleo. «Nunca nos dará tiempo a tener el 100% del trabajo realizado. Lo que sí podemos hacer es aprender a priorizar. Evita comerte un sándwich rápido en el despacho. Sal a comer fuera algún día cada semana, despéjate un poco. Entre horas, haz alguna pausa para tomar una fruta, dar una vuelta a la manzana, estirar las piernas… ¡Sal de la rueda del ratón!», aconseja en este caso Carlos Recarte, «managing partner» en Recarte & Fontenla.

Tanto si el problema que padecemos es de una mala relación con los demás como de logística –por ejemplo la falta de organización en el trabajo– Sánchez aconseja lo siguiente:«Por ejemplo, ante un jefe de difícil trato o que da por concluida en breve tiempo una reunión de trabajo, tendemos a pensar que nos tiene manía o que nos falta ese “feeling” con él cuando en realidad deberíamos analizar si es una persona tímida o miedosa, y tratar de enderezar nuestra relación con él. Porque si antes no cambiamos el escenario, quejarnos no nos conducirá a nada positivo».

Julia López se «aburre» de su trabajo, pero no lo deja porque teme no encontrar otro empleo y no quiere renunciar a la indemnización que le correspondería si fuera despedida «En su caso debería analizar la relación que tiene con la empresa, qué le exige y qué le ofrece a cambio, todo dentro de una lógica. Para cambiar las cosas hay que arriesgar», señala el director del CEC. Recarte explica por otro lado que aprender nuevas habilidades y participar en proyectos con otros departamentos, innovar o buscar otras maneras de funcionar que sean más efectivas, pueden contribuir a encontrarle sentido a nuestro trabajo. «Cambiar de lugar físico te permitirá relacionarte con otras personas. La tendencia cada vez más habitual de crear espacios abiertos en los que la gente se sienta donde quiere, ayuda a relacionarse con otros compañeros. Como animales de costumbre que somos, nos cuesta cambiar de mesa, silla, etc.».

Recordar los aspectos positivos de nuestro trabajo también nos ayudará a sobrellevar las penas con más alegría. «Mucha gente sólo se acuerda de los aspectos negativos de su trabajo y olvida los puntos positivos. Esto nos impide disfrutar de nuestros logros y nos lleva a estar siempre pendientes de lo que no tenemos. Para que esto no nos ocurra, debemos darle sentido a nuestro trabajo, entender el propósito que persigue, es decir buscar la foto global. A veces es una cuestión de cambiar el enfoque o de perspectiva, simplemente observar la misma realidad desde otro ángulo», apunta Recarte.

Más sonrisas

Sonreir más y no dejarse llevar por las emociones también contribuirá a nuestra felicidad. «No podemos ir de víctimas. A la gente le gusta estar con personas alegres y no con alguien que se está quejando todo el día. Pero si verdaderamente el puesto no te gusta o crees que no está alineado con tu experiencia, empieza a buscar un nuevo proyecto», concluye Recarte.

Íñigo Manso, socio fundador de Manso & Malumbres, también opina que «cuando el trabajo que hacemos ha dejado de tener sentido en nuestro proyecto de vida, y no hay posibilidad de volver a dárselo, es mejor considerar otras posibilidades». Pero previamente aconseja explorar otros caminos. «Debemos analizar por qué antes nos llenaba y ahora no. ¿Qué es lo que ha cambiado? De esta reflexión podremos extraer conclusiones acerca de hasta dónde nosotros podemos influir para que vuelva a tener sentido, y reenamorarnos, y hasta qué punto no podemos influir. Esa línea es la que separa nuestra responsabilidad de la de la empresa. Pero el responsable último somos nosotros. Echarle una pensada honesta a por qué y para qué trabajamos y cómo eso encaja en la empresa es algo que solo uno mismo puede hacer. Aun cuando nuestro trabajo nos enamore, siempre hay cosas que nos gustan menos, por eso no conviene ser un enamorado caprichoso». Y mientras no se tengan otras alternativas, «seguir siendo fiel y comprometido es lo más honesto con nosotros mismos y con la empresa que nos dio la oportunidad de estar enamorados de lo que hacíamos», concluye Manso.

Ana Herranz, directora de Alumni Career Services & Research de IE Business School, aconseja trabajar en la visibilidad interna de uno mismo para conseguir nuevas oportunidades o proyectos. «Si nuestro trabajo no nos llena, no basta con quedarnos en la queja, hay que urdir un plan para vendernos. Muchas veces pensamos que sobre nuestro jefe recae el 100% de nuestra felicidad y sin embargo nos corresponde a nosotros trabajar nuestra marca personal para que se nos vea y se acuerden de nosotros». Recomienda «llevarnos bien con todo el mundo, buscar siempre aliados, porque uno nunca sabe de dónde puede surgir la oportunidad». Lamenta por otro lado que sean siempre las mujeres las que «peor» trabajan su marca personal y las «menos valientes» en el trabajo.

Source: The PPP Economy

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